“La final del mundo es un partido diferente. En un choque común quieres demostrar tus cualidades, pero esto es otra cosa, es una situación en la que está todo permitido. La diferencia entre los argentinos y nosotros es que ellos jugaron como una final del mundo. En cada duelo te daban un golpe”, declaró Ibrahima Konaté, marcador central del Liverpool que ingresó a los 112 minutos del inolvidable Argentina 3 - Francia 3. Semejante declaración nos movió hacia un ejercicio apasionante: volver a ver el partido completo. Demandó varias horas, era ver, volver atrás, revisar varias veces algunas incidencias. En letras chiquitas llenamos nueve carillas de anotaciones y análisis. Fue realmente fantástico. Utilizando términos legales, en tiempo real, con emoción violenta, se nos pasan muchas cosas.

“A mí me encanta ver los partidos con la perspectiva que da el tiempo, fuera del estadio. Se descubren cosas completamente nuevas”, dice Diego Torres, magnífico colega del diario El País, de Madrid. Y añade: “Me pasó con la final de Brasil y Alemania de 2002. La volví a ver hace poco y comprobé que Alemania jugó bastante mejor que Brasil, algo que me resultó alucinante, porque Brasil era un superequipo y Alemania uno muy limitado. Y ganó el primero por dos raptos de talento”.

Bien, telegráficamente podemos decir que sí, Argentina-Francia fue la mejor definición de la historia de los mundiales, por los goles, por el dramatismo, por la sensacional maniobra del tanto de Di María, por la fantástica definición de Mbappé en el empate parcial 2 a 2, por la tensión extrema en el juego, por la notable actuación de Messi, por la extraordinaria faena de Argentina en los primeros 78 minutos de partido, por el increíble empate de Francia en 60 segundos después de estar muerto, enterrado, cremado y con sus cenizas arrojadas al Sena. Y porque duró, en total, 141 minutos y 13 segundos entre tiempo regular, añadidos y suplementarios. ¡Más los penales…! La final más larga de los mundiales.

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Es verdad en parte la de Konaté: Argentina asumió la final con mentalidad de acero, con pierna fuerte y templada. Pero no pegó. No pegó casi nada, fue con todo a cada pelota, que es diferente. Konaté mide 1,94 y pesa 95 kilos, un coloso físico como sus compañeros Upamecano (1,86 y 90 kgs), Thuram (1,92 y 90 kgs), Tchouameni (1,87 y 81), todos… ¿Cómo cree Konaté que deberían enfrentarlo Messi (1,69), Mac Allister (1,74), Tagliafico (1,72)…? Pusieron carácter. ¿Está mal, Konaté…? Claramente hubo más faltas fuertes del lado francés. Que tampoco fueron tantas. Fue una final limpia. Hubo dos acciones auténticamente recias de Cuti Romero, a Giroud y a Mbappé. También una de Otamendi a Kolo Muani para escarmentarlo. Rabiot y Upamecano dieron una dura cada uno. Y Theo Hernández y Mbappé (ambos a De Paúl). Pero, increíblemente, quién más fiero jugó fue Kolo Muani. Entró como rabiando y en cada fricción metió pierna, codo, cuerpo. No obstante, nadie mereció ser expulsado.

Tampoco es que en una final “está todo permitido”. Es exactamente al revés, el único partido donde todo está hipercontrolado es la final del mundo. Un árbitro se juega allí toda su carrera. Y los jugadores se cuidan como nunca. Dejar al equipo con diez en esa instancia es una condena de por vida frente a los hinchas.

