Dos leones de tamaño real confeccionados con metal de desecho vigilan la entrada al estudio del escultor de metales keniata Kioko Mwitiki. Cerca de allí, un leopardo con agujeros en su cuerpo que representan manchas se agazapa junto a la escultura gigante de un elefante.

Mwitiki, de 56 años, estima que ha trabajado miles de toneladas de metal desechado, desde ruedas de carros de supermercado a metal en tiras de fábricas, para convertirlo en arte a lo largo de más de tres décadas.

Los compradores de sus piezas, que pueden alcanzar los 10 000 dólares cada una, incluyeron el expresidente estadounidense Bill Clinton, la familia real danesa, el museo Smithsonian en Washington y el zoológico de San Diego.

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Mwitiki dice que su trabajo es particularmente relevante ahora debido a la preocupación global por el exceso de consumo, la polución y el cambio climático.

"Reciclar se ha convertido en un tema muy importante porque necesitas estar en sincronía con lo que está pasando; todo este plástico en el aire, todo este plástico en el océano", dijo en su estudio, donde aprendices golpean y retuercen estruendosamente el metal.

A veces su elección de material ayuda a llamar la atención sobre la conservación de la vida silvestre, un tema que lo toca de cerca.

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Para sus esculturas de leones, Mwitiki transformó trampas de animales, utilizadas por cazadores ilegales en parques nacionales que le son entregadas por miembros del Servicio de Vida Silvestre de Kenia.

Artista accidental

Mwitiki se convirtió en artista por accidente. Su hermana mayor lo envió para ser aprendiz en la tienda de un soldador como castigo tras haber sido expulsado de la universidad en 1986 por unirse a protestas antigubernamentales en el campus.

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En su tiempo libre, construía objetos artísticos de metal. Más tarde, fueron exhibidos en una galería de Nairobi luego de que un comerciante se los comprara barato y los vendiera. Esto lo llevó a darse cuenta de que podría vivir del arte.

Los recuerdos de la infancia de Mwitiki -y su preocupación por el creciente conflicto entre los humanos y los animales en su país- lo inspiraron a ser un escultor de vida silvestre.

Creció en el Valle de Rift, al sur de Nairobi, donde grandes manadas de ñus alguna vez solían deambular por sus planicies.

"Literalmente teníamos que atravesar una manada de ñus para llegar a la escuela, así que esas cosas no las olvidas nunca", contó.

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Esas rutas migratorias han desaparecido casi en su totalidad debido a la invasión humana de los hábitats de los animales.

Mwitiki ha formado a artistas más jóvenes, incluso a dos hombres de Malaui, quienes volvieron a su país para iniciar programas de reciclaje similares.

"Debemos enseñarle a la gente más joven a entender la importancia de reciclar porque los recursos que tenemos están en peligro de ser contaminados", concluyó. (I)