El partido programado como quinto en esta larga y complicada eliminatoria al Mundial 2026, donde América del Sur colocará seis selecciones directamente y tiene una plaza más si supera el repechaje, hace de este un torneo generoso, pero no deja de ser complicado y muy disputado, sin que el grado de disputa necesariamente tenga relación con un alto nivel futbolístico. De los diez combinados, no más de tres –que son tradicionales– tienen un boleto seguro. El resto hasta el momento muestra un fútbol mezquino y de bajo nivel de juego. Y en ese grupo se ubica nuestra Selección.

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Lamentable. Pese a tener un grupo humano, este no está bien conducido. De estarlo podría convertirse en una selección que contienda con el nivel mostrado en las eliminatorias de Inglaterra 1966 y la que jugó el Mundial 2006 en Alemania. En el análisis del rendimiento de la Tricolor debemos incluir la última decisión del Tribunal Federal de Suiza, que confirmó la deducción de los tres puntos con que el TAS castigó a la FEF. Ambos organismos recalcaron que el fundamento de la sanción se debía a que “la FEF se comportó mal”, porque “sin perjuicio de la información y pruebas documentadas a su disposición sobre el jugador dudoso (Byron Castillo), decidió correr el riesgo de convocarlo” para que jugara algunos partidos eliminatorios rumbo a Qatar 2022.

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La denominada faux intellectual (falsedad intelectual) fue clave para que el TAS, en resolución constante en 86 páginas, emita su laudo arbitral que hace pocos días ratificó el Tribunal Federal Suizo. Además de las multas, queda deteriorada la imagen del fútbol de Ecuador. La sanción también influye en la parte competitiva, porque pesa. Es una mochila pesada para los jugadores y cuerpo técnico de la Selección y para la afición, que observa la tabla de posiciones que de momento nos ubica en el grupo de equipos que han mostrado un fútbol mediocre y con pocas opciones de clasificar al Mundial.

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Félix Sánchez Bas, ¿y el estilo para cuándo?

Es obligatorio el análisis sobre el irregular rendimiento de la Selección, que es constante, porque ha generado descontento en la prensa y en la afición ecuatoriana. Existen razones que pasan factura, y la principal tiene como gran responsable al español Félix Sánchez Bas, quien demuestra lo poco que conoce la idiosincrasia y personalidad de los jugadores ecuatorianos; tampoco el grado de dificultad de las eliminatorias sudamericanas. Al margen de esas limitaciones, el grupo español que conduce a la Selección no halla ni la identidad ni el estilo. No se ha podido ver un fútbol fluido y atildado en nueve partidos, incluyendo los amistosos.

Sánchez Bas trabaja en Sudamérica y comete un error conceptual. En esta región, los equipos que sobresalen son los capaces de aprovechar mejor las características innatas de los jugadores. Por ejemplo, el futbolista ecuatoriano es físicamente privilegiado y con aceptable técnica. Esa mezcla no la ha explotado.

Las evidencias sobran. Al equipo nacional no le dura más de 15 minutos la posesión y autoridad en cancha; rápidamente pierde la tenencia de la pelota, y esa dificultad tiene una razón de peso: la Tricolor es un laboratorio. Las alineaciones difieren sorpresivamente de un partido a otro, y sin explicación cambia de estrategia y también el planteamiento táctico.

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Además, Sánchez Bas no tiene una buena lectura de los partidos y, por aquello, los cambios tampoco han fortalecido al equipo.

No entiende Sánchez Bas que los momentos más celebrados de nuestra Selección, en los últimos 20 años, coincidieron con jugar con una alineación básica, tanto así que el aficionado la repetía de memoria. Algo más que incumple el cuerpo técnico es que nos ofreció un estilo de juego que hiciera disfrutar, que priorizara la posesión, el desgaste del rival y las progresiones en bloque. Todos estos atributos han quedado en puro argumento teórico, como los del libro del periodista Martí Perarnau (La evolución táctica del fútbol).

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En la práctica, todavía Sánchez Bas sigue en deuda, y lo que más nos cuesta entender es por qué sucede aquello si no le faltan jugadores con las características técnicas para desarrollar un fútbol más orgánico. Todos estamos convencidos de que hoy, más que nunca, Ecuador posee suficientes jugadores para ubicar a la Selección entre las mejores del continente. Para mí, es el gran culpable de que la Tri no tenga contundencia ni juego sostenido. Eso se observó en el partido jugado en Maturín (0-0, en Venezuela) el jueves pasado.

No queremos insistir en que ya es hora de que nuestra Selección, considerando los elementos con que cuenta y sus condiciones, debería tener una disposición táctica adecuada y estar más cerca que distante de encontrar un estilo y su identidad matriz. Al menos debería acercarse a un equipo dispuesto a competir con un nivel adecuado, vistoso, fluido, así los resultados sean o no a favor.

Lamentablemente, hasta el momento lo único que se puede asegurar es que Sánchez Bas es conformista, calculador, resultadista y poco atrevido. Que sustenta la obtención del punto en Venezuela en un sector defensivo difícil de vulnerar. Pero es un equipo que poco propone y cuya zona de gestación es muy limitada.

El muestrario más cercano fue contra Venezuela, donde hubo un abanico de contradicciones: 1) Jugó con un equipo diferente. 2) Planteó un esquema defensivo con línea de cuatro y no de tres, como nos había acostumbrado. 3) Esa disposición de línea de cuatro sirvió para clausurar el desborde ofensivo al ubicar a Piero Hincapié y a Júnior Sornoza como lateral y volante por izquierda. 4) José Cifuentes y Alan Franco mostraron voluntad, pero sin conocer cuál era su misión en cancha. 5) Enclaustró a Moisés Caicedo como número 5 clavado y no trascendió en todo el primer tiempo; recién en el segundo lució acercándose al área rival (posiblemente este sea el cambio más importante del DT Sánchez Bas). 6) Abandonó a su suerte a Kendry Páez, sin que nadie pueda asociarse en su aporte. 7) Hizo ingresar a Leonardo Campana en remplazo de Kevin Rodríguez, a quien equivocadamente usó de 9 y quien por propia decisión se desplazó a su posición tradicional: los extremos.

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En fin, podríamos enumerar muchas más las deficiencias en las misiones de los jugadores, pero lo que nos llena de dudas a estas alturas es que el técnico siga improvisando, que tenga un laboratorio abierto, que su propuesta sea poco propositiva. Por ejemplo, cómo es posible que, siendo tan notorio que Venezuela se sentía satisfecha con el empate, la selección ecuatoriana coincida con igual limitada aspiración.

El próximo martes, en Quito, se viene un juego con un disminuido Chile. Es hora de que Félix Sánchez Bas demuestre los conocimientos que nos advirtió Francisco Egas que el español tenía. El directivo dijo que íbamos a dar un salto de calidad con la contratación del entrenador de la Tri.

A nosotros nos corresponde ser críticos, pero con un sustento argumental debidamente comprobado. Si quiere mejorar, le sugerimos al DT que cierre el laboratorio y sea más lógico con el fútbol que nuestra Selección debe exhibir. Ahí nos convenceremos de que fue un acierto su contratación. (O)