Francia no fue campeón porque no tuvo el mismo temple que Argentina y, sobre todo, por el amarretismo de Deschamps. Siempre le salió bien el practicismo, defender, esperar, especular, “que hagan el gasto los otros y les metemos el contraataque”. Le había resultado frente a Inglaterra y Marruecos. Esa vez falló. “Argentina jugó mucho mejor que Francia. Deschamps se equivocó en el planteamiento. Si con esos gigantes que tiene hubiera arrancado metiéndose en campo argentino, le hubiese creado muchos problemas a Argentina. Porque aparte de Messi y un poco de Enzo Fernández, no tenía nivel para iniciar la jugada bajo presión en campo propio. Si hubiera tenido que dar esos primeros pases estando ahogada, se le hubiera complicado mucho. Pero Deschamps es muy conservador y le dio espacio para luego partir en contragolpe. Se equivocó, permitió que Argentina tuviese espacio, respiro. Eso llevó el partido al terreno de Messi, donde se encuentra más cómodo. Y ese era el único lugar por donde Argentina podía ganar el partido”. El análisis de Diego Torres.

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Eso hizo que Francia casi nunca llegara al arco de Dibu Martínez. Tenemos anotado al fin del primer tiempo: “Bronca en Francia. Giroud arroja su buzo contra el banco de suplentes. Francia: cero tiros al arco, cero aproximación, cero jugada de ataque. Superada en todo. Y 2-0 abajo”. A los 66 min: “Francia sigue sin hilvanar una sola maniobra ofensiva, pero el espíritu que contagian Upamecano y Kolo Muani empieza a pelear el partido”. Segundos después, a los 67 min 25 s: “El hasta ahí campeón del mundo logra un córner, centro, cabecea Kolo Muani muy desviado, pero es su primer intento ofensivo”.

Messi hizo maravillas. Es quizás la mejor final jugada por cualquier futbolista en los anales de la Copa del Mundo. Interviene exactamente en 59 acciones, 47 de ellas buenísimas, poniendo pases deliciosos, milimétricos, con ventaja, clarificando, armando avances peligrosos, siempre hacia adelante y con profundidad. También marcando dos goles y dando una habilitación clave a Mac Allister en el gol de Di María. Lloris le sacó una bomba arriba y otra en el ángulo bajo. En una dejó a Lautaro Martínez mano a mano con Lloris y armó la preciosa jugada del tercer gol… Creó casi todas las posibilidades de gol argentinas, que fueron varias. En el minuto 122 con 55 segundos puso una cortada excelente para Montiel, quien tiró centro y Lautaro, con el gol a disposición, cabeceó afuera. Todo positivo, profundo. Sin él no tenía ninguna chance Argentina.

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Lo de Mbappé, en cambio, es muy extraño: estuvo virtualmente ausente hasta el minuto 80, cuando convirtió el primer penal. Luego definió maravillosamente en el segundo, pero intervino muy poco en el juego, exactamente en 19 ocasiones, la mayoría de las veces, fallida. No fructificó ninguno de sus intentos de gambeta ni de pase. Igual, siempre que encaró generó temor. Lo bloqueó implacablemente Cuti Martínez, de fabulosa prestación. Decir que un futbolista que marcó tres goles en una final (dos de ellos de penal) tuvo una actuación discreta parece un despropósito, pero no descolló y estuvo desaparecido en larguísimos pasajes. “Fue discretísimo lo suyo”, coincide Diego Torres.

Quien le cambió la cabeza al equipo galo fue Randal Kolo Muani, un león indomable, un guerrero que, a contrapelo de la abulia general de Francia, estando su equipo vapuleado, desanimado, fue adelante como un toro, obligó, cambió el partido e inició la reacción azul. Lo suyo fue consagratorio. “Si alguien me habla mal de Kolo por esa jugada del final que le tapa el arquero, lo peleo”, dice Konaté. Y aquí sí estamos 100 % de acuerdo con él.

En el minuto 77 y 30 segundos la hinchada argentina, que atronaba el estadio, empezó el “Ole, Ole…” Porque era baile de verdad. A los 78 min 12 seg llegó el penal de Otamendi a Kolo Muani. Y ahí empezó otro partido, de vibración excepcional, en el que casi gana el bailado. Es el fútbol. (O)