Tres años, tres intentos. En los dos primeros, el puntaje de 752 puntos en la prueba Ser Bachiller le resultó insuficiente para acceder a una carrera; en el último y con 785 alcanzó un cupo.

Entusiasmada. Loyda Aguirre levanta la mano al escuchar su nombre. Está sentada en un pupitre, entre una treintena de jóvenes. Sí, ¡volvió a las aulas!. Es la razón de su alegría.

Ese camino educativo truncado tras graduarse de bachiller lo retoma, pero no en la carrera de Contaduría Pública Autorizada ni en la universidad que postuló en primer lugar, pues las plazas estaban copadas. Se inclinó por la segunda opción, Contabilidad, en un tecnológico. “No quería perder más tiempo, la carrera es parecida, corta y después puedo hacer una maestría”, dice la alumna del Instituto Superior Vicente Rocafuerte (ITS VR).

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En este primer ciclo del año, 20.980 jóvenes del país aceptaron ingresar a los tecnológicos, un 721% más que la oferta del 2013, año en el que apenas lo hicieron 2.556, según la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt).

Este aumento ocurre por el apoyo a la “formación tecnológica, revalorizándola como una opción del sistema de educación superior”, dice Milton Maridueña, rector de los tecnológicos ITS VR y del Ana Paredes de Alfaro. La tasa de ingreso del ITS VR era de 270 alumnos en el 2017. Este año la oferta se cuadriplicó y la aceptación de los cupos fue del 100%, agrega. Esta tendencia se repite en el ITS Guayaquil: pasaron de 814, en el 2017, a 1.455 este primer ciclo del año.

La reforma a la Ley de Educación Superior, aprobada en la Asamblea, reconoce como de tercer nivel los títulos de los graduados en los tecnológicos, explica la asambleísta de la comisión educativa, Dallyana Passailaigue. También les permitirá seguir estudios de posgrados. Estos cambios benefician a los estudiantes, pero representan desafíos a los institutos, pues la mayoría de los 138 centros públicos no tiene edificio propio ni presupuesto. Usan instalaciones de colegios y de centros, como el antiguo Secap.

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Carreras como Diseño Gráfico y Desarrollo de Software en el ITS Guayaquil son 50% prácticas, cuando “debería ser el 100%, porque mientras trabajas en taller vas reforzando contenidos y práctica”, dice la rectora Lobelia Cisneros, y cuenta que los docentes usan sus propias licencias para sus clases.

Para suplir ese tipo de necesidades y “generar la cobertura del perfil tecnológico”, Cisneros calcula que requieren unos $ 300.000. En el ITS Simón Bolívar necesitan cerca de $ 100 millones en infraestructura y equipos, según el vicerrector Joaquín Noroña.

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En ese centro han creado sus propios instrumentos para practicar, pero necesitan más talleres, sistemas mecánicos y automatizados, detalla Noroña. “Lo básico de un tecnólogo lo obtenemos del colegio, porque usamos las máquinas que nos facilitan”, dice.

En el 2013, la Senescyt planteó transformar en cuatro años, hasta el 2017, 40 institutos con equipos e infraestructura, y con una inversión de $ 308 millones. Desde el 2015 se han inaugurado al menos seis centros. “No solo se trata de mejorar la infraestructura, sino el cuerpo docente, laboratorios, calidad de formación y nivel de educación...”, afirmó Augusto Barrera, titular de la Senescyt, al inaugurar las clases en los institutos. Ahí destacó la modalidad dual, con clases teóricas y prácticas en empresas. (I)