Cada vez que visito a mis amigos Luis y Kevin Romero y Stalin Rueda, seguidores apasionados de Emelec, no puedo dejar de preocuparme por su estado de ánimo. En la mirada se nota abatimiento y tristeza. Los tres me lanzan una interrogante, mezcla de decepción y angustia: “¿Usted cree que nuestro equipo se salvará del descenso?“. Yo trato de inyectarles algo de ánimo y les doy argumentos en los que ni yo mismo creo, pero ellos no abandonan ese gesto de desaliento que provoca la mala campaña de los eléctricos.

Como mis amigos, la legión de hinchas de la divisa otrora poderosa hurgan en la historia para hallar algún consuelo. Emelec nació grande hace cien años. Se trata de un suceso que algunos han tratado de borrar, pero no lo han conseguido: está en las páginas de los diarios de la época. La Empresa Eléctrica del Ecuador se estableció en Guayaquil en 1925 gracias a un contrato con la Municipalidad para la provisión del servicio eléctrico. Desde el inicio de las labores, funcionarios, empleados y obreros decidieron que había que intervenir en los torneos deportivos de la ciudad. En junio se creó un equipo de fútbol llamado Emelec que fue inscrito en el torneo de la Unión Deportiva Comercial y tenía tanta calidad que llegó a la final para vencer a su rival, Anglo Ashton, y clasificarse campeón. Ese fue el primer título de Emelec.

En 1926 llegó a nuestra ciudad en calidad de superintendente de la empresa el neoyorquino George Lewis Capwell, quien había sido un destacado atleta, basquetbolista, rugbier y nadador en su tiempo universitario. En la Zona del Canal, en Panamá, había repetido su brillante campaña deportiva. En Guayaquil encontró una ciudad en la que se practicaban todos los deportes conocidos y había reuniones deportivas de lunes a domingo gracias al gran trabajo desplegado por Manuel Seminario Sáenz de Tejada en la Federación Deportiva del Guayas (un siglo después sigue existiendo la federación, pero en Guayaquil no se practica ningún deporte).

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Contagiado por tanto entusiasmo, Capwell empezó a entreverarse con los basquetbolistas y encontró entre ellos a varios empleados de la Empresa Eléctrica, como Aníbal Santos, Lauro Guerrero, Víctor Hugo Peñaherrera, Januario Palacios y muchos más. Empezó a bullir en su mente de gran deportista y organizador la idea de fundar un club con el personal de la empresa. En 1929, el ideal de Capwell cristalizó y nació el Club Sport Emelec, una entidad con estatutos y personería jurídica que se afilió a la Federación Deportiva del Guayas. El primer torneo en el que intervino fue el de baloncesto, con Capwell de capitán, y para regocijo de la naciente fanaticada Emelec logró clasificarse campeón. Fue el primer título conseguido ya como club.

Emelec fue un ejemplo de poderío deportivo y organización. En esto último, Capwell era un maestro que predicaba con el ejemplo. Habilitó una elegante sede social; alquiló la sede con paredes de caña y cancha de cemento del Guayaquil Tenis Club para practicar básquet; instaló en el local de la empresa un ring de boxeo; hizo levantar un rústico diamante de béisbol en el American Park y en 1931 inauguró una piscina de 25 metros a un costado de la planta eléctrica. Implantó una férrea disciplina entre los deportistas. Los que querían ser socios del club debían rendir una prueba de suficiencia: subirse al ring y combatir en tres asaltos con el rival que el gringo señalara. El inolvidable Jojó Barreiro me contó una tarde que, cuando Capwell lo conquistó para que pasara a Emelec, su condición de mejor pícher de la ciudad no lo libró de la prueba de boxeo. Jojó era considerado uno de los mejores puñetes de Guayaquil, pero le pusieron una prueba muy dura: subir al ring con el campeón liviano de cuatro temporadas seguidas: Ruffo López. El campeonato de quiño callejero no le sirvió a Jojó: en dos rounds su rival lo estaba masacrando; en el tercer asalto, cuando empezaron a caerle los golpes, Jojó se sacó los guantes y le cayó a puñetes y chalacazos a Ruffo López. Capwell subió al encordado y paró la pelea.

Dije que Capwell predicaba con el ejemplo. Corpulento y vigoroso, jugaba básquet, nadaba, era ornamentalista, era el cácher irremplazable en la novena beisbolera y, según Jojó, una vez en el ring de Emelec retó a hacer guantes a Francisco Quacker Jaramillo, quien lo pescó mal parado y lo tumbó. El gringo no volvió a pisar un ring.

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Durante décadas, Emelec fue siempre un grande en todos los deportes. Era un símbolo del poderío deportivo guayaquileño y nacional. En el fútbol logró su primer campeonato en la serie de honor en 1946 y repitió en 1948. Ese año fue escogido para representar a Ecuador en el Campeonato de Campeones de América realizado en Chile, considerado el antecedente de la Copa Libertadores de América. Por sus filas pasaron en esos años cracks de la talla de Marino Alcívar, el Rey de la Media Vuelta, Enrique Moscovita Álvarez, Jorge Chompi Henriques, Luis Chocolatín Hungría, Félix Leyton Zurita, Félix Tarzán Torres y muchas otras grandes figuras.

Emelec fue el gran propulsor del profesionalismo al encabezar la fundación de la Asociación de Fútbol del Guayas en 1950, con sus grandes campeonatos y los destacados jugadores nacionales y extranjeros que llenaron los clubes. Emelec optó por la línea de exquisitez y elegancia del balompié del Río de la Plata. Así, pasaron por el club Atilio Tettamanti, Juan Avelino Pizauri, Luis Alberto Pérez Luz, Héctor Pedemonte, Eladio Leiss, los hermanos Larraz, Carlos Raffo, Jorge Caruso, Henry Magri, Lucio Calonga, Eduardo García, Rubén Beninca, Carlos Horacio Miori, Roberto Pibe Ortega y un centenar de valores de gran calidad. Aparte, sus extraordinarios jugadores nacionales, como Cipriano Yulee, Raúl Arguello, Jaime Ubilla, Jorge Pibe de Oro Bolaños, José Vicente Loco Balseca, Rómulo Gómez, Enrique Raymondi, Bolívar Merizalde, Galo Pulido y muchos más, le dieron catorce títulos nacionales, cinco de la Asociación de Fútbol y dos de la Federación Deportiva del Guayas.

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Hasta hace poco —en la era Nassib Neme— era siempre el favorito. Hasta que Neme decidió alejarse del club y Emelec emprendió camino hacia los abismos. Hoy está en terapia intensiva y entubado. Su destino parece ser el cuadrangular de descenso, porque sus contrataciones no entusiasman a nadie. Son jugadores muy conocidos en la casa a la hora del almuerzo. Su esperanza está en el peruano Christian Cueva, un jugador de condiciones, pero que rinde más en las discotecas y las comisarías que en el verde césped. Acaba de pedir una villa en Samborondón que tenga piscina, jardines, jacuzzi y más lujos. Es apenas un seleccionado de Perú, colista de la eliminatoria, pero en exigencias supera a Cristiano Ronaldo y Luis Miguel. El maestro Fernando Paternoster, crack de dimensión mundial, Lupo Quiñónez, el uruguayo Cirilo Fernández, el paraguayo Lucio Calonga y muchos otros verdaderos grandes se hospedaron y vivieron en la concentración del estadio Capwell. También los dirigentes eran otros; si no, recuerden estos nombres: Antonio Briz, Munir Dassum, Otón Chávez. (O)