Fue el pasado 21 de marzo cuando Robinho puso un pie en la cárcel. Había sido detenido en Brasil, donde emigró al conocerse la sentencia de la justicia italiana que le condenaba a nueve años de prisión por violación; pero la ausencia de un convenio de extradición entre Brasil e Italia no ha impedido que el exfutbolista haya terminado ingresando en prisión: el Tribunal Superior de Justicia aprobó que se le pudiera encarcelar en su país natal y 24 horas después fue efectiva la orden de detención. Le interceptaron en Santos.

Y así puso Robinho un pie en la cárcel. Fue, efectivamente, el pasado 21 de marzo. La fecha es relevante porque al ingresar en la penitenciaría 2 de Tremembé se le aplicó un aislamiento de diez días en los que no podía mantener contacto con otros presos. Finalizado el periodo, el brasileño ya puede interactuar con el resto de reos y recibir la visita de familiares, publica diario AS.

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Estos diez días de soledad tras los barrotes terminan ahora. Tal y como ha confirmado la SAP (Secretaría de Administración Penitenciaria) de Sao Paulo, Robinho dispone de un espacio de 8 metro cuadrados que comparte con otro recluso.

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En cuanto al régimen de visitas íntimas o familiares podrá realizarse “siempre que presente la documentación de acuerdo con los requisitos del Régimen Interno Estándar de SAP”.

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“El infierno en la tierra”

El ingreso en la prisión brasileña implica, por motivos lógicos y físicos, que no lo ha hecho en una cárcel italiana. No es baladí: el sistema penitenciario de Brasil está considerado, según el informe de Human Rights Watch (HRW), uno de los más peligrosos e insalubres del planeta. De hecho, el citado texto lo describe, nada más y nada menos, como “el infierno en la tierra”.

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Una de las principales lastras de las cárceles brasileñas es el hacinamiento, que sale a la palestra al exponer una cuenta básica: el país tiene capacidad para alojar a 380.000 reclusos, pero cuenta con 600.000 reos.

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Esto se explica, según el informe, con casos como el siguiente: “Hay celdas que tienen seis camas de cemento para 60 hombres y donde ni siquiera había espacio suficiente para que todos pudieran tumbarse en el suelo”. (D)