En 2017, el periodista quiteño Marcos Echeverría Ortiz llegó a Nueva York, siguiendo el amor, es decir, a su esposa que lo había precedido en el viaje por motivos de trabajo. Y en busca también de la música. La conjunción de su trabajo y sus intereses lo llevó a estar nominado este año a dos premios Emmy y ser ganador de uno de ellos, por un proyecto audiovisual colectivo sobre los años dorados de la salsa.
“Era lo que me llamaba. Históricamente aquí fue donde la salsa se desarrolló junto con el hip-hop, el punk, el disco. NY fue siempre un pulmón de música y cultura”. Llegó directo a clases, pues se había ganado una beca en estudio de medios, y así empezó su vida en la Gran Manzana, en el barrio de Queens.
El trabajo de Echeverría se concentra en los movimientos sociales, la memoria histórica y oral y en estudios de raza. Especializado en narrar historias desde los nuevos medios (Transmedia Storytelling), su proyecto de maestría fue Where We Were Safe o El mapa de la salsa (2022), un archivo interactivo oral de los lugares perdidos de la salsa en Nueva York. Visitando el sitio whereweweresafe.org se puede explorar el mapa y escuchar los testimonios de periodistas, salseros y dueños de locales que estuvieron allí desde los años 70, viendo a la comunidad latina reunirse, después de un día desafiante tras otro, a cantar y bailar. La salsa se convirtió en el lugar seguro de los migrantes.
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Esa investigación se convirtió en un libro, The Lost Places of Salsa Music in New York City, publicado en 2023 con la firma guayaquileña dedicada a autores latinos Terminal Ediciones, y que va por la segunda edición.
Llegó a la gran ciudad pensando que haría un recorrido por los sitios históricos de la salsa, un monumento o una placa para Tito Puente o Héctor Lavoe. Pero no encontró nada más allá de una tienda de discos que está desde los años 60. “Ya no están los bares, ya no existen las discotecas, los clubes, las casas, no hay un museo. A partir de ahí el objetivo fue rescatar la historia de estos espacios a través de la memoria de la gente”.
Productor de noticias, investigador y editor
Actualmente, Echeverría es productor de las noticias del mediodía en el canal bilingüe NY1, que hace cobertura local y, curiosamente, tiene presencia en el mundo de los cómics. “Cuando ves, por ejemplo, Spider-Man, el canal de televisión que da las noticias en ese universo es NY1”.
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Allí también hace reportajes de investigación. Por eso tuvo la oportunidad de participar como entrevistador, videógrafo y editor de un programa de una hora de duración que ganó un premio Emmy el 11 de octubre de este año, en la categoría Special News Project, junto con sus compañeros del canal. Ese especial se llama Pa’lante, el pasado, presente y futuro de la salsa. “Soy productor audiovisual, no solo de noticias, sino que dirijo videos, investigaciones, documentales”.
A ese logro en equipo se suma una nominación personal (“no pude ganar esta vez”) al Emmy por el perfil documental Orlando Godoy, el videógrafo de la salsa, que Echeverría produjo, dirigió y editó.
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“Godoy fue este migrante colombiano que vino a Nueva York en los años 70 y comenzó a ir a los salsódromos, las discotecas, los bares, los conciertos”. Un día compró una cámara y se puso a grabar. “Él tiene un archivo histórico bellísimo e increíble de más de 1.000 horas de pietaje y claro, es algo que me voló la cabeza. Gracias a la investigación de mi primer proyecto di con él. Y tuvimos una relación muy cercana, hasta ahora, y él fue supergeneroso al abrir su archivo por primera vez para que lo podamos difundir”.
Esa historia inédita llamó la atención de la Academia de Artes y Ciencias de la Televisión. “Imagínate, era la primera vez que (Godoy y su archivo) se mostraba en televisión”.
“La salsa fue el soundtrack del movimiento social latino”
Echeverría dice que no es ningún cliché que Nueva York sea la capital del mundo. Opina que Queens, el condado donde vive, es tal vez el lugar más diverso del mundo. Un ecuatoriano que llega allí encuentra también su lugar seguro en la música que reconoce. “Uno nace con la salsa, con la cumbia, con los géneros tropicales. Siempre estuvo ahí, te subes a un taxi y hay salsa, te subes a un bus y hay salsa, vas al mercado y hay salsa”. Y eso pasa en toda Latinoamérica.
