Se han unido con el propósito de salvar al fútbol y al deporte de Guayaquil, que están internados en cuidados intensivos, conectados a un ventilador mecánico, siete sueros en los brazos flacuchos y pronóstico mortal. Yo, que no acepto rumores, sé que el balompié profesional lucha por sobrevivir –pese a que Barcelona y Emelec son partidarios de la eutanasia–, pero que el deporte de nuestra ciudad dejó de existir hace rato y solo por motivos mercantiles aparenta actividad.