Ya se siente ruido de pelota. Solo faltan 56 días para descorrer el telón del Mundial que mayor curiosidad despierta por el exotismo de su marco, la grandiosidad de las obras que se anuncian, las tradiciones árabes que lo rodearán y porque –vez primera– no se jugará con calendario europeo, es decir a mitad de año, entre el final y el comienzo de una temporada en las grandes ligas del Viejo Mundo. Esto los fastidia, naturalmente (han inventado este juego y lo gobiernan desde hace siglo y medio), pero puede que le confiera al torneo un brillo futbolístico sobresaliente. El agobiante calor de Qatar en junio y julio, superior a 40 grados, obligó a correr las fechas y determinó un Mundial casi navideño (finalizará el 18 de diciembre). Los futbolistas llegarán frescos, a tres meses y medio de haber arrancado el curso 2022-2023. La excusa para malos rendimientos en todas las copas anteriores ha sido siempre que toca afrontar la máxima competición después de campañas extenuantes de 50 y hasta 60 partidos. O sea, ahora no cabe el célebre latiguillo de “llegan fundidos al Mundial”.