Cuando Yo soy Betty, la fea, llegó a la televisión latinoamericana a finales de 1999, era difícil imaginar que la producción colombiana, protagonizada por Ana María Orozco, Jorge Enrique Abello, Natalia Ramírez, Julián Arango y Lorna Cepeda, se convertiría en el fenómeno mediático que significó para la década de los 90 e inicio del nuevo siglo.

Capturando, a solo 26 días de su estreno, el 45,8 % de la audiencia en Ecuador, según reveló una encuesta realizada por la firma privada Ibope Time Ecuador S.A.

Veinte años después de su estreno, y gracias al servicio de video por streaming Netflix, volvería para ser vista por una generación totalmente diferente: los centennials y otra generación que adquirió, a través la corrección política, nuevos niveles de conciencia social: los millennials.

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Intentamos verla con mi novia, no pudimos. Los diálogos y escenas sexistas, machistas y burdos, le quitan esa chispa; la novela tiene una narrativa increíble, igual cada personaje encarna una realidad, pero por lo primero...

Consumidores que han expresado sus incomodidades ante algunos guiones y escenarios de la popular telenovela. 

El sexismo, la homofobia, frivolidad, estereotipos, clasismo, corrupción y las presiones económicas son los temas recurrentes que la nueva ola de consumidores reprocharon a través de tuits. “Ver la novela después de muchos años, espeluzna”, afirma por su lado el abogado cuencano Leonel Gavilanes. 

Sin duda, verla después de muchos años espeluzna. A más del discurso discriminatorio, me choca mucho la reproducción de esa narrativa del amor romántico que todo lo perdona y aguanta (piedra angular de la trama). Necesario cuestionarnos esos discursos que crecimos naturalizando.

Sin embargo, algunos millennials expresaron que el producto audiovisual debía ser consumido sin perder la noción de que en aquella época ese tipo de problemas sociales no eran recriminados con la misma intensidad de ahora.

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“Este tipo de impacto es súper bueno para darnos cuenta que, como sociedad, sí se ha avanzado”, opina Eduardo Andrés, otro usuario de la red. “En la época de doña Betty ni enterados que los machistas eran machistas”, puntualiza.

La abogada y bloguera Diana Zapata, por su parte, considera que la historia refleja muchos comportamientos que aún se mantienen en los entornos laborales. “Fue la primera novela en poner, intencionalmente, todo eso sobre el tapete. Así como también elegir como protagonista a una mujer fea e inteligente, para abordar cómo los latinos percibimos la belleza”, dice.

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Es una historia que refleja la realidad de muchos comportamientos que todavía se mantienen en entornos laborales: Machismo, clacismo, homofobia, acoso sexual y abuso laboral. Trata torpemente de contrastar el valor de la inteligencia VS la frivolidad basada solo en el físico

Fue la 1era novela en poner, intencionalmente, todo eso sobre el tapete así como de protagonista a una mujer “fea” e inteligente para abordar cómo los latinos percibimos la belleza. No olvidemos que el contexto de a apreciacion de D.H de ese entonces era distinto al de ahora.

La producción colombiana, además, tiene aspectos positivos como el humor. Disfrutar de dichos aspectos, a la vez que se cuestiona los negativos, es posible mirando la telenovela “sin polarizarnos”, sostiene la literata y periodista Sylvia Azul.

“Ver que todos tenemos un poco de todo: un poco de machista, homofóbicos, clasistas y reflejarnos en la novela como un espejo”, continúa. “Sin embargo, no deberíamos quedarnos solo allí, sin señalar las limitaciones y peligros de no apuntar lo ulterior, lo que se debe cambiar”, refiere. (E)