La Sudamericana siempre fue la hermanita menor de la Libertadores, pero ha crecido, está linda y todos la quieren. ¿Por qué…? Porque los rivales son menos poderosos que los de la Libertadores y las recompensas que otorga son múltiples y demasiado atractivas. Para empezar, el título. Toda corona internacional proporciona reconocimiento (Independiente del Valle es un fresco ejemplo), aporta grandeza, valoriza a los futbolistas del campeón, levanta la autoestima de su gente. Y luego por los suculentos premios que reparte. Que en esta edición se aumentaron un 30%. El campeón se llevará, en total, 8.600.000 dólares. Que pueden trepar a nueve o más porque, desde este año, cada partido ganado en la fase de grupos tiene un premio adicional de 100.000 dólares. Y las taquillas como local, desde luego.