Ha sido una semana muy dolorosa. En el entorno familiar perdimos a una amiga, Carmita Jaramillo de Barrionuevo, a quien nos unían más de 60 años de una hermosa hermandad. Igual con su esposo, mi compañero vicentino Ney Barrionuevo, y sus hijos, hermanos de corazón de mis hijos. Carmita era una entusiasta lectora de esta columna. Me contaba que disfrutaba leyendo el deporte del ayer, pues se había hecho fanática del fútbol desde que vio jugar a su tío Vicente Pereira, alero derecho de Liga Deportiva Universitaria de Guayaquil, en primera división, junto a Carlos Montevideo, Manuel Vargas, Pepe Merino y José Morillo, los que, casualmente, formaban también la delantera del Vicente Rocafuerte en 1950. Extrañaré sus alegres comentarios y las lecciones que nos dio en lo que, esencialmente, fue: madre, amiga y maestra.

Se despidió de la vida Felipe Landázuri, marcador de puntero izquierdo, que surgió en Aduana Portuaria y fue fichado por Emelec en 1962. Como todos los laterales derechos, era técnico y duro a la vez, una marca registrada desde los tiempos de Juan Zambo Benítez; Luis Niño Jurado, sucesor de Benítez; Ezio Martínez, de Patria, y el rey de reyes: Alfonso Quijano, quien un día sacó corriendo al argentino Juan Carlos Pichino Carone, de Vélez Sarsfield, quien intentó hacerle un túnel. Lo esperó y cuando volvió lo sacudió de lo lindo. Carone fue a parar al velódromo del Modelo.

Landázuri tuvo en 1963 su tarea de alto riesgo: marcar al Diablo Tiriza. El brasileño dejó un recuerdo que no se extinguirá nunca: era un mago de la gambeta y tenía un cañón en su botín zurdo. Hoy que nadie gambetea y se usa el pase atrás como único recurso, las fintas y el caracoleo de Tiriza son parte de una película inolvidable alojada en la memoria. Se paseó ante todos los marcadores, menos ante Felipe Landázuri. No digo que el guayaquileño lo anuló, pero se batió con él de igual a igual. Salió siempre aplaudido por la parcialidad eléctrica y Emelec le pagó como otras tantas veces con sus mejores jugadores: compró para su puesto al uruguayo José Romanelly y mandó a Landázuri al banco. Para él fue siempre un orgullo —y me lo decía siempre—: “Yo fui el único que paró al Diablo Tiriza”.

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La vida tiene sus compensaciones. Tengo una infinidad de libros, revistas, papeles, maletines y fundas atestadas de documentos. El jueves tomé una de ellas y encontré un tesoro: una decena de ejemplares de una revista que ocupó mi niñez y adolescencia: Noticiario Deportivo (alguien me las regaló, pero, lastimosamente, no recuerdo quién). Ya no queda mucha gente de mi generación, de la que llenaba el viejo estadio Capwell, de los que vieron nacer a la idolatría a Barcelona y al primer Ballet Azul del chileno Renato Panay en 1954; de los que vieron al Everest de Pedro Gando, Alberto Spencer y Gerardo Layedra; al Patria de Oswaldo Fortunato Sierra, Jaime Galarza, Jorge Carita Izaguirre, Carlos Gambina, Mario Saeteros y Enrique Maestrito Raymondi.

También al Unión Deportiva Valdez de Alfredo Bonnard, Honorato Mariscal Gonzabay, Julio Caisaguano, Carlos Titán Altamirano y Juventino Tapia, y tantos otros equipos y figuras. No fueron mundialistas porque las condiciones eran muy distintas a las de hoy, pero nos dejaron la huella de un balompié aguerrido; de una defensa de los colores a puro corazón; de calidad en futbolistas que hoy serían cracks, pero que ganaban mínimos sueldos en sucres que ellos devolvían diez veces más en amor a sus respectivas divisas. Todo muy distinto a este presente de profesionales desganados a los que poco importa la historia de una divisa que no sienten, e irrespetan al público que paga por verlos en la cancha.

La vieja revista guayaquileña Noticiario Deportivo, con Joffre Paredes y Carlos Romero en sus páginas. Foto: Cortesía

Son los de mi generación los que recordarán a Noticiario Deportivo. Era una revista en formato como de cuaderno, pequeña, de doce páginas bicolores planos. Valía nada menos que 40 centavos (cuatro reales, para mis contemporáneos). La editaba y dirigía un viejo y respetable periodista, don Juan E. Garibaldi H., y tenía su oficina de redacción y armado en José Mascote 1428 entre 10 de Agosto y Clemente Ballén. Ayudaban en la tarea de armado, venta de publicidad y cobros dos hijos de don Juan: Pepe, quien fue mi compañero en Diario EL UNIVERSO, y el Chino Luis, quien paraba con nosotros en la piscina Olímpica y un día lo instamos a hacer el curso de juez de natación.

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Era una revista sencilla, editada en 5.000 ejemplares, pero don Juan Garibaldi se lucía con redactores de lujo. En Noticiario Deportivo nació la columna escrita “Cocktail deportivo”, de Manuel Chicken Palacios, cuando ya era una celebridad radial. Los editoriales los escribían Miguel Roque Salcedo, quien también hacía una página titulada “La figura de la semana”, o Ricardo Chacón García, dos eminencias del verdadero periodismo, y, un hallazgo: en esta revista debutó en 1957 el recordado Arístides Castro Rodríguez, Arcas, quien luego pasaría a los diarios El Telégrafo, EL UNIVERSO, y las radios Atalaya, CRE, Super K 800 y varios canales de televisión. La columna de Arcas se llamaba “Del tablón a la cancha”.

En 1958 se incorporó para hacer su aparición Leonardo Montoya Almendáriz, Leomón, quien después se lució en las páginas de EL UNIVERSO. Noticiario Deportivo publicaba no solo lúcidos comentarios y críticas, sino que agregaba fotos de gran calidad del maestro de la cámara: don Miguel Jordán Proaño. Recuerdo siempre que al llegar al Capwell buscábamos a un pequeño voceador que nos la vendía siempre. Una sola para toda la gallada; nuestra economía no daba para más.

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Noticiario Deportivo destaca en su página a Jaime Galarza y Rómulo Gómez. Foto: Cortesía

Lo primero que devorábamos era “La figura de la semana”. En el número 68 de la revista apareció una foto de Rómulo Gómez, de quien se decía: “El hombre que robó la atención del público, que obligó el aplauso, que se superó sobre sus compañeros fue Gómez, ese mocetón espiado y firme que día a día está poniendo en claro sus condiciones futboleras, resumidos en su porte y bien conservado estado atlético, en el sentido natural del juego, en su buen comportamiento dentro y fuera de la cancha”.

Otro jugador de grandes características al que se refirió esa columna de la revista fue Carlos Titán Altamirano, el interior izquierdo de Valdez: “Altamirano tiene una personalidad definida dentro del fútbol de su club, y tal vez de todo el profesionalismo nacional: es completo en el juego, valiente, fuerte, hábil, técnico y sabe usar la cabeza. Nunca se achica frente a adversarios por más recios que estos sean y en los momentos más difíciles se muestra sereno y decidido”.

En el torneo profesional de 1958 Patria mostraba una gran fortaleza en su medio sector. Esto contaba la revista: “La línea media de los patricios es superior a la de Valdez que acusa descenso. (Jaime) Galarza es indudablemente el mejor del dúo por su insuperable marcación y fácil desmarque; por su tiro fuerte y bien dirigido. (Oswaldo Fortunato, argentino) Sierra destacándose en la buena colocación, la resistencia para soportar los 90 minutos en un subir y bajar de acciones bien ejecutadas”.

No me queda más espacio, pero muy pronto seguiremos con la añorada revista de los viejos tiempos del estadio George Capwell: la recordada Noticiario Deportivo. (O)

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