La tenacidad y el esfuerzo marcaron la impresionante carrera de la legendaria bailarina de ballet, nacida en Cuba, Alicia Alonso, que hoy falleció a los 98 años. Su éxito la llevó muy lejos de su patria, donde conmovió y fascinó por su talento y encanto.

Alicia Ernestina de la Caridad Martínez del Hoyo, como era su verdadero nombre,  a los 9 años ya se encontraba en clase habanera de la mano del maestro ruso Nikolai Yavorski, dentro de la Sociedad Cultural Pro-Arte Musical.  Lugar donde luego aparece por primera vez en el escenario con el vals del Cascanueces.

En 1937, cuando tenía 15 años, viajó a Nueva York. Allí se casó con Fernando Alonso, coreógrafo y director, de quien toma el apellido, Alonso, que mantuvo tras su divorcio en 1975.  Al poco tiempo tuvieron a su hija Laura, quien también dedicó su vida al ballet.

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En esa ciudad de Estados Unidos ingresó a la School of American Ballet. Llegó a Broadway con los musicales Great Lady, en 1938, y Stars in your eyes, en 1939. En ese mismo lapso ingresó al American Ballet Caravan, hoy New York City Ballet. 

Después de ser parte de la American Ballet Theatre: ABT, se unió a la compañía Ballet Theatre, ahí participó en tres períodos (1940-1948, 1950-1955 y 1958-1959) y  asumió impresionantes creaciones. 

Es reconocida por haber encarnado como nadie el personaje de ‘Giselle’ y por reinterpretar grandes títulos del repertorio clásico como ‘Carmen’, ‘Coppelia’ o ‘El cascanueces’.

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Fue aclamada "prima ballerina assoluta" -la única latinoamericana en ese selecto grupo de bailarinas excepcionales- en un país donde la danza va en la sangre y el ballet, de su mano, ha dado grandes figuras internacionales.

En medio de la agitación política del gobierno de Fulgencio Batista, Alonso se negó a bailar en la isla mientras el dictador estuviera en el poder.

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Tras regresar a Cuba, en 1948 fundó el Ballet Alicia Alonso que dos años después del triunfo de la revolución de Fidel Castro, en 1961, se convirtió en el Ballet Nacional, auspiciado por el estado.

Casada luego con Pedro Simón, director del Museo Nacional de la Danza, su retiro definitivo del escenario se anunció el 29 de diciembre de 1995, al bajar el telón tras una presentación de ‘Farfalla’, en la ciudad italiana de Faenza.

"En la historia yo soy la bailarina que más tiempo ha durado en la escena", contó Alonso con una sonrisa de satisfacción. Pero el retiro "fue duro", admitió.

Continuó como directora y coreógrafa de una compañía de primer orden, en una isla de 11,2 millones habitantes, donde el ballet clásico era casi desconocido.

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"No por ser una isla quiere decir que no podamos competir con el mundo", dijo en una entrevista.

Alicia Alonso visitó Ecuador en julio de 1984. Recibió un homenaje en Guayaquil por parte de las autoridades de la época. 

Aurora Bosch, una de las "joyas" del ballet cubano, recuerda que Alicia atrajo a los hombres a la danza, incluso con engaños, cuando en la isla se les tildaba de homosexuales por practicarlo. 

En Cuba y en el extranjero su trabajo le mereció las más altas condecoraciones y compañías como el Ballet Theatre of New York o el Bolshoi de Moscú reconocieron su figura haciendo sendas presentaciones de homenaje en las temporadas 2010, cuando ella cumplió 90 años.

Se dio el lujo de realizar los 32 fouettés -giro sobre su eje en una sola pierna- de El Lago de los Cisnes con más de 40 años.

O de ejecutar "sautés sur la pointe en arabesque penchée" -como ella misma bautizó a los saltos hacia atrás que daba con una pierna en punta de pie y la otra levantada a 90 grados-, un reto para jóvenes bailarinas.

Sobreviven aún su hija, Laura Alonso, un nieto, Iván (Monreal Alonso), y dos bisnietas, Carmen y Camila, así como su segundo esposo, Pedro Simón, con el que contrajo matrimonio en 1975 y quien es director del Museo Nacional de Danza creado por Alicia Alonso en 1998.

Un enfermedad que no la doblegó 

Con 20 años, la bailarina sufrió desprendimiento de retina en ambos ojos.

Le sugirieron recostarse para que el mal no empeorara, bajo el riesgo de quedar ciega. Pero ella decidió bailar y el mal continuó. Fue operada, siguió bailando y su condición se agravó. Entre ver y bailar, decidió bailar.

Simón cuenta que para entonces en el escenario había luces de referencia para Alicia, que sólo veía sombras. 

De estatura media-alta, delgada, trató de mantener la esbeltez de su cuello de cisne a pesar de los años.

Actuó como una suerte de embajadora de la revolución en tiempos de aislamiento político y tuvo una cercana relación de trabajo con Fidel Castro. (I)