¿Buena, mala, regular…? Definir la Copa América que acaba de terminar es complicado. Quienes estuvieron presentes no bajan de la palabra desastre, aunque es verdad que mezclan lo deportivo con las peripecias personales soportadas en los extensos viajes, los altísimos costos y todo tipo de incomodidades. Realizar un torneo en catorce sedes en un territorio tan gigantesco como Estados Unidos parece, de antemano, una idea temeraria. Y eso para solo 32 partidos. Lo aconsejable tal vez era agrupar todo en un solo estado.

* El juego. Apenas unas líneas por encima de discreto, como en la Eurocopa. En Europa hubo partidos más vibrantes en la primera fase, luego decayeron. Aquí se puede decir que los tres mejores espectáculos fueron aquellos en los que intervino Colombia: versus Brasil, Uruguay y Argentina. Por el fragor y la tensión imperantes en los tres. Faltaron goles: apenas 70, a 2,19 por juego, la media más baja de las últimas cinco copas.

* La guerra. Uruguay 0 - Brasil 0. Volcánico, ríspido, con excesivo juego brusco. No gana el fútbol con duelos así.

Publicidad

* El equipo. En cuanto a exhibición, Colombia. El que hizo más goles, el más ofensivo, el de individualidades más destacables. Se despintó en la final, aunque no lo desmerece.

* El campeón. Un equipo granítico, que sabe manejar los partidos bravos, duro, inteligente, solidario entre sus miembros, con un arquero y tres defensas excepcionales: Dibu Martínez, Romero, Lisandro Martínez y Tagliafico. Y un goleador encendido: Lautaro Martínez.

* La ganadora. La FIFA, que mandó un contingente a Estados Unidos a tomar nota de esta experiencia de la Copa América y seguramente sabrá cuáles son los puntos altos y bajos de cara al Mundial de Clubes 2025 y el Mundial de selecciones 2026. Las dos principales: el estado de las canchas y la climatización de los estadios. En Qatar ambos aspectos fueron perfectos. Aunque igualar a Qatar será difícil: fue extraordinario en todo.

Publicidad

* El once ideal. No se trata de combinar jugadores de diferentes países para que quede salpicadito, sino de incluir a los que jugaron realmente bien, que lo hicieron en la mayor cantidad de partidos y que llegaron más alto. Bajo estos preceptos, es difícil salirse de Argentina y Colombia. Dibu Martínez (Argentina); Daniel Muñoz (Colombia), Cuti Romero (Argentina), Dávinson Sánchez (Colombia), Nicolás Tagliafico (Argentina); Richard Ríos (Colombia), Jefferson Lerma (Colombia), Alexis Mac Allister (Argentina), James Rodríguez (Colombia); Jacob Shaffelburg (Canadá), Lautaro Martínez (Argentina).

* Lo increíble. El notable rendimiento de James Rodríguez. Nadie podía esperarlo dadas sus actuaciones en los últimos años. Incluso había disputado apenas 265 minutos en el São Paulo desde enero hasta junio. Pasó de la inactividad total a ser la estrella de la Copa. Se lo vio feliz, enfocado, lúcido, decisivo para llevar a Colombia a la final, en la que no brilló, pero ya el premio al mejor jugador lo había logrado con lo anterior. Su pegada del balón, sobre todo en jugada detenida, es fantástica. Elige a quien destinar el centro y posee una precisión quirúrgica. Relanzó su carrera. “Y los que lo criticaban, ¿qué dicen ahora…?”. Nada, lo hacían con absoluta razón. James cambió.

Publicidad

* La mancha. La organización. La Conmebol informó en un comunicado que contó con 42.000 colaboradores (¿42.000, seguro…? ¿No es mucho…?) Pese a tal número, hubo quejas por los campos de juego, en los que se levantaban los panes de césped puestos sobre el piso artificial; de los periodistas que no tuvieron condiciones mínimas para desarrollar su trabajo (nunca olvidemos que la prensa se encarga de difundir el torneo); del calor agobiante en las sedes a donde se llevaron partidos (53 grados en California, 45 en Arizona). Y la bochornosa y casi trágica jornada final en la que hubo desmanes, desmayos, golpes, detenciones y escenas horrendas en lo que debió ser una fiesta deportiva maravillosa. Gente que pagó miles de dólares para estar ahí y sufrió un destrato insólito. La final comenzó 1 hora y 22 minutos después de lo programado y el entretiempo tuvo 28 minutos en lugar de 15 para dar cabida a una gala musical que pasó inadvertida.

* El éxito. Los ingresos. La Copa América es un negocio fabuloso que moviliza centenares de millones de dólares. Solo un dato: para la final en el Hard Rock Stadium de Miami había 75.540 entradas disponibles. El sitio oficial designado por Conmebol para la venta de boletos -Ticketmaster- ofrecía en los últimos días las más baratas a 2.500 dólares y las más caras a 20.000. Obviamente quienes las compraron hace dos meses pagaron bastante menos. Pero si se hiciera un promedio a la baja, digamos 800 dólares, nos daría una taquilla de 60 millones. Y es apenas unos de los tantos rubros. Luego están los parqueos (en la final costaban de 60 a 100 dólares), el mercadeo, las comidas, los patrocinadores, la venta de derechos de televisación...

* ¿Volverá…? Semejantes volúmenes de dinero obligan a preguntarse si la Copa América 2028 retornará a su lugar de origen, Sudamérica. Solo un ejemplo: en Estados Unidos 2024 se vendieron 1′571.878 localidades a una media de 49.121 por juego. En Chile 2015 fueron 655.801 (58,3 % menos) y un promedio de 25.223 pagantes, de por sí muy bueno. Además, en nuestro subcontinente las entradas valen un 300 % menos. Pregunta: ¿en qué otro país se encuentra una clientela de 65 millones de latinos ávida de ver a nuestras selecciones…? ¿Los dirigentes de Conmebol le van a dar la sede a Venezuela, Perú, Chile, Ecuador, Uruguay, Bolivia, Uruguay, Paraguay…? Huuuuuummmm…

* Irrisorios. Los premios para las selecciones. Es verdad que se aumentaron en más de un 100 % respecto de la edición anterior de Brasil 2021, pero en virtud de la facturación global parecen bajos. Los 16 equipos recibieron 2 millones de dólares por participar. Y luego están las recompensas por ubicación. El campeón cobra 16 millones, el segundo 7, el tercero 5 y el cuarto 4. Es cierto que desde la presidencia de Alejandro Domínguez los premios de todos los torneos se han aumentado en más de un 350 %. Pero en esta Copa suenan a poquito.

Publicidad

* La esperanza. Que la Copa siga creciendo. Aun con todas las críticas, Estados Unidos le dio un marco de supertorneo, por la importancia de país, por los megaestadios y por los millones de inmigrantes que le dan colorido. Por tradición, la Copa América es uno de los grandes orgullos del fútbol sudamericano, hay que cuidarla y enriquecerla cada vez más. (D)