Desde los 18 años, edad en la que publicó Paren la guerra que yo no juego (1989), el manteño Pedro Gil Flores (1971-2021) encontró en la poesía -especialmente- una ruta de escape, un hogar hecho letras, su manera de expresar todo lo que guardaba en su ser, su verdadera adicción. El poeta se ha ido del espacio terrenal, pero sus escritos han quedado para seguir encontrándolo entre verso y verso o entre cada narración.