Michael J. Fox el próximo 17 de noviembre estrena su libro “No hay tiempo como el futuro”, en el que cuenta como vive con el Parkinson, enfermedad de la que hizo público su diagnóstico en 1998.

A propósito de su nuevo libro, la revista People publicó una entrevista en la que el actor detalla el contratiempo en su salud que lo llevó a cuestionar su optimismo y cómo recuperó las ganas de vivir.

Fox contó que en el 2018 un tumor no canceroso en su columna crecía rápidamente y le causaba un dolor horrible en todo el cuerpo. “Iba camino a una parálisis si no me operan inmediatamente”, dijo el artista, de 59 años, a la citada publicación. No obstante, la cirugía para extirparlo era arriesgada. El tumor “estaba contrayendo la médula (espinal), por lo que tenían que tener mucho cuidado al extirparlo para que no hicieran más daño”, explicó el intérprete.

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El actor tuvo la fortuna de salir con éxito de su operación, aunque luego tuvo que pasar por un duro proceso de cuatro meses en el que debió aprender a caminar nuevamente. Creyó que lo más complicado había pasado, por lo que salió de vacaciones con su familia y volvió solo a su departamento ubicado en Nueva York, para poder filmar un cameo en una película de Spike Lee al día siguiente.

Desafortunadamente, justo mañana de grabación, Fox se cayó en la cocina y se quebró el brazo. “Definitivamente ese fue el momento más oscuro de mi vida”, confesó la estrella de Hollywood, quien revela detalles de este suceso en su nuevo libro, 'No Time Like the Future'. Allí, el actor canadiense cuenta cómo convive con el Parkinson, enfermedad que padece desde 1991 y con la que lucha hace casi 30 años.

"Estaba apoyado en la pared de la cocina esperando la ambulancia, y sentí que había llegado al punto más bajo, me empecé a cuestionar todo, y me dije a mí mismo que ya no podía afrontar las cosas con optimismo, que no había un lado positivo, que era todo negativo, que todo era solo pesar y dolor'”, recordó el actor, que tenía 29 años cuando recibió la noticia de su enfermedad.

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Pero Fox no fue capaz de pensar con optimismo, una actitud que lo había animado durante mucho tiempo. Incluso temió no estar calificado para ofrecer esperanza a otros que pasan por lo mismo que él. “Entre el Parkinson, mi espalda, mi brazo... sé que no se compara con lo que vive mucha gente, pero no sabía cómo hacer para inspirar a otros a mirar el futuro de manera luminosa. No sabía cómo decirles: ‘Las cosas van a estar bien’”, afirmó.

Su optimismo se vio disminuido por el reto que debía enfrentar de aprender a caminar de nuevo y por la caída devastadora que tuvo. Por suerte, en los meses que se tomó para la recuperación, el actor cambió la perspectiva y se reencontró de nuevo con la felicidad. “Ese optimismo regresó cuando empecé a agradecer, y también a aceptar lo que me sucedió. Además, comencé a mirar el futuro y a disfrutar de las cosas que tengo, y sentí que podía seguir adelante”.

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El actor comparte en su libro una de sus más grandes lecciones. “Uno aprende muy rápido lo que puede controlar y lo que no. La única respuesta es aceptarlo. Estos son los principios que practico todos los días: la aceptación y la gratitud”.

“El optimismo está realmente arraigado en la gratitud”, dijo. “El optimismo es sostenible cuando uno vuelve a la gratitud, y lo que sigue es la aceptación. Aceptar que esto ha sucedido. No significa que no puedas esforzarte para cambiar. No significa que tengas que aceptarlo como un castigo o una penitencia, simplemente ponlo en el lugar que le corresponde y luego podrás seguir adelante”.

Pero la enfermedad dejó otras secuelas en la salud de Fox. “Mi memoria a corto plazo está destruida”, le dijo a People. “Siempre tuve un gran dominio para memorizar mis líneas. Y tuve algunas situaciones extremas en los últimos trabajos que hice. Fue duro”, confesó.

La lucha de Fox ha sido complicada he incluso lo ha llevado a intentar tapar su sufrimiento con el alcohol. Cuando le diagnosticaron de Parkinson reconoció haberse querido emborrachar hasta llegar a “un punto de indiferencia” para sobrellevar la situación. En ese sentido dijo: "Tengo que cuidarme mucho de no violar los principios por los que llegué a estar sobrio".

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Actualmente, el actor, que cumplirá 60 años el año que viene, se concentra en el tiempo con sus hijos y su esposa, Tracy Pollan, con quien se casó en 1988. La pareja tiene a Sam, de 31 años, los gemelos Aquinnah y Schuyler, ambos de 25, y Esmé, de 19.

“No es que no fuera sincero antes, pero mi gratitud es más profunda ahora, por haber atravesado los momentos más oscuros”, aseguró. “Mi vida ahora es tranquila, y de hecho la estoy pasando muy bien”, admitió. "La gente no me cree, pero amo la vida. Amo estar con mi familia. Me encanta estar con Tracy. Me encanta no hacer muchas cosas inútiles que solía hacer, porque no tengo la energía ni el tiempo ". (E)