Fue el 9 de junio de 1985. Iban a enfrentarse por la eliminatoria del Mundial 86 Paraguay y Bolivia en Asunción. Luis Esteban Galarza, arquerazo del derecho y del revés, volvía a su tierra, pero a defender la camiseta boliviana como nacionalizado. De visita en la casa paterna, su padre lo miró a los ojos y le dijo, serio: