El fútbol está asistiendo a un extraordinario auge de los grandes goleadores en todo el mundo: Haaland, Lewandowski, Cristiano, Messi, Lukaku, Suárez, Falcao, Mbappé, Benzema… Ibrahimovic y Agüero alejados un tiempo por lesión... Incluso Neymar, a quien habitualmente no se considera goleador pero ya toca los 400 goles (van 399) y seguro hará cien o doscientos más, le dan los años y la calidad. Cavani (422)… No hay partido que no se anoten. Toda la vida hubo delanteros letales: Puskas, Di Stéfano, Pelé, Eusebio, Spencer, Gerd Müller, Cruyff, Romario, Zico, Kempes, Hugo Sánchez… Pero sólo algunos fueron contemporáneos entre sí. Ahora estamos viendo trece o catorce artilleros que comparten época y todos lucen encendidos.

“Hubo otros: el Gordo Ronaldo, Zamorano, Salas, Vieri, Adriano, Raúl y puedo continuar”, nos dice Karib Gómez, un seguidor en Twitter. “Batistuta, Kluivert, Del Piero, Crespo, Trezeguet, Henry, Van Nistelroy…”, agrega Miguel Tolmos en la misma red social.

Buen aporte. Pero la mayoría de los que nombran dichos lectores están a cientos de goles de los actuales. Ejemplo: Adriano se retiró con 197 goles. Cristiano anotó 790, Messi 752, Ibrahimović (564), Lewandowski 544, Suárez 508… Haaland, que recién está empezando, suma ya 175 impactos. Los otros fueron buenos, pero con cifras muy inferiores. Y los enunciados al inicio continúan en actividad, pueden aumentar sus números. De hecho lo hacen semana a semana.

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Amigos el gol hubo toda la vida, sin embargo el fenómeno actual no pasó en otra época del fútbol. Lo que no deja de ser notable porque hoy los dispositivos defensivos son muy superiores a los de antaño. En los tiempos de Puskas, Di Stéfano, Pelé, Eusebio, atacaban cuatro y defendían tres, y había enormes espacios, y tiempo para resolver y ejecutar. Tampoco existía la presión. Hoy es todo al revés. Pocos atacantes, muchos defensas, la presión impide maniobrar con libertad, menos huecos por donde pasar. Y hasta el equipo más ofensivo pone sus once hombres a defender en el área en cada córner o tiro libre en contra. Antes, ni remotamente bajaban los delanteros a marcar, se quedaban arriba esperando. Alfredo Di Stéfano cuenta en su autobiografía Gracias, Vieja que, por sus características y afán de cooperación, en sus comienzos en River solía bajar hasta el mediocampo, pero los mayores del equipo lo sacaban corriendo: “¿Qué hacés acá…? ¡Andá arriba…!”. Ahora, atacante que no colabora en la recuperación no juega.

Asimismo, hasta los años ‘80 los equipos eran dirigidos por un técnico y un preparador físico, sólo dos profesionales. En nuestros días los cuerpos técnicos cuentan con hasta 25 profesionales, se analiza detalladamente al rival, hay un mar de información y se sabe hasta cómo remató los últimos veinte penales un ejecutor, dato que se pone al alcance del arquero para facilitar su posibilidad de atajar el tiro. El grado de oposición es infinitamente mayor, y aún así los matadores del área alcanzan cifras asombrosas de goles.

Antiguamente, cuando un artillero llegaba a 30 ó 35 goles en el campeonato era una cifra de escándalo, hoy ese número sigue siendo atractivo, pero no conmueve en absoluto. Messi hizo 91 goles en una temporada. No existe una explicación racional de por qué estos fenómenos marcan tanto.

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“La pelota es más liviana”, se argumenta. Error. La pelota pesa y mide lo mismo que toda la vida, incluida la presión atmosférica, el reglamento nunca cambió: entre 410 y 450 gramos al momento de comenzar el juego. Y entre 68 y 70 centímetros de circunferencia. Sí es verdad que si antes llovía, al ser de cuero y absorber el agua, se ponía más pesada. Pero en campo seco pesaba igual que ahora. Y medía lo mismo. Pero lo más extraordinario del tiempo actual son los arqueros. Todos, todos son de alto nivel, muchos excepcionales. Arqueros desconocidos que uno ve en la Champions y que hacen proezas. Antes se le hacían goles inocentes a los arqueros. Es el puesto que más evolucionó y hacen verdaderos milagros en el arco. Un buen ejemplo es Diego Alves, golero del Flamengo, un hombre de 36 años, ya de vuelta del fútbol europeo, que hace tapadas de asombro. Pero se puede nombrar a Neuer, Oblak, Handanovic, Ospina, Emiliano Martínez, Lloris, Sommer, Alisson, Donnarumma, Ter Stegen, Keylor Navas, Claudio Bravo y decenas más. Pese a ellos, los romperredes la meten igual. Y en altísimo número.

En ese contexto que debiera serles adverso, cada uno se destaca por algo en particular. Cristiano Ronaldo es el oportunismo, no participa del juego, pero está al acecho y se sitúa al borde de los 800 goles con casi 37 años. Y en la Premier League; o sea, no hay nivel más arriba. Messi es un milagro: el único de los supergoleadores de la historia que no es delantero, volante de armado. Lewandowski muestra una regularidad de asombro en una liga durísima, juega siempre y, aunque ya tiene 34 largos años, pinta para alcanzar las 700 conversiones, sobre todo si en los próximos años pasa a un fútbol menos exigente que el alemán. Lo de Suárez es fabuloso porque mostró su olfato con la red en Holanda, Inglaterra y España, siendo cañonero en todas. Un demonio difícil de marcar para los zagueros.

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Haaland es una tromba humana, una fuerza de la naturaleza que convierte de las maneras más diversas: atacando, contragolpeando, de cabeza, reboteando, de zurda, de derecha, de media distancia. Benzemás es un artista, un exquisito que tanto puede concretar él como servírselo a un compañero. Lukaku, un oso con botines y camiseta, un gigante con un apetito voraz por hacer red. Mbappé es velocidad y potencia puras. Tenemos que celebrarlo, los goleadores de 300 y 400 goles quedaron muy atrás, ahora vemos a los 500, 600 y 700. Y siguen. Enhorabuena. (D)