¿Hubo alguna vez televisión para niños y adolescentes en nuestro país? Durante dos décadas desde la llegada de la señal, estos contenidos constituyeron la tercera parte de la producción nacional, porque esa era la proporción de la audiencia, argumenta el productor Marcelo del Pozo Álava en el libro Pequeños televidentes (60 años de televisión infantil en Ecuador, 1961-2021), presentado el 14 de mayo de este año.

En diálogo con otros realizadores de esa línea, en el auditorio Leonidas Ortega de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, Del Pozo expuso su premisa: Durante mucho tiempo se hizo televisión dirigida a niños como espectadores, pero pocas veces ellos fueron protagonistas de esos espacios, hasta la llegada de mentes creativas con perfiles relacionados con la educación.

'Pequeños televidentes' es una memoria de la televisión para niños en Ecuador desde la llegada de este medio, en 1961. Foto: Cortesía

“Los niños han sido desde siempre parte importante de la audiencia de la televisión (...) en una sociedad que no les daba un espacio adecuado a los niños. En la industria del cine, medio anterior a la televisión, hay personajes infantiles como El chico (1921), de Charles Chaplin, y Los pequeños traviesos (1922). Hace 200 años existe el Coro de Niños Cantores de Viena. Son protagonistas”, hace notar Del Pozo en entrevista con este Diario. “Hay sociedades en las que los niños son parte de su historia y de su vida cultural”.

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¿Qué pasó en Ecuador? Ese tipo de expresiones no se veían antes de la llegada de la TV, en 1961. Del Pozo observa que el imaginario de los primeros productores venía de la radio, el circo y el teatro, donde tampoco había una programación decididamente infantil. Así que los primeros conductores fueron payasos, magos y jóvenes actrices disfrazadas de tías y abuelas cuentacuentos. También niños, pero ellos eran el público en el set.

“Tendrían que pasar muchos años hasta ver programas que ya no piensan en la abuelita ni en el tío, sino en otros personajes más adecuados al imaginario infantil. Llegan los años 70 con personalidades que vienen del exterior, con otra visión: el Tío Johnny (peruano), Alberto Cañas (Chileno) y Tiko Tiko (colombiano), y entonces se empieza a crear al conductor pensado para los niños” (hoy adultos).

Una tercera etapa, considera el productor, “vendría a principios de los 80, cuando aparecen niños conductores. “En 1979 sale en Ecuavisa un noticiero con reportajes hechos por niños, con algunos formatos estereotipados del mundo adulto”. Por esos mismos años un rostro juvenil apareció en Chispazos y luego en su propio espacio, Chispitas: Rashid Tanús. Para Del Pozo, este es el momento en que los niños toman protagonismo.

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Pero hacía falta una imagen más natural y espontánea de los pequeños, que surgió cuando los educadores se involucraron en la producción de contenidos para ellos. “Fueron iniciativas aisladas de educadores; a principios de los años 80 era gerenta de Producción de Ecuavisa la doctora Nila Velázquez, y ella empieza a crear programación de este tipo, con Teleducando, Rinconcito y Hacia la universidad”, con una joven Teresa Arboleda. Seguían la pista del boom de Plaza Sésamo, que había demostrado que la televisión educativa funcionaba y daba ideas de lo que se necesitaba para hacerla.

Sin embargo, después de estos hubo otro lapso hasta que aparecieron Arcandina (de María Elena Ordóñez, 1996) y el primer programa y luego canal independiente Educa (2012), que actualmente se ve en vivo en Educa.ec.

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La llegada del cable luego de las plataformas digitales redujo la propuesta televisiva dirigida al público infantil y juvenil. “Son horas mínimas y en otros (canales) ni siquiera eso, y peor programas producidos aquí”.

El objetivo de Pequeños televidentes es, en primer lugar, recuperar la memoria de la televisión infantil, pues esta ha desaparecido de los archivos de los canales. Un segundo propósito, dice Del Pozo, tiene que ver con su deseo de explorar la historia de la televisión ecuatoriana, que en este libro se delimitó al tema de los niños.

“Hace 43 años empecé a trabajar en TV. Mucha de esta historia la he vivido, la he visto detrás de las pantallas, he manejado la programación de un par de canales. Tenía mucho que contar de la manera en que se trabajaba, cómo eran estos personajes, cómo se vinculaba la televisión con el público”. Y un tercer factor fue indagar en la relación de la sociedad con la televisión y los niños.

“Una tercera parte de la programación de los canales estaba dedicada a los niños, porque ellos eran una tercera parte de su audiencia y al ser importantes aparece la publicidad”, aunque no de productos infantiles. Bancos y fabricantes de pastas, bebidas y salsas hicieron uso de esa franja en que la tarifa, además, era baja. La migración de estos anunciantes a otros medios dio origen a la desaparición de los programas.

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Menos lugar aún han tenido la televisión educativa y el entretenimiento sano con contenido de valor. “Actualmente no sé si existe algún tipo de control (en los contenidos transmitidos en horario para todo público), pero no hay nadie que vele porque esto se cumpla”.

Del Pozo guarda desde hace tiempo la idea de un libro sobre la TV nacional. En 2020, en una reunión con colegas de televisiones públicas y educativas de todo el mundo, conoció del proyecto del israelí Yuval Gozansky, editor de Historias de la televisión para niños alrededor del mundo (2023), y fue invitado a hacer el capítulo de Ecuador junto con la experta en Educomunicación y Medios Audiovisuales Mónica Maruri.

“Al hacer ese capítulo levanté mucha información, hicimos una veintena de entrevistas; a partir de eso expandí y complementé la visión local. Estuve buscando algún tipo de apoyo institucional, pero no encontré acogida, y me dije que iba a aventurarme solo e invertir en la producción del libro”.

¿Cómo hacer televisión para niños hoy? Hay diferentes pantallas y formas de ver, y los públicos están segmentados. Algo propio de la TV era su alcance a todos los que estuvieran en un lugar donde hubiese un transmisor. “Actualmente está estratificado”, dice Del Pozo, enumerando los servicios de streaming, que obligan a adquirir una suscripción a quien pueda pagarla. “La televisión lineal ha decaído”, y los niños de hogares de recursos medios y bajos consumen, sobre todo, YouTube, que, una vez que se tiene acceso a internet, parecería ser gratis.

Pero incluso allí hay oportunidades. “Un ejemplo mundial de esto es un pequeño corto llamado Baby Shark (de la compañía surcoreana PinkFong, 2017), una canción que ahora tiene 14.500 millones de reproducciones”, así como series y canales en numerosos idiomas, todos con contenido pensado en niños en edad preescolar.

“Somos un mercado pequeño, pero podría haber público que sustente esto en el Ecuador. Otro campo que no se ha explorado mucho son las televisiones regionales, que sobreviven milagrosamente, pero que tienen una conexión mucho más directa con las audiencias locales”.

Pequeños televidentes ($ 15) saldrá formalmente a la venta el 8 de junio en la librería Rayuela, en Quito. Hasta entonces puede comprarse en el ITSU (Instituto Tecnológico Superior Urdesa). (F)