Fue el pasado 21 de marzo cuando Robinho puso un pie en la cárcel. Había sido detenido en Brasil, donde emigró al conocerse la sentencia de la justicia italiana que le condenaba a nueve años de prisión por violación; pero la ausencia de un convenio de extradición entre Brasil e Italia no ha impedido que el exfutbolista haya terminado ingresando en prisión: el Tribunal Superior de Justicia aprobó que se le pudiera encarcelar en su país natal y 24 horas después fue efectiva la orden de detención. Le interceptaron en Santos.