La reciente Copa América celebrada en los Estados Unidos ha dejado un sabor amargo entre los aficionados al fútbol. Este torneo, que años atrás era un escaparate de orgullo y excelencia futbolística sudamericana, ha evidenciado una preocupante desviación de sus raíces y tradiciones.

Desde su inauguración en Atlanta, el torneo estuvo plagado de controversias. Uno de los momentos más críticos fue cuando el pastor paraguayo Emilio Agüero, durante un discurso oficial, pronunció mensajes religiosos que generaron un intenso debate. La Conmebol, encabezada por su presidente, Alejandro Domínguez, permitió y convalidó estas declaraciones, desafiando abiertamente las normas de la FIFA que prohíben mensajes políticos y religiosos en eventos deportivos. La situación alcanzó niveles insólitos con la presencia del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, quien aparentemente aprobó las palabras de Agüero.

Esta flagrante violación de las reglas de la FIFA plantea una pregunta crucial: ¿tomará alguna medida el máximo organismo del fútbol contra la Conmebol? La respuesta parece ser negativa, reflejando una preocupante falta de responsabilidad y transparencia.

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Más allá de esta polémica, el torneo demostró la escasa importancia que le otorgó el país anfitrión. El comité organizador no pudo cumplir con los estándares mínimos necesarios para un evento de esta envergadura, lo cual quedó evidenciado en la pobre calidad de la organización y en la indiferencia del público local.

Y es innegable que la Conmebol ha priorizado los intereses económicos sobre el espíritu deportivo. La decisión de organizar la Copa en Estados Unidos y de invitar a selecciones de la Concacaf, que no están a la altura competitiva de los equipos sudamericanos, fue un claro intento de generar mayores ingresos. Sin embargo, esto solo contribuyó a la mediocridad del torneo, contrastando negativamente con la Eurocopa, organizada por la UEFA en Alemania durante el mismo periodo.

Otra de las críticas más severas recayó sobre las canchas donde se disputaron los partidos de la Copa. Este era un problema que los organizadores conocían de antemano. Sabían que muchos de los estadios utilizados regularmente por la NFL (Liga Nacional de Fútbol Americano Profesional de los Estados Unidos) emplean césped sintético en 15 de sus 30 estadios, algo contrario a las exigencias de la Copa, que demanda césped natural.

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Aquella situación obligó a instalar paneles de césped natural antes de los partidos, lo que resultó en juntas desniveladas. Además, se permitió jugar en dimensiones que no correspondían a las medidas mínimas reglamentarias. Las quejas que persistieron por parte de jugadores y directores técnicos sobre estas serias anomalías fueron ignoradas.

También se sumaron las altas temperaturas que los equipos tuvieron que soportar durante los entrenamientos, sin que nadie mostrara preocupación. La Copa además presentó partidos con poca asistencia, debido tanto al bajo nivel futbolístico como a los altos precios de las entradas, lo que resultó en una baja concurrencia y proyectó una imagen pobre para un evento futbolístico de tan alta relevancia continental. Es incuestionable que organizar un torneo en Estados Unidos implica el riesgo de que no tenga mayor trascendencia en los medios de comunicación locales, que ofrecieron poca o ninguna relevancia debido a la falta de tradición futbolística entre los aficionados estadounidenses. Además, la organización no brindó las facilidades necesarias a los periodistas acreditados, una condición obligatoria que, lamentablemente, fue insuficiente.

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Por si fuera poco, el incidente en el que jugadores uruguayos se trenzaron a golpes con aficionados colombianos fue uno de los sucesos más escandalosos que la Copa mostró al mundo. Pretextos y excusas sobrarán para defender la causa en el momento de juzgar estos incidentes bochornosos. La tan anunciada final entre Argentina y Colombia también estuvo plagada de escándalos mayúsculos, como los graves incidentes producidos por aficionados sin entradas que, aprovechando la falta de anillos de control de seguridad, provocaron una avalancha que obligó a los organizadores a abrir las puertas de emergencia. Esta medida urgente se tomó debido a la gravedad de la situación, causando un retraso de más de hora y media en el inicio del partido.

Otro vergonzoso incidente transmitido al mundo entero fue la violación del reglamento del intermedio, cuando el show de Shakira se extendió por 25 minutos. En conclusión, esta Copa será recordada no solo por el fútbol, sino por una serie de fallas de organización y escándalos que empañaron lo que debería haber sido una celebración del rey de los deportes en este continente.

Otro escándalo fue protagonizado por Ramón Jesurún, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, y su hijo, quienes agredieron a los guardias encargados de controlar el ingreso al campo de juego. Puso en tela de juicio la integridad del fútbol sudamericano. Sin portar las credenciales necesarias, ambos fueron detenidos y enfrentaron cargos por agresión agravada, aunque fueron liberados tras pagar una fianza.

La pregunta que muchos nos hacemos es: ¿tomará la Conmebol medidas disciplinarias contra el dirigente colombiano? Es poco probable, dado el historial de indiferencia de la organización frente a faltas de esta magnitud.

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En contraste, el director técnico de la selección uruguaya, Marcelo Bielsa, no dudó en expresar su indignación. En una conferencia de prensa, criticó duramente a la Conmebol, señalando la mala calidad de las canchas y la falta de disculpas por parte de la organización, a la que calificó de “plaga de mentirosos”. Ante sus declaraciones, se intentó suspender la conferencia, a lo que Bielsa se negó rotundamente. Además, afirmó que EE. UU. impulsó el FIFAgate con el FBI debido a que sus intereses estaban siendo atacados, y concluyó con una contundente denuncia de “cacería de brujas”.

La reacción de la Conmebol fue inmediata: se abrió un expediente disciplinario contra Bielsa por sus críticas, evidenciando una preocupante disparidad en el tratamiento de los casos. Mientras las agresiones de Jesurún parecen quedar impunes, las críticas constructivas enfrentan sanciones.

En el ámbito deportivo, la selección argentina se alzó con el título, demostrando que la experiencia y la mentalidad ganadora pueden prevalecer incluso cuando el equipo no está en su mejor momento. La selección colombiana, a pesar de ofrecer el mejor fútbol del campeonato, careció de la convicción necesaria para consagrarse campeona. Es inevitable comparar la Eurocopa con la Copa América. Mientras la Euro destaca por su organización y competitividad, esta Copa revela carencias estructurales y una gestión mediocre.

Es hora de que la Conmebol reflexione sobre sus prioridades y tome medidas concretas para mejorar la transparencia y equidad en el balompié sudamericano. No podemos seguir tolerando la impunidad y el desorden en uno de los eventos más importantes del deporte a nivel continental. (O)