Y pensar que ayer lo tuvimos todo. Que fuimos grandes, casi invencibles. Que obramos como si fuéramos los inventores del deporte en nuestro país porque introdujimos todas las ramas deportivas, las tecnificamos y las enseñamos de provincia en provincia. Y fuimos maestros no solo en la técnica, sino también en la organización.

En nuestra ciudad se fundó el primer club deportivo en 1872 (se llamó Perseverancia) y en 1899 nació el Club Sport Guayaquil, que mostró a Ecuador los deportes modernos, el fútbol entre ellos. En 1908 se organizó en esta urbe el primer torneo futbolístico de nuestra historia y tres años después se fundó la primera entidad multideportiva: la Liga Deportiva Guayaquil, antecedente de la Federación Deportiva Guayaquil, nacida en 1922 y llamada desde 1924 Federación Deportiva del Guayas.

Una obra histórica de varios tomos podría llenarse al escribir la historia del deporte guayaquileño y su aporte a la grandeza deportiva del país, desde la hazaña de los Cuatro Mosqueteros del Guayas, campeones sudamericanos de natación en 1938; de Pancho Segura Cano, de Luis Lancha Alcívar; de César Salazar, monarca latinoamericano de boxeo en 1942; de Abel Gilbert; de Jacinta Sandiford, campeona panamericana; de Miguel Olvera, Eduardo Zuleta y Pancho Guzmán; de Jorge Delgado y Mariuxi Febres-Cordero, de Andrés Gómez, vencedor de Roland Garros; y de Barcelona SC, dos veces finalista de la Copa Libertadores. Este es solo un puñado de nombres; hay mucho... mucho más.

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Última rueda del coche

Fuimos grandes un día hasta que llegó la oscuridad. Hoy Guayaquil es, en el deporte ecuatoriano, la última rueda del coche. Y peor: la que se queda en el garaje, como decía Manuel Puga Dillon, célebre periodista deportivo de antaño, a quien vale citar hoy que, salvo tres o cuatro nombres, ya no tenemos tampoco periodistas de amplio saber y recta conducta, orientadores de la opinión pública gracias a su experiencia en el deporte y su vasta cultura.

En este campo nos ganó también la aparición de personajillos de escasa ilustración, orgullosos de su ignorancia, enemigos de la historia y adictos al show vulgar antes que a la educación de sus oyentes y televidentes. Ninguna opinión o juicio de valor se escucha, a cambio aparece el lenguaje burdelero y la chabacanería. Esto es periodismo moderno, gritan.

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Lo hemos perdido todo. Guayaquil es un desierto deportivo y apenas si se habla de fútbol para analizar el deplorable papel de Barcelona y Emelec, que es lo único que nos queda. Un día nos dimos el lujo de vestir esmoquin y hoy debemos calzar una chaqueta raída por el uso y el maltrato. Fuimos los introductores del balompié profesional y por nuestros estadios pasaron los más linajudos clubes de América y Europa. Hoy apenas vemos lo que nos toca si los equipos del Astillero se encaraman en la Copa Libertadores o la Sudamericana.

“El que jamás tembló”

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Vimos grandes partidos y a nuestros equipos batirse con clase y coraje. Y he leído con tristeza y nostalgia un correo que me envía Johnny Astudillo, un seguidor del fútbol cuya opinión aprecio mucho. Me relata dos noticias que son la muestra de la indigencia en que ha caído el balompié porteño.

Veamos: Norteamérica, un día rival en popularidad de Barcelona, es propiedad hoy de un cuestionado empresario que se lo llevó de Guayaquil y lo hace jugar en Latacunga. Esta ciudad debe tener un estadio, pero el otrora famoso Norte, al que un día llamaron “el que jamás tembló”, compite en las divisiones menores, en los chaquiñanes seguramente. Allá nadie sabe que un día fue un aristócrata, que fue campeón de Guayaquil en 1921, 1933, 1947, 1949 y 1952. Que fue fundado en el barrio del Astillero, que gozó de gran fama y que por sus filas pasaron cracks de la talla de Raymundo Ycaza, Samuel Petita Torres, Guillermo Muñeco Ycaza, Pedro Zambo Merizalde, Ramón Manco Unamuno, Enrique Maestro Raymondi, Carlos Pibe Sánchez, Daniel Pata de Chivo Pinto, Alfredo Flaco Bonnard, Jaime Carmelo Galarza, Fortunato Cholo Chalén y tantas otras estrellas.

Era tanta la grandeza de Norte que, habiendo quedado de colista en 1951 en el primer torneo profesional, contrató a un gran técnico nacional: Jorge Muñoz Medina, el hombre que forjó la idolatría de Barcelona. Don Jorge fichó a Bonnard —el mejor arquero ecuatoriano de todos los tiempos—, llevó a varios jóvenes del Reed Club que desertó y formó un equipazo que terminó campeón de 1952.

Para celebrar el título se trajo a Guayaquil al famoso Racing Club de Avellaneda, la Academia del Fútbol que tenía a Pedro Dellacha, Inocencio Rastelli, Palito Balay, Juan José Pizzuti y Ezra Sued. Norte puso en el Capwell a Bonnard; Luis Patón Alvarado y Rodolfo Bores; Orlando Zambrano, Rigoberto Reyes (Jorge Caruso) y Rodolfo Salatino; Víctor Venado Arteaga, Daniel Pinto, Felipe Leyton (Isidro Matute), Jorge Otoya (Hortensio Patrullero González) y Raúl Pío de la Torre.

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A los 48 minutos, De la Torre abrió el marcador, y a los 55, Patrullero aumentó la cuenta. Había delirio en las tribunas cuando Raúl Pío, vivaracho como siempre, le robó una pelota a Dellacha y puso el tercero. Fue un show magistral de los nortinos y el descuento de Rastelli no paró la fiesta. Norte venció por 3-1 y en el centro del campo hubo una fiesta que todavía se recuerda: los argentinos felicitaron a los futbolistas albos. Resulta imposible recordar sin emoción al Norte que fue, al ídolo del pueblo, al inolvidable equipo “que jamás tembló” y que hoy vaga lleno de tristeza como un noble empobrecido y andrajoso por los agrestes campos de Cotopaxi.

¿Nueve de Octubre de Cañar?

Con Nueve de Octubre pasa lo mismo, me cuenta Johnny Astudillo. Hasta que estuvo al mando Dalo Bucaram dio pelea. Después lo tomó un empresario y saben ustedes dónde juega: en La Troncal, en un torneillo que nadie sabe quién organiza. Aquel equipo que un día fue emblema de la ciudad, fundado en 1912 (no en 1926), tanto que participó en la creación de la Federación Deportiva Guayaquil (luego del Guayas) en 1922; que en 1940 ganó la Copa Guayaquil, el torneo de Federación Deportiva del Guayas y la Copa Ovomaltina; que hizo una gira victoriosa por Colombia; que tuvo valores como Enrique Moscovita Álvarez, Ignacio Molina, Galo Vargas Álava, Ricardo Valencia, Luis Drouet, Carlos Castillo, Hugo Cortez, Humberto Barreno, Armando Echeverría, Félix Pelusa Guerrero, Hamilton Cuvi y tantos notables futbolistas; que lució en sus filas a Jairzinho, campeón mundial en México 1970.

Nueve de Octubre, campeón de 1940. Foto: Archivo Ricardo Vasconcellos Rosado

El Nueve, que jugó la Libertadores en los mejores estadios de Sudamérica, milita en el fútbol de Cañar; y, lo que es más triste, ya no viste la camiseta celeste y blanco que hizo historia. Ahora luce una camiseta verde.

A Guayaquil deportivamente le queda muy poco. La Federación Deportiva del Guayas es un cadáver viviente que se vela en lujosas salas construidas con un presupuesto de más de diez millones de dólares anuales. Un presupuesto cuya inversión nadie vigila. Y los viejos equipos que antes dieron lustre a nuestro fútbol han sido secuestrados por empresarios. Estamos perdidos. (O)