El resurgimiento del tenis guayaquileño en la década de los 50 del siglo pasado no es sino un capítulo vibrante de cómo el deporte puede ser un espejo de las transformaciones sociales. Bajo la sombra inmensa de Francisco Segura Cano, ese fenómeno no solo revivió la pasión por el tenis, sino que también marcó el inicio de una era de democratización en una disciplina elitista.

La historia de Eduardo Zuleta, conocido como el Chivo, es quizás la más elocuente en ilustrar cómo el tenis en la Perla del Pacífico comenzó a romper las barreras socioeconómicas que lo cercaban.

Esa semilla que sembró Segura dio frutos, porque en esa época compareció para contar la misma historia una legión de tenistas provenientes de ascendencia orgullosamente humilde, como Miguel Olvera, Washington Suárez, Tomás Borja y Zuleta, quienes irrumpieron en nuestro deporte blanco abriendo un futuro esperanzador.

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Eduardo ‘Chivo’ Zuleta (1935-2024) es uno de los héroes del tenis de Ecuador. Foto: Archivo

Entre esos nombres es indiscutible que Zuleta sobresalió. Se inmiscuyó como pasabolas en las canchas del Tenis Club y su afición por la práctica del tenis nació luego de observar un partido de exhibición entre Pancho Segura y Pancho González. Ese duelo entre los Panchos lo deslumbró y su obsesión lo llevó a practicarlo por seis horas diarias.

Sorprendió a los directivos de esa institución por la versatilidad que tenía al golpear la pelota, y lo invitaron para que formara parte de un programa de ayuda económica y sanitaria, con la finalidad de que mejorara su muy delgada contextura. Lo envió seis meses a Riobamba para que siguiera un plan alimentario y de entrenamiento, y esto le permitió ser seleccionado por el Guayas a los 14 años.

Sus características principales de juego fueron: especialista en la línea de fondo, velocidad en los desplazamientos, estilo elegante, clásico con back a una mano. También fue fuerte en el revés con slide al ras de la net. Era capaz de alargar los rallies hasta demoler físicamente al rival.

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El periodismo guayaquileño fue impactado por estas figuras. En las crónicas de prensa escrita y relatos en las radios se ensalzaron las nuevas hazañas que iban logrando estos jóvenes, quienes se habían preparado para emular la fantástica carrera de Pancho Segura.

Foto: Archivo

Y con su despunte deportivo el Chivo se hizo querer mucho. No tenía ninguna limitación para llegar a los despachos de los gerentes generales de cualquier institución bancaria o empresa comercial y solicitar colaboración para cubrir sus entrenamientos, estadías y viajes. Los socios del Tenis Club y las utilidades que dejaban las rifas que se organizaba también le permitieron cumplir muchos de sus sueños.

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De la misma manera recibió el apoyo del famoso periodista guayaquileño Manuel Chicken Palacios, quien fue una voz influyente por muchas décadas del siglo pasado, para realizar una colecta que lo ayudó a costear los pasajes y la estadía por seis meses en Estados Unidos.

Y en Ecuador por la vía del telegrama nos enterábamos de sus victorias contra el italiano Merlo, el australiano Mulligan, el inglés Sangster, los norteamericanos Mulloy y Reed; y un triunfo muy sonado fue sobre Roy Emerson, uno de los mejores en los 60.

Luego de sus giras aparecía por el Tenis Club con las maletas llenas con artículos para la venta, que le permitían obtener dinero y así financiar sus próximos viajes. Sus amigos, con mucho cariño y entre risas, lo llamaron “el mercader”. Pocas veces se ha resaltado el buen juego en dobles con su gran amigo Miguel Olvera. Hay que recordar que esta pareja ganó las medallas de oro en los torneos bolivarianos de Barranquilla en 1961 y en Guayaquil en 1965.

En el debut de Ecuador en la Copa Davis en 1961 contra Colombia, Zuleta y Olvera ganaron el match de dobles en tres sets corridos a la pareja colombiana de William Álvarez y Alejo Cortez.

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En octubre de 1962, nuestro país tuvo una formidable participación en la famosa Copa Mitre, considerada como un campeonato sudamericano. Los juegos en dobles fueron cruciales para ganar la corona.

Se jugaron Copa Patiño (juveniles), la Copa Osorio (damas) y la Copa Mitre, que era la de mayor importancia. A Ecuador le correspondió jugar contra Chile (Patricio Apey y Patricio Rodríguez). Nuestro país ganó por 3-2.

Luego se enfrentó a Argentina (contra Eduardo Soriano y Óscar Escribano), y también se alzaron con la victoria nuestros representantes. La serie se puso 2-0 a favor de nuestro país.

El próximo encuentro de dobles era fundamental para conseguir la tan ansiada final. El nivel ofrecido por Zuleta y Olvera permitió una victoria contundente.

Aquello desató el entusiasmo en el público, que creó un ambiente de gran expectativa, porque ya estaba enterado de que el rival era Brasil, que era favorito y tenía en sus filas al joven Thomas Koch y Carlos Fernández.

El partido clave se jugó el 13 de octubre ante un escenario repleto de público. La pareja de dobles brasileña, ante la sorpresa de los espectadores, en apenas 35 minutos estuvo ganando los dos primeros sets (6-1 y 6-2). No obstante, hubo una sorprendente remontada.

Zuleta confesó que, ante la adversidad, Olvera le dijo: “Chivo, estos brasileños están confiados y es hora de asustarlos”. Y así fue que los compadres Zuleta y Olvera ganaron el tercer y cuarto set, mientras los brasileños se descomponían a nivel anímico.

El juego debió suspenderse unos minutos por un enfrentamiento del jugador Fernández con varios aficionados. El quinto set fue una inspiración conjunta de los criollos, que sellaron el partido.

Eduardo Zuleta rumbo a un torneo internacional en la década de los 60. Foto: Archivo

Alguna vez me comentó Zuleta que había ganado más de 500 torneos en su extensa trayectoria por más de 100 países. Muchos importantes y otros de segundo nivel, cuando necesitaba guardar dinero para sus interminables giras.

Y hace pocos días nos llegó la triste noticia del fallecimiento de Eduardo Zuleta. Un paro cardiorrespiratorio provocó el último viaje de una de los glorias del tenis ecuatoriano.

Hoy hemos querido recordar al gran Eduardo Zuleta desde estas dos facetas, la humana y la deportiva. Como ser humano, después de su muerte me quedo con este pensamiento: “En la vida el cálido resplandor de la nostalgia invoca a tener siempre presentes estos imborrables recuerdos”. Paz en su tumba, querido Chivo. (O)