Una de las pocas casas antiguas que han sobrevivido en la Mariscal, está sembrada en las calles Tamayo, entre Veintimilla y Wilson, en el norte de Quito. La mayoría han sucumbido a las ofertas de derrocamiento para levantar edificios. De hecho, esta casa de dos pisos, con varios ambientes, de construcción mixta, con algunas paredes de ladrillo visto, gradas de madera y techo de teja subsiste apretada entre dos edificios.

Tal vez, por azares de la vida, esta casa de familia, se salvó del derrocamiento para hospedar a Tres gatos, cafetería-librería, donde habitan estantes de libros, fotografías de escritores, portadas de discos, lámparas y máquinas de escribir antiguas; una máquina de café Simonnelli y gatos, muchos gatos dibujados, pintados y fotografiados.

Tres gatos es un espacio cultural que combina el café, los libros, la música y el amor por los gatos. Ahí se pueden gestar charlas con escritores, presentaciones de libros, foros sobre fotografía, pintura, música... Hay una sección de libros de lectura y otra de libros de venta.

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Apenas se cruza el linde entre la calle y el patio de la casa, que es un robusto muro de piedra, se percibe el aroma de café derramado en todo el jardín. Claro, Tres gatos cuenta con una cafetería de especialidades en café gourmet.

Tenemos 18 formas distintas de preparar café, desde el tradicional expreso, cafés filtrados, versiones de café frío y caliente hasta variaciones con recetas propias que incluyen Nutella, chocolate, vino, té, hierbabuena y rosas. Entre los más apetecidos por los clientes está el Ronroneo, que es un maridaje de café con vino y el café estilo vietnamita, una especie de capuchino frío o frapeado, dice Daniel Acosta Fuertes, administrador y socio de Tres gatos, cafetería-librería.

También ofrece sánduches de pan focaccia con jamón serrano, portobellos, caprese, cheesecake, tortas de almendras rellena de manjar y crema pastelera, torta de zanahoria y pastel de chocolate relleno de albaricoque.

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Está abierto desde las 12:00 hasta las 21:00. Desde mediados de febrero habrá desayunos desde las 09:00.

Tres gatos, cafetería-librería nació en mayo de 2018 en un lugar relativamente pequeño. La pandemia ocasionó el cierre y para no quebrar el administrador abrió una página web y desde el 5 de enero de 2021 abrió las puertas en su nueva casa donde sí se pueden cumplir las medidas de bioseguridad, como el distanciamiento social, incluso, hay espacio para que los grupos puedan estar separados de otros.

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— ¿Por qué se llama Tres gatos?

— Tenemos una fascinación por los gatos y por los escritores, porque todo escritor ha tenido una relación cercana con algún gato, entonces, eso nos motiva también a encontrar en esta figura un motivo de reunión alrededor del libro y del café —reflexiona Daniel.

A propósito de la relación de escritores con gatos, podemos citar a Jorge Luis Borges que escribió el poema “El gato blanco”. Julio Cortázar también incluyó la presencia de gatos en Rayuela. El escritor francés, Charles Baudelaire, escribió en su libro, “Las flores del mal”, considerado el más importante de su obra, el poema “Los gatos”.

Sidonie-Gabrielle Colette, escritora francesa conocida como Colette, escribió la novela “La gata”, en ella construyó un triángulo amoroso, donde interviene una gata. Alain está a punto de casarse con Camille, pero nada puede convencerle de que se separe de su gata, Saha. Camille percibe que Alain ama profundamente a Saha y empieza a sentir celos de la gata. El drama se tensa y Colette describe un episodio donde Camille acaba por atentar contra la vida de Saha. En fin, Colette escribió varias obras que hablan de gatos.

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Relación de escritores y gatos

Cuando Ernest Hemingway se estableció en Key West, en Florida, sur de Estados Unidos, escribía desde muy temprano y en las tardes caminaba por Key West. En esa casa escribió algunas de sus principales obras: Las nieves del Kilimanjaro, La corta vida feliz de Francis Macomber, Tener y no tener, incluso su trabajo de no ficción, Verdes colinas de África.

En sus caminatas por Key West había establecido amistad con algunos vecinos, marineros y pescadores. Cierto día, el capitán Stanley Dexter le regaló una gatita color blanco, Hemingway la bautizó como Bola de nieve. La gatita tenía una particularidad, tenía más de seis dedos en sus patas, una mutación conocida como polidactilia, un trastorno genético que se hereda y puede ocurrir en múltiples especies.

No pasó mucho tiempo y Bola de nieve tuvo varios hijos, todos con seis dedos en sus patas.

Para entonces, Hemingway ya era un amante de los gatos. Se dice que tenía decenas de gatos y que, incluso, dormía con algunos y los bautizó con nombres originales como Mister Feather Pluss, Crazy Christian, etc.

Hemingway, ganador del Premio Pulitzer en 1953 y el Premio Nobel de literatura en 1954, llegó a tener 30 gatos.

Cuando dejó la casa a raíz de su divorcio en 1940 se mudó a Cuba, pero, seguía visitando la casa hasta 1961.

En ese mismo año, 1961, el escritor murió, entonces, la señora Berenice Dickson compró la casa y, en ella, fundó el museo: Casa de Ernest Hemingway. Más tarde, en 1968, esa casa fue designada Monumento Histórico Nacional de los Estados Unidos.

La población de gatos, para entonces, era de unos 50.

Una vez que la casa se convirtió en museo, la administración decidió mantener una población de entre 40 y 50 gatos proporcionándoles alimentos, salud, aseo y buena convivencia con los visitantes, incluso, cada semana los visitaba un veterinario para regular su dieta y controlar sus vacunas.

— ¿Qué futuro avizora para Tres gatos?

— Espero que, de aquí a cinco años, Tres gatos sea un referente de cultura viva para la ciudad y que ojalá cada vez podamos tener más libros, más escritores, más pintores, más músicos, que puedan encontrar aquí un espacio de inspiración para concretar su trabajo creativo —concluye Daniel Acosta. (I)