Hace catorce años tomó unas esferas del árbol de Navidad de su casa para intentar hacer trucos y así conseguir dinero para su comida del recreo en la escuela, sin saber que ese momento marcaría el inicio de su afición por los malabares, habilidad que hasta sus 25 años practica.

Jorge Mera Velásquez, conocido como Jota en el mundo artístico, recuerda que tenía 11 años cuando observó por primera vez a un malabarista bajo un semáforo cercano a su escuela.

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El artista manipulaba varios objetos y luego pasaba por en medio de los vehículos en la luz roja para pedir colaboración. A él le llamó la atención cómo en ese minuto o menos de un minuto el malabarista captó la atención de los conductores y estos le dieron varias monedas.

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Él atravesaba una etapa difícil económicamