La Asociación Internacional de la Prensa Deportiva (AIPS, por sus siglas en inglés), con sede en Suiza, cumplirá en el 2024 un siglo de existencia. Fue fundada en París con ocasión de los Juegos Olímpicos. Su gran propulsor fue el francés Frantz Reichel y solo tuvo 29 adherentes. Hoy pertenecen a ella más de 9.500 periodistas de 161 países. Su tarea fundamental es unificar la industria mundial de medios deportivos para celebrar sus orígenes y sus valores: cultura e independencia.

A partir del 2019, la AIPS decidió convocar a los periodistas deportivos de todo el mundo a participar en un concurso en varias especialidades: video documental, jóvenes reporteros escriben, fotografía deporte acción, escritura mejor pieza de color, escritura mejor columna, etcétera. Para 2022, en mejor participaron 480 trabajos de todo el planeta. Envié mi columna del 6 de agosto de 2022, titulada ‘Bloqueo de la FEF a la libertad de prensa’, que denunciaba el atropello inconstitucional de esa entidad a EL UNIVERSO, al que pretendían castigar por su postura independiente y de libre información sobre el caso Byron Castillo. Mi trabajo pasó el primer filtro y quedó entre 20 elegidas en todo el mundo.

Columnas de Ricardo Vasconcellos Rosado y Jorge Barraza, en EL UNIVERSO, escogidas por AIPS-América entre las diez mejores del 2022

En la votación de AIPS-América, la selección de los mejores trabajos permitió que en el top ten quedaran la columna de este redactor y la de mi colega Jorge Barraza (‘El fútbol está sobreanalizado’, del 22 de febrero). Esta producción de Jorge es un latigazo en las posaderas de una jorga de bisoños desubicados, convencidos de que el fútbol empezó cuando ellos vieron su primer partido o cuando apareció el internet.

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Comparto con Barraza la predilección por el fútbol bien jugado, el respeto por la historia, la devoción por las grandes figuras que marcaron un hito en el desarrollo del juego y aquellos equipos que nos hicieron disfrutar de un ballet sobre el césped, de lo que nació la magnitud universal del fútbol como fenómeno social. No perdemos el gusto por lo fino y exquisito que nos trae el presente. Lionel Messi, Andrés Iniesta, Xavi, Sergio Busquets, Bernardo Silva son jugadores de cualquier época. Habrían brillado en el Mundial de 1930, en los del 2010, 2022 o 2038.

Bloqueo de la FEF a la libertad de prensa

Porque nuestro gusto estético contrasta con el de los novísimos ‘maestros’ del comentario. Estos sabios en paradigmas estratégicos (según uno, Guardiola es suicida, y Mourinho, equilibrado) nos llaman “líricos”, “románticos” y exponentes de “la vieja guardia”. En mi caso, lo acepto con orgullo. Un día encarné, hace más de medio siglo, ‘la guardia joven’, pero nunca tuve soberbia ni desprecio por maestros auténticos que me transmitieron sus conocimientos.

El fútbol está sobreanalizado

Tuve de ejemplos a Miguel Roque Salcedo, Manuel Chicken Palacios y Ralph del Campo. Trabajé junto con Ricardo Chacón, Pancho Doylet, Jaime Rodríguez, Víctor Caballito Zevallos, Alberto Sánchez Varas, José María Tucho Guerrero, Arístides Castro y Otón Chávez. A su dimensión profesional y ética no llegarán nunca los insolentes. Generación idiota: una crítica al adolescentrismo se titula un libro de Agustín Laje, quien denuncia el “auge de la mentalidad adolescente”; se enfoca en un sector que pretende dirigir al mundo con un teléfono inteligente y que promueve “la desaparición de la sociedad intergeneracional”.

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¿Tiene la frase ‘vieja guardia’ un contenido despectivo? No lo creo; es solo referencial. El término nació en Francia en el siglo XIX. Siendo considerados la élite de la élite del ejército de Napoleón Bonaparte, la ‘vieja guardia’ estaba compuesta por los más antiguos y, por lo tanto, más experimentados soldados franceses. La ‘vieja guardia’ de Francia era la más prestigiosa y especial unidad de la Grand Armée. Una de las características más importantes de la Guardia Imperial de Napoleón era una bravura inusual. Comenzó su actividad en el año 1804, y desde entonces ella siempre estaba compuesta por los más experimentados soldados del ejército francés.

El signo que más nos distingue a los de la ‘vieja guardia’ es la defensa del fútbol de regate, inspiración y valentía. Es una defensa del espectáculo por sobre las tácticas defensivas y la robotización. Fue en mi barrio que aprendí de niño lo que era la gambeta, esa habilidad individual definida como los “movimientos y amagues con diferentes partes del cuerpo (pies, piernas, cadera, brazos o manos) en posesión de la pelota, con el fin de eludir a un contrario y evitar que este le arrebate el balón”. Lo que vi en la calle se reprodujo luego en el Capwell y en el Modelo.

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Mario Canessa hizo hace una semana un retrato muy emotivo de Enrique Pajarito Cantos, un genio que se dio el lujo de inventar para nuestro país la emocionante ‘bicicleta’. Para Dante Panzeri, el gran periodista argentino ya fallecido, solo existía el buen fútbol y el mal fútbol. Cantos nos reveló aquí que había una tercera categoría: el fútbol maravilloso.

Afirman que los de la ‘vieja guardia’ estamos desactualizados en cuanto a la ciencia marcial de la táctica y la estrategia, una obsesión patológica que ha puesto al entrenador por encima de los jugadores. En la mayoría de programas de radio y TV se escucha discutir sobre el 4-3-3, 4-4-2, el 5-3-1-1 y más números telefónicos (según César Luis Menotti). Pretenden estas lumbreras abortadas por Baldor que los futbolistas son piezas intercambiables de un ajedrez loco que únicamente entienden ellos. Para adoctrinar a sus contemporáneos usan un lenguaje enigmático e inentendible que habría sido envidiado por Cantinflas. En esta guerra contra la belleza del fútbol, a la que asesinan a diario ‘poetas’ y ‘ruiseñores’, algunos necios repiten: “Solo importa es el resultado. Si quieren espectáculo, vayan al circo”. Silencio piadoso. No son todos; hay excepciones honrosas.

Desde niño amé el espectáculo futbolero. Las voladas de Alfredo Bonnard; las chilenas de Rodolfo Bores; la exquisitez de José Pelusa Vargas; las palomitas de Sigifredo Chuchuca. Mi primera gran impresión para mi fantasía infantil fue ver a Basilio Padrón, el argentino, alero derecho de Río Guayas. Era un regateador insigne, efectivo, pura alegría y burlón. Poco después se fue al fútbol español en el que cumplió buenas campañas en el Valencia y en UD Las Palmas.

La réplica de Padrón fue José Vicente Balseca. Jovencito aún, era atrevido e irreverente, capaz de cualquier locura con la pelota. Está considerado el mejor alero derecho de nuestra historia. Levantaba de las graderías hasta a los que no eran seguidores de Emelec. En 1956 los eléctricos ficharon a otro desenfadado: Daniel Pata de Chivo Pinto. Con el Loco Balseca elaboraron las filigranas más preciosas que competían con las del Pájaro Cantos y Jorge Mocho Rodríguez.

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Estoy orgulloso de todo lo que guardo en mi memoria tras 71 años de ver fútbol. Disfruto del presente cuando veo a auténticos cracks que se rebelan contra la intención de técnicos “equilibrados”, como llaman hoy a los pusilánimes y medrosos que reniegan del dogma menottista: “El fútbol es orden y aventura”. De Jorge Valdano leí: “Los números son siempre útiles, pero hay que ir con mucho cuidado: cuanto más nos empeñemos en medir el fútbol, menos importancia daremos a la belleza, al asombro, a la pasión, a lo que este deporte tiene de emocionante y artístico: asumámoslo, el juego que amamos no se mide”. (O)