Lo dijo alguien en un programa radial muy popular. Se trata, evidentemente, de una exageración producto de la inexperiencia y de haber visto poco fútbol. Los jóvenes opinadores de hoy carecen de formación ideológica porque han adoptado los conceptos que predominan hoy: correr, presionar, obstruir. “El equipo es muy bueno porque defiende bien”, suele ser un concepto común, o “el equipo atacó poco, pero corrió, aplicó el pressing y tácticamente fue impecable”.

Los más veteranos, que hemos visto mucho más fútbol, nos preguntamos: ¿y el juego? ¿Algunos de estos jovencitos hablan alguna vez del juego? Nunca; se habla de otros elementos predominantes en el fútbol que son contrarios a la estética de la que disfrutábamos antaño (como el Brasil de 1958 y 1962; los de 1982 y 1986 que dirigió Telé Santana; y, obviamente, el Barcelona de Pep Guardiola). Qué es jugar bien es una discusión universal.

Nos cansamos de oír que un equipo “jugó bien” porqué impidió el funcionamiento del rival, pero pocos reparan hoy que esa táctica generalmente impide que el equipo propio funcione en la tarea de buscar la valla contraria para meter el balón ahí. Cuando escucho aquello pienso que nadie definió este concepto mejor que Jorge Valdano, campeón del mundo en 1986, lo que aclaro porque en nuestro medio hay tanto charlatán que emborracha a la audiencia con discursos esotéricos y ridículos. Lo puse en una columna en diciembre del 2014 y pensé que ya no había que repetirlo porque había sido asimilado por los comentaristas de hoy que quieren ilustrarse y que son muchos. Dijo Valdano: “Cada lugar del campo tiene su velocidad y su dificultad, todos tocan y se ofrecen. El bordado empieza desde atrás, donde hay que asegurar la salida sin riesgos. El medio centro distribuye con sentido común; los medios de los lados pasan la raya de banda y se muestran en diagonal. El cuarto centrocampista es el transgresor que intenta cosas raras para arriesgar la búsqueda del gol y todos juntos se suman al delantero en la llegada. Maravilloso. ¿Ah, sí? Entonces no pregunte más qué es jugar bien”. ¿Será necesario ponerlo otra vez?

Publicidad

Otra arista que puso en discusión Mario Aguirre, mientras veíamos el partido en la pantalla gigante del acogedor Guayaquil Tenis Club, junto a Clímaco Cañarte, leyenda del fútbol nacional; Mario Ayora, que ha visto y tiene en su memoria mucha historia; Nicanor Moscoso, Jorge Rivadeneira y Jorge Orellana es si este Barcelona es la mejor formación de las que llegaron a semifinales de Copa Libertadores. La conclusión fue unánime: hubo otras mucho mejores. La historia del ídolo del Astillero en esta fase no es muy halagüeña: de 27 apariciones en la Copa, en nueve fue semifinalista (1971, 1972, 1986, 1987, 1990, 1992, 1998, 2017 y 2021). Sin dudas la más brillante semifinal fue la de 1990, pero en algunas otras tuvo equipos de alta jerarquía.

Hablemos de la de 1971, la primera que jugó Barcelona, en un formato distinto al actual. Imposible no recordar al jugador nacional de mayor fama mundial, Alberto Spencer, y al más técnico y de mayor talento creativo: Jorge Bolaños. Al lado de ellos, extranjeros que aún hoy se añoran: Luis Alayón, Jorge Phoyú, Édison Saldivia, Pepe Paes, Pedro Jet Álvarez, Gerson Teixeira y el inolvidable sacerdote vasco Juan Manuel Bazurko, autor del gol en la Hazaña de La Plata. Rodeaban a estos astros Washington Muñoz, goleador histórico del club; Vicente Lecaro, Luciano Macías, Walter Cárdenas, Miguel Ángel Coronel, Juan Madruñero, Héctor Menéndez, Juan Noriega y la conducción del afamado Otto Vieira.

En 1972 tuvo el mismo plantel, con el fichaje de Pedro Perico León, uno de los jugadores peruanos de mayor fama planetaria; el paraguayo Celino Mora, seleccionado de su país; y el diminuto goleador Nelsinho, más la feliz aparición del marcador de punta Víctor Peláez. El Barcelona de 1990 fue el que con mayor esplendor llenó la historia oro y grana.

Publicidad

Combinó juventud y experiencia. Tenía en el marco a Carlos Luis Morales, quien llenó la memoria con capítulos brillantes. Su defensa era un valladar para los ataques rivales: Jimmy Izquierdo, Jimmy Montanero, Wilson Macías, Freddy Bravo, Julio Guzmán. En la medular alineaba el jovencito Johnny Proaño con el campeón mundial Marcelo Trobbiani (tenía la misma edad que hoy Damián Díaz, pero jugaba a buen ritmo los 90 minutos y era un número 10 auténtico), y el uruguayo Mario Saralegui, repleto de calidad. En la vanguardia formaban Carlos Muñoz, Manuel Uquillas (goleador de verdad) y el uruguayo Beto Acosta. Este plantel dejó en semifinales al lujoso River Plate de Fabián Basualdo, José Tiburcio Serrizuela, Leonardo Astrada, Carlos Enrique, Ramón Medina Bello, Rubén Da Silva y otros astros.

En el partido de vuelta en el Monumental, Morales le atajó, como en la ida, un penal decisivo a Serrizuela. Fue una épica jornada que produjo la mayor emoción en el balompíé porteño hasta hoy. Un arbitraje perverso del argentino Juan Carlos Loustau en el Monumental privó a Barcelona de ganar la Libertadores.

Publicidad

Otro buen equipo semifinalista fue el de la Copa en 1992. Barcelona incorporó un año antes a un excelente número 10: Rubén Insúa, con pasado en su selección, San Lorenzo, Estudiantes, Las Palmas e Independiente de Avellaneda. También tenía al albiceleste Pedro Damián Monzón, subcampeón del mundo en Italia 1990, el argentino Ángel Bernuncio y el brasileño Gilson de Souza. Con ellos estaban José Cevallos, Montanero, Raúl Noriega, Carlos Muñoz, José Gavica, David Bravo. Le tocó en semifinales el afamado Sao Paulo de Telé Santana con el que perdió en Morumbí 3-0, pero lo venció en el Monumental 2-0. Se quedó fuera por diferencia de gol.

El de 1998 llegó a la final, pero carecía de la calidad del de 1990, pese a tener jugadores notables como Luis Capurro, Hólger Quiñónez, Montanero, Marcelo Pepo Morales, Nicolás Asencio. El equipo que cayó ante Flamengo tiene un mérito: dignidad, actitud para encarar el reto de la Copa, en la que dejó en el camino a algunos grandes. Sus dirigentes se propusieron formar un plantel competitivo, pero se enfrentaron a la imposibilidad de hacer fichajes de rango superior.

Barcelona carece de figuras influyentes en el juego y los que tenían esa virtud ya no están en condiciones físicas de aportar mucho. Ya cumplieron su ciclo. Los 20 primero minutos de visita ante Flamengo mostraron la incapacidad de sus delanteros para hacer goles. Su mediocampo ni crea ni obstruye y su defensa da muchas ventajas. Solo el arquero Javier Burrai se salva. A los demás los salvan las exageraciones periodísticas. El equipo que alguien calificó de “maravilloso” quedó fuera de la final, le hicieron cuatro goles y no marcó ninguno. Se esforzó, no se entregó, pero cayó ante un adversario que lo superó en todas las fases del juego. (O)