Ciclista Ana Vivar se prepara para competir en el Panamericano de Ruta

Ana Vivar Torres recuerda con emoción su inesperado triunfo en el Campeonato Nacional de Ruta realizado en Carchi el pasado 12 de febrero. Pensó que no tenía muchas oportunidades ese día, pues había otras favoritas, pero se llevó el primer lugar en una competencia que ella ve como una lotería, pero también el resultado de un trabajo constante.

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Atrás de ella quedaron Michela Molina, Esther Galarza y la gran favorita de la competición, Miryam Núñez.

“Supe aprovechar el buen día”, dice Ana, quien a sus 19 años ganó esta prueba y quedó segunda en la modalidad contrarreloj.

Sin importar las sensaciones momentáneas, Ana no cambia sus expectativas al competir. “Siempre busco disfrutar y dar el máximo en la ruta”, expresa la cuencana, quien luego de los festejos por esa victoria no ha dejado de entrenar.

Participó en otras competencias locales y del 18 al 23 de abril estará en el Panamericano de Ruta en Panamá, representando a Ecuador en la contrarreloj individual y en la prueba de ruta Damas Élite. En total, viajarán catorce corredores locales.

Además, espera participar con su equipo Movistar-Best PC en las vueltas de Colombia, Guatemala y Costa Rica.

Para lograr esos objetivos, Ana monta su bicicleta Pinarello de cinco a seis días por semana. Cuenta que las rutas suelen ser duras, pero no recorre más de 115 kilómetros en una sesión.

Su equipo le ha dado la apertura para realizar los entrenamientos en su ciudad natal, en donde cada vez hay más practicantes de este deporte, cuenta: “Está de moda y se forman un montón de grupos de ciclismo, y es chévere porque se mejora de alguna u otra forma”.

Sale en compañía de amigas, colegas ciclistas y, cuando tiene oportunidad, lo hace con sus compañeras de equipo, que viven en el norte del país. “Con las chicas (del Movistar-Best PC) somos amigas y es bueno tener un equipo así”, recalca.

Sin embargo, Ana ama pedalear sola. Ese momento sobre su bicicleta es su momento. En silencio o escuchando música “movida”, siente el ciclismo como algo mágico.

Del odio al amor hay una sola pedaleada.

Esa relación de amor con la bicicleta no es algo que surgió espontáneamente. De niña Ana practicaba otros deportes y odiaba pedalear. Recuerda que prefería quedarse durmiendo y una vez hasta se lanzó adrede de la bicicleta para no entrenar.

Pero en algún momento, viendo el ejemplo de su hermano -que practicaba el mismo deporte-, surgió el sentimiento que la acompaña hasta hoy.

Gran parte de la “culpa” de que ese amor haya evolucionado también la tienen sus padres. Ellos la han acompañado durante el proceso de más de siete años en el ciclismo: yendo a los torneos, colaborando con los entrenamientos y con las exigencias adicionales. Siempre parados, esperándola, al costado de la ruta.

Ana dice que no tiene cómo agradecerles por esto y por “romperse el hombro” por mantener a su familia. Son las personas que más admira.

Ella divide su tiempo entre la bicicleta y los estudios de la carrera de Derecho. Su deseo de crecer en el mundo deportivo ha afirmado su personalidad y templanza. Para ella, el ciclismo profesional es una responsabilidad inmensa, pero no se arrepiente de “combinar la vida normal con el deporte, dejar las fiestas, los amigos (…). Amo lo que hago y el mundo sobre dos ruedas es espectacular”, asegura.

Su sueño, como el de muchos ciclistas latinoamericanos, es llegar a un equipo europeo, pero no quiere apresurarse con eso. Ahora disfruta de su ir y venir en las rutas de Ecuador y del orgullo de ser un ejemplo e inspiración para generaciones de deportistas más jóvenes que ella. (D)