En Argentina se discute (y en general se aprueba) si la actual es la mejor selección de su historia. En Colombia, lo mismo. Significa que estamos frente a dos formidables equipos. Por extensión, esto nos lleva a pensar que veremos una superfinal, y no solo atractiva, también menos bélica que los duelos de Colombia ante Brasil y Uruguay. No más amable, sí más civilizada. Y mejor jugada.

Finales hay muchas, siempre llegan dos, algunos buenos, otros no tanto. Acá ambos son inmejorables: el campeón mundial de un lado, el mejor del momento del otro. Preguntamos comedidamente: ¿quién en el mundo juega hoy mejor que Colombia…? ¿España…? Lo vemos a la par. ¿Quién más…? No avizoramos. En el último año y medio la máquina de Néstor Lorenzo derrotó a Alemania, España, Rumania, Japón, Brasil, Uruguay, México, Estados Unidos… A todo lo que le salió al paso. Y con fútbol, atacando, convenciendo. El largo invicto habla de la personalidad: no les gusta perder.

Es, pues, la final soñada. Y ojalá sea la imaginada, de juego brillante y ganador indiscutible. Pero no llegan igual. La parábola de ambos apunta en sentido contrario. La flecha de Argentina está en bajada, la de Colombia, en subida. Son los momentos de los equipos. Acontece en toda actividad humana: luego de que se llega al cenit comienza el descenso. Y Argentina hizo cumbre al alcanzar la corona en Qatar. El carácter de sus jugadores, los puntos altos como Messi, Dibu Martínez, Cuti Romero lo mantuvieron en un nivel competitivo considerable, que en números impresiona: ha perdido solo 2 de sus últimos 61 partidos. Encabeza la clasificatoria para el 2026 y ha llegado sin derrotas a esta definición. De modo que, respeto.

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Sin embargo, ha bajado su producción. Todos los partidos le cuestan. Le cuesta Canadá, le cuesta Chile. Se dice que llegó a la final por la ruta de la seda (Chile, Perú, Ecuador y Canadá), pero nadie pensó que Perú y Chile serían tan famélicos (no marcaron un gol) y Ecuador no tiene nada de sedoso. Sus defensas y delanteros son atletas que cumplen el lema olímpico: más rápido, más alto, más fuerte. Los canadienses, igual.

Esta Argentina modelo 2024 genera menos situaciones de gol y pasa algunas zozobras atrás. Ha perdido frescura, su circulación de pelota, esas combinaciones de pases que fueron su virtud y fortuna no se dan tan seguido ni con aquella fluidez. Falta chispa en la media cancha, que es la cocina del fútbol. No están finos algunos de sus elementos clave como Mac Allister, aunque levantó en el último juego. Le va decididamente mal a Enzo Fernández, parece desgastado De Paul. Lo bueno, Messi está un poco mejor físicamente y, sin molestias, hace diferencia siempre.

Su fuerte: aún mantienen el hambre de gloria. Scaloni, un joven sabio, magnífico conductor de grupo, ha logrado preservar el ojo del tigre de la tropa, su idea futbolística está internalizada y, como dice Messi, “una final es un partido aparte”. Todo puede suceder. Es altamente probable que salga con Dibu en el arco; Montiel, Romero, Lisandro Martínez y Tagliafico en defensa; De Paul, Mac Allister y Enzo Fernández (porque no hay otro) al medio; Messi, Julián Álvarez y Di María para lastimar.

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Es fácil advertir que los once son del Mundial. No ha habido recambio. Scaloni ha llamado y probado una docena de nuevos, ninguno dio el nivel para meterse en el equipo. O sea, a veinte meses de la final ante Francia, tienen que seguir los mismos. Pero, cuidado, este perro muerde. Saben que están a un escalón de enhebrar un collar histórico: Copa América - Mundial - Copa América. Dejarán la sangre en el intento.

Colombia tuvo un día menos de descanso y viene de dos partidos volcánicos ante Brasil y Uruguay. Podría jugarle en contra, pero tiene a favor el optimismo, el jugador número doce. Una pastilla de optimismo quita el cansancio, los dolores, todo.

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Es un equipo fenomenal. Si hoy fuera el Mundial, nos atreveríamos a decir que está para campeón. Respetamos todas las opiniones y adoramos el pasado, pero esta es la mejor selección Colombia que este cronista vio. Tiene todo: juego, garra, fuerza, mente, carácter, gol, individualidades, pasión. Puede revertir un resultado. Es un extraordinario finalista como no se da en todas las ediciones. El que mejor ha jugado en esta Copa. Una posible victoria sería consagratoria para el fútbol colombiano, ingresaría en otra dimensión.

Colombia, por sí solo, puede hacer un top seis de los mejores del torneo: James Rodríguez, Jefferson Lerma, Muñoz, Dávinson Sánchez, Mojica y Lucho Díaz. La carga de estos muchachos es que necesitan concretar, levantar la Copa. Es casi obligatorio. Eso sí puede pesarle. Argentina deberá cuidarse de una fórmula letal de Colombia: los centros de James y las cargas de la fuerza aérea: Lerma, Dávinson y Córdoba. No tiene gente alta Scaloni, el que sacaba todo de arriba era Otamendi, pero ahora está grande y es suplente, ya va para 37. Se puede llegar a impedir que James levante centros en jugadas, en pelotas paradas no. Colombia lamentará la ausencia de Muñoz, un lateral de novela, el mejor del torneo, pero no tanto, Santiago Arias es un férreo marcador también. No hay secretos: es casi un hecho que Colombia saldrá con Vargas; Santiago Arias, Dávinson, Cuesta y Mojica (jugó el partido de su vida ante Uruguay); Richard Ríos y Lerma; John Arias, James Rodríguez y Luis Díaz; John Córdoba.

Junto con Xabi Alonso en el Bayer Leverkusen, Scaloni y Lorenzo son los dos máximos descubrimientos técnicos a nivel mundial. No hay mejores. Los dos tienen un estilo similar: estimular el buen fútbol, presionar alto y jugar en campo contrario. ¿Quién lo logrará…?

Sensaciones… Están cincuenta y cincuenta. Puede que Scaloni vuelque a Di María por derecha para contener las subidas de Mojica, que, si se junta con Luis Díaz, complicarían en exceso a Montiel. Este ya tendrá demasiado con parar a Lucho. Puede que De Paul encime a James para coartarle libertad. Argentina debe impedir los centros. Por esa vía lo complicaron Ecuador y Canadá. La movilidad de Julián Álvarez hará que Cuesta y Dávinson también se cuiden atrás. Colombia tiene un biotipo físico superior a Argentina y eso gravita en las divididas, en el salto, en la carrera. Quizás la única ventaja de Argentina hoy es que, si empatan y van a penales, tiene a Dibu Martínez, un gigante del arco con tremenda influencia psicológica sobre rivales y compañeros, sobre el escenario mismo.

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Está todo dado para que veamos una final inolvidable. Incluso mejor que la de Europa. Ojalá, prestigiaría al fútbol sudamericano. (O)