Antes de viajar ya tenía una conexión con la salsa neoyorquina. “Pero creo que realmente comencé a entenderla cuando me mudé acá”. Y entonces nació en él la pregunta: ¿qué significa ser latino en el siglo XXI en Nueva York?
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“Cuando vienes a los Estados Unidos, las líneas imaginarias de las fronteras que tenemos en Latinoamérica se borran. Eres ecuatoriano, eres peruano, eres colombiano, pero acá llegas a tener esta conciencia de latinidad, que es superimportante, más que una denominación o una descripción étnica es una conciencia. Y para entender esta pregunta y para responder tenía que entender cuál era el legado de la comunidad latina en Nueva York”.
Así, llegó a la conclusión de que la identidad latina en esa ciudad es fuerte por dos factores: “Primero, muchos de los derechos que tenemos las comunidades, las minorías, los migrantes, tienen que ver con las luchas de los latinos en el siglo XX”. La salsa, de la cual el romance es apenas una faceta, fue una extensión de los movimientos sociales. “La historia me hizo entender que la salsa fue el soundtrack de este movimiento social latino”, en una época en la que, considera, había más violencia racismo que en la actualidad, aunque parezca difícil de creer.
“Ahora estamos volviendo a tener muchas dificultades, pero en el contexto histórico de esa época, la falta de trabajo, el racismo, la falta de acceso a educación, la falta de acceso a salud, muy poca inversión pública en los barrios latinos, las drogas, los fuegos: mucha de la gente se quedaba sin casa porque los dueños de los edificios mandaban a quemarlos para que la gente salga y ellos puedan cobrar el seguro”.
La salsa, en los 70, empezó a cantar sobre esas luchas, los dolores del barrio y de la gente, y de un concepto que Echeverría usa en su investigación, la panlatinidad. “La idea de que somos una sola comunidad y estamos orgullosos de ella, hay esta conciencia colectiva de solidaridad. Y eso te ayuda como migrante nuevo a navegar y a entender esta ciudad. Cuando me hice esta pregunta me llegaron como a todas estas respuestas. Y a partir de ahí dije: ‘Guau, quiero investigar más sobre la salsa’ (...) La salsa es como un pegamento que nos une a los latinos acá”.
Pero esa identidad latina no tiene por qué diluir la nacionalidad. Echeverría lo hace presentando el programa musical Ecuatoriana, en la radio comunitaria LH (Los Herederos), que opera en el subsuelo de la estación de metro de la calle 74, en Queens. “Es algo loquísimo porque cuando estás en la cabina ves a la gente pasar. Ese lugar es superimportante, es el primer sitio de paso de los migrantes. Está conectada a los dos aeropuertos que hay en Nueva York. Si vienes a la ciudad en bus o en metro, ese es el primer lugar al que llegas. Tiene un valor simbólico”.
Su interés con Ecuatoriana es presentar música de nuestro país a la diáspora latina que todavía no la conoce. Quiere convertirla también en parte del pegamento cultural. Es un espacio mensual en el que se explora un tema cada vez. “Aquí hay gente colombiana, venezolana, puertorriqueña que no tenía idea de que había salsa ecuatoriana. Hice un programa de (el cantante surcoreano) Jinsop, uno de mis ídolos y uno de los precursores del rock en Ecuador”, dice hablando de la propia diversidad nacional, como hogar de migrantes que sumaron a la identidad ecuatoriana.
El más reciente invitado de Ecuatoriana fue Álex Alvear, a propósito de su presentación en el Museo de Arte Contemporáneo (MoMA) de Nueva York, en septiembre. “Él también fue migrante, vivió muchos años en Boston y en Nueva York. Entiende lo que significa la migración”.
En esa línea seguirá, dice el productor, porque la música siempre ha sido su norte, y el premio es un incentivo a seguir creyendo en ella, algo que empezó cuando era periodista cultural en Ecuador, y que lo ha seguido hasta su nuevo destino y se ha cruzado con otras temáticas. Habla sobre salsa, pero no solo de ella, sino de la migración, la identidad, la violencia, el racismo estructural, el olvido, y de cómo en medio de todo, la música sigue estando allí. (F)