¿Por qué no opinarás en tu columna de partido que acabamos de ver contra Venezuela?, me preguntaban Mario Aguirre y Jorgito Rivadeneira mientras degustamos el espléndido ‘Ceviche Tenis Club’ en el acogedor centro deportivo del Salado. Porque espero el encuentro del martes próximo ante Chile y no comparto del todo la euforia con que se ha celebrado la victoria angustiosa como local ante el remendado colista de la eliminatoria, les respondo. Lo importante son los tres puntos, me dice otro amigo que fue una gran figura de nuestro fútbol.

Puedo parecer riguroso, pero es lo que aprendí de los viejos maestros del periodismo: a alegrarme por las victorias y también a analizar cómo se llega al triunfo. Esta es la perfecta receta para medir el futuro. No quiero obrar de aguafiestas, pero ¿se les ha ocurrido preguntarse qué papel haremos en Catar 2022 con el equipo que terminó arrinconado y pidiendo tiempo ante la Vinotinto? Se los dejo de tarea hasta el partido ante Chile.

El viernes opté por no pensar en ese cotejo y empezar a mirar añejos recortes y viejas fotografías para navegar en el recuerdo, lo que para quienes cultivamos la investigación histórica es un bálsamo espiritual. Encontré una foto y dos Anécdotas del domingo, aquella columna que inauguré en 1990 a propuesta de mi querido amigo y colega Otón Chávez, editor de Deportes de este Diario en aquella época.

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El torneo guayaquileño de 1939 se había retrasado en su definición, la cual tuvo lugar recién el 7 de julio de 1940. El glorioso Panamá se clasificó campeón al vencer 6-2 al Italia en una mañana extraordinaria de aquel potente artillero que fue Manuel Manco Arenas, autor de cuatro goles, y una notable actuación del golero José Capitán Achocha Arosemena que se dio el lujo de atajar un penal a un verdugo de arqueros como Jorge Tolosano Laurido.

Manuel 'Manco' Arenas, otro de los recordados astros de Panamá. Foto: Cortesía

El 28 julio Panamá estrenó su título ante el famoso Green Cross, de Chile. Arosemena volvió a ser figura. El Telégrafo comentó: “Arosemena fue el mejor hombre del cuatro tricolor. Salvó su valla en el primer tiempo de una formidable goleada. Achocha se consagró ayer como bueno entre los buenos. Estuvo seguro, sin intervenciones nerviosas y justo en sus salidas. Achocha hizo vibrar el estadio con cada una de sus atajadas”. Igual el público aplaudió la consagración de un frágil, pero astuto dribleador, Enrique Raymondi Chávez. Ese día en el viejo estadio Guayaquil alinearon por los porteños Arosemena; Luis Hungría, Eloy Ronquillo; Arias, Jorge Peralta, Luis Antonio Mellizo Mendoza; Ernesto Cuchucho Cevallos, Alfonso Suárez, Raymondi, José Herrera (Arenas) y Fonfredes Bohórquez.

A los 3 minutos Mendoza, quien más tarde formaría en Millonarios de Bogotá con su gemelo José Luis, ganó un balón que lo cedió a Cevallos; este gambeteó a su celador y habilitó a Alfonso Suárez, de exitoso paso por Independiente Rivadavia de Mendoza, Argentina, e Hispanoamérica de La Habana. Suárez entregó inteligentemente a Raymondi quien disparó rasante y batió al arquero Soto y puso el 1-0.

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A los 60 minutos se produjo el cambio que trastornó la tónica del partido: Manuel Arenas ingresó por José Herrera. En su primer toque de pelota se sacó a su marcador y habilitó a Bohórquez, este detuvo el balón con el pecho, amagó tirar violento, pero engañó a todos cediéndolo a Raymondi, quien volvió a vencer al chileno Soto. Suárez en la creación y Arenas y Raymondi en la ofensiva enloquecieron a sus rivales y provocaron salvas estruendosas de aplausos. A los 68 minutos Suárez recibió el esférico de Arenas y sirvió a Cevallos, quien penetró veloz por su ala. Cuando todos esperaban el centro Cuchucho retrasó para Suárez, el que resolvió elevando el esférico al que llegó oportunísimo Raymondi para colocar su tercera anotación personal y de su equipo. Los chilenos descontaron a los 83 minutos por acción de Manuel Arancibia, pero nada restó brillo a la gran mañana del Panamá y del diestro y efectivo Raymondi, a quien el periodista Francisco Rodríguez Garzón bautizó en una crónica como El Jugador de Cristal y más tarde El Maestro.

El 11 de agosto de 1940 Green Cross de Chile enfrentó al Panamá por la revancha. Si en el primer juego fue Raymondi la figura de ataque, en el segundo sobresalió la capacidad goleadora del riosense Manuel Arenas Coello. Una lesión en el brazo derecho que le impedía estirarlo le valió el mote de Manco cuando ascendió a la primera del Panamá en 1929. En 1932 ya era famoso por sus goles de cachetada, de media vuelta y de cabeza. Se elevaba por sobre los arqueros y ponía de testa el balón donde quería. Los periodistas lo bautizaron entonces como El Divino Manco. Para 1940 muchos presagiaban su retiro porque su profesión de médico lo había alejado un tanto de los entrenamientos. Empezaba a brillar refulgente la estrella del Maestro Raymondi, sustituto ideal de Arenas por su habilidad para poner el balón en las redes.

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El 11 de agosto más de 8.000 personas llenaban las instalaciones del estadio Guayaquil cuando salió Panamá con Arosemena; Hungría, Ronquillo; Arias, Peralta; Cevallos, Suárez, Raymondi (Gastón Fernández), Herrera (Arenas) y Bohórquez. La visita abrió la cuenta a los 18 minutos, pero 2 minutos después Cevallos igualó de penal. A los 58 minutos Arancibia puso el desnivel y entonces se dio cambio clave. Cuenta la leyenda que Arenas no estaba equipado y veía el partido desde la tribuna, como espectador, hasta que el público empezó a pedir su entrada por Herrera. Con indumentaria prestada entró sin calentar. A los 59 minutos, en su primera jugada, sorprendió al arquero con un toquecito fino y preciso para poner el empate. Herrera y Venegas elevaron las cifras a 4-2 a favor de la visita. Arenas empezó a arengar a sus hombres y a los 73 minutos Cevallos combinó con Fernández que disparó sobre el arco chileno. Soto dudó en la salida y allí llegó preciso Arenas para descontar. El público, enfervorizado, alentaba a los panamitos en procura del 4-4. Cuando faltaban 3 minutos el imparable Cuchucho rebasó a su marcador y centró.

Allí, sobre el limpio cielo porteño, se recortó la figura corpulenta del Divino Manco en un salto espectacular para llegar al balón y con certero cabezazo batir a un asombrado arquero por el acierto y colocación del goleador. “Divina cabeceada del doctor”, dijo Diario EL UNIVERSO al día siguiente. La prensa agotaba los calificativos para premiar la pujanza de los panamitos y la clase, entereza y pundonor de Manuel Arenas Coello. (O)

Manuel 'Manco' Arenas (d), jugando por Ecuador durante la Copa América de 1939. Foto: Cortesía