Con las manos llenas de pintura e incluso su ropa y rostro, Melanie Padilla y Ámber Arias recorren diferentes zonas de Guayaquil para plasmar su arte en paredes grises. A ellas le acompañan fundas con decenas de aerosoles y tarros de pintura, también abrigos y gorras para soportar el sol inclemente mientras dibujan y pintan.

Su cerebro es el mayor ilustrador que tienen. Les basta imaginar o conversar previamente de lo que desean dibujar para luego fusionarlo y hacerlo. Las manos son hábiles para manejar el aerosol y las brochas.

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Primero realizan el bosquejo y poco a poco van poniendo capas de pintura. Cada que realizan un trazo se retiran un par de metros para observar en dónde será la siguiente pincelada. No temen usar colores vibrantes, de hecho, eso es lo que las caracteriza.

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A través del grafiti buscan reavivar sectores deprimidos y llenarlos de color, también buscan alegrar a quienes, dentro de su rutina, se detienen a observar sus obras.

En la vía a Daule a pocos metros de la terminal terrestre de Pascuales en menos de seis horas borraron lo gris de un espacio de pared para crear el rostro y silueta de dos mujeres, uno parecido al de una diosa griega y otro, con un tinte más maternal, ya que en su regazo tiene la cara de un bebé.

Melanie y Ámber plasmaron en este pedazo de mural parte de su esencia. En el caso de Melanie, quien firma como Metis, quería una vez más dibujar a esa diosa de la transformación que tiene tres ojos, también expresar la fortaleza de la mujer y el empoderamiento femenino.

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Mientras que Ámber buscaba retratar sus vivencias recientes. El bebé que pintó en el grafiti representa a su hijo que tiene apenas un mes. Las facciones del rostro que ella elaboró tienen rastros parecidos a ella, ojos achinados y nariz pequeña.

Esta, sin embargo, no es su primera muestra de arte urbano. Las jóvenes guayaquileñas, de 23 y 29 años, tienen más de cinco años haciendo muralismo y grafitis. Su trabajo, incluso, les ha permitido recorrer y llenar de color diferentes parte del país.

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En el caso de Ámber, quien firma como Ámber 21, ha recorrido ciudades como Vinces, Jipijapa y hasta Montañita. El alias que maneja se debe a que ella vive en la entrada de la 21.

Las jóvenes buscan apropiarse de espacios para llenarlos de color. Foto: El Universo

Ambas tuvieron acercamiento con el arte bien sea desde su niñez o a través de personas que estaban dentro del mundo del grafiti. Melanie recuerda, por ejemplo, que su primera obra fue en un concurso en un sector popular. Allí, descubrió que esa era una práctica que no quería dejar de hacer.

Ámber, en cambio, recuerda que pintó por primera vez en la zona de Horizontes del Fortín y fue un autorretrato.

Para las jóvenes hacer arte urbano en Guayaquil es un reto ya que consideran que la ciudad aún es conservadora. “El grafitero siempre ha sido mal visto y ver a una mujer haciendo lo mismo sorprende. Las personas no aceptan o no ven bien a mujeres que se tomen los espacios públicos para expresar arte”, dice Arias.

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Por ello, en su trabajo prima la presencia de las siluetas y rostros de mujer. Esta, considera, es una forma de visibilizar que el arte urbano no solo va de la mano de los hombres como históricamente se ha creído.

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Para las jóvenes, pintar un muro es en sí una apropiación del espacio público e incluso una ilegalidad, pero también una forma de recuperarlo, sobre todo en zonas abandonadas y marginales.

“Nos preocupamos en hacerlo estético, en dar ese factor de transformación, en mejorar. Te lo apropias, lo recuperas y le das otro significado”, dicen.

El pedido puntual que realizan es que el arte urbano sea valorado en la ciudad y que, a través de las autoridades locales, exista cierta libertad para apropiarse de espacios para llenarlos de color y brindar un mensaje.

“En Guayaquil no se debe desperdiciar el arte, en Guayaquil hay demasiado arte que no se está aprovechando. Somos una ciudad a la que le falta conocer más de cultura y de arte urbano, pero que puede hacerlo”, puntualizaron. (I)