No es un hombre de aspavientos. Es sencillo en su relieve histórico como deportista. Lo tenía oculto con ese manto de timidez que distingue a los que son auténticamente grandes, mostrando su clase en los campos deportivos. A los que no fueron inventados como cracks por un periodismo partidario y engañador. Ocurrió un mediodía en el acogedor Guayaquil Tenis Club. Lo encontré leyendo un libro. Al saludarlo reaccionó como sorprendido en falta y cerró el libro. Intentó guardarlo, pero se lo pedí llevado por mi curiosidad.