El duque de Kent, disfrazado de Caius, sorprende a un criado tratando con desconsideración al rey Lear, lo derriba de un puñetazo y le espeta: “Tú, vil futbolista”. La frase es de Shakespeare en su obra teatral King Lear y data de 1603 y 1604. Ya por entonces, y desde mucho antes, se jugaba fútbol en las Islas Británicas. Se enfrentaban pueblo contra pueblo. El que dos bandos patearan un esférico de una meta a otra venía de la más remota antigüedad. Pero se lo practicaba de maneras diferentes: con las manos y los pies, con trece o catorce jugadores; sin árbitro, lo que generaba frecuentes peleas, sin técnicos ni dirigentes que pusieran orden, era un juego casi salvaje donde se podía pegar o hacerle una zancadilla a quien llevaba el balón para impedir un gol. Ni siquiera había un arquero designado, cualquiera podía evitar un gol. Prácticamente nada era como lo conocemos hoy. Ni se soñaba con la FIFA, la UEFA o la Conmebol. Para poner fin a tanta anarquía, dos estudiantes de la Universidad de Cambridge, Henry de Winton y John Charles Thring, convocaron a miembros de otras escuelas inglesas para definir un reglamento. Redactaron diez reglas muy sencillas. Fue en 1948. Ambos lograron consenso y compusieron el célebre Código de Cambridge, acta fundacional de este fenomenal invento. Fue el primer intento de organizar este pasatiempo, cada vez más arraigado.

Quince años después, en la Freemason’s Tavern, de Londres, se le dio el impulso definitivo. F. M. Campbell, uno de los asistentes, abandonó malhumorado la taberna. Perdió un debate clave y salió dando un portazo. Fue la histórica noche del 26 de octubre de 1863. Estaban reunidos desde hacía horas representantes de clubes, capitanes de equipos y delegados de colegios. El cónclave tenía por objeto unificar definitivamente la forma de jugar al fútbol. Buena parte del salón estaba a favor del Código de Cambridge de 1848. En él se prohibía patear al adversario, pues el fútbol era muy criticado debido a su carácter violento, a veces, hasta muertos había. Y establecía un punto fundamental: no se autorizaba a llevar o golpear el balón con las manos.
Campbell, un Pepe o un Sergio Ramos del pasado, se opuso enfáticamente: “También pisotear al contrario es fútbol verdadero. Ya antes era así, nadie tiene el derecho de prohibirlo mediante la creación de nuevas reglas”. Defendió con ardor “el juego varonil”. Y criticó: “La gente que se opone a que se den puntapiés es porque es muy vieja para el espíritu de nuestro juego”.
No hubo acuerdo y decidieron votar. Se impuso la moción pro-Cambridge por 13 a 4. Allí quedaron para siempre separados en dos deportes el fútbol y el rugby, el primero con los pies, el segundo con las manos. Desde el primer día se miraron mal. En muchos vestuarios del deporte de la ovalada hay una leyenda que reza: “El rugby es un juego de animales practicado por caballeros, el fútbol es un juego de caballeros practicado por animales”.
Esa noche de discusiones de 1863 también nació The Football Association, la federación inglesa, primera en el mundo y única que no refiere el nombre del país, pues nadie pensaba que el juego se expandiría. Luego se creó la de Escocia y entonces sí hubo necesidad de ponerle The Scottish Football Association. En 1871, el mismo Campbell crearía la Unión de Rugby de Inglaterra. Su nombre deviene de la Universidad de Rugby, donde lo practicaban con las manos.
Esa noche del enojo de Campbell se fijó un nuevo reglamento con catorce reglas, elementales, pero que signaron para siempre la naturaleza de este deporte. Por ejemplo: Regla 1 - La longitud del campo no excederá de 150 yardas (137 metros). Regla 2 - Las porterías consistirán en dos postes verticales separados por 15 pies (4,57 metros). Regla 3 - La elección de las porterías y el saque inicial se determinarán mediante sorteo, y el balón se lanzará desde el centro del campo. Regla 4 - La duración del partido y los números de cada equipo serán determinados por los presidentes de los equipos. Regla 5 (la del offside) - Cuando un jugador patea el balón, cualquier jugador del mismo equipo que se encuentre más cerca de la línea de gol del oponente queda fuera de juego y no podrá tocarlo ni impedir de ninguna manera que lo haga otro jugador.
La Regla 12 hablaba del objetivo de este deporte: Se obtiene un gol cuando el balón sale del campo al pasar entre los postes. Y finalmente dos artículos fundamentales: Regla 13 - El balón, cuando está en juego, puede ser detenido con cualquier parte del cuerpo, pero no puede ser sujetado ni golpeado con las manos, los brazos ni los hombros. Y la Regla 14 - Toda embestida es válida, pero están prohibidos sujetar, empujar con las manos, hacer zancadillas y golpear con la espinilla.
Muchos aficionados e incluso entendidos se preguntan: “¿Cuándo y para qué se inventó el offside en el fútbol...?”. En el nacimiento del fútbol, se consideraba a un jugador como “hipócrita” si al recibir un pase desde atrás no tenía al menos cuatro o cinco rivales por delante al iniciar un ataque. Se estimaba poco ético estar esperando una pelota junto al arquero para intentar hacer el gol. Al margen de ello, la regla tuvo una utilidad práctica. No por su contenido moral, sino porque encauzó el juego. Hacia 1840, los partidos eran totalmente anárquicos, no estaban creados los sistemas y se buscaba el gol en tropel, con diez o doce hombres atacando de manera desordenada. La regla del offside dio un resultado táctico: se disciplinó el juego y se estructuró más o menos como lo vemos hasta hoy.

Fue el nacimiento del fútbol organizado. Poco a poco todos fueron acatando las normas y de aquellas salvajadas de los inicios se pasó a una práctica más civilizada. No obstante, pasaron 162 años desde la creación de aquel primer reglamento y el hombre, en su deseo de vencer a cualquier precio, no ha cesado de violarlo. En 1865, para evitar discusiones, se unieron los postes. Primero, con una soga, diez años después con el travesaño. En 1878 aparece la figura del árbitro, quien sanciona las faltas con gritos. En 1881, en Nottingham, se utilizó por primera vez el silbato. Los jugadores aducían que “no escuchaban” las órdenes del juez. En 1890, en Liverpool, se equipan los arcos con redes; muchos decían que “la pelota no había entrado”. En 1891 el irlandés William McCrum ideó el penal, pues algunos eran capaces de lesionar un rival en el intento de evitar un gol.
Se sumarían novedades importantes año tras año. En 1958 se autoriza un primer cambio, el del arquero, pero solo por lesión. En 1967 se permite otra sustitución, por razones técnicas. En el Mundial de México 70 se incorporan las tarjetas amarilla y roja para las faltas severas. Se hizo para que no hubiera malentendidos entre árbitros y jugadores con idiomas diferentes. En 1992 se prohíbe al arquero tomar el balón con las manos tras el pase de un compañero. En 1994 se implantan los tres puntos a la victoria. Al año siguiente se autorizan los tres cambios por equipo. En 2018 llegó el VAR… La evolución fue permanente.
Lo que nunca se supo es quién decidió que se jugara con once. Tal número se convirtió en símbolo de esta pasión. Y es perfecto, once encajan justo en las medidas del campo. Más sería congestionar el terreno, menos crearía huecos. Al autor se lo devoró el anonimato. A él el homenaje de estas líneas. (O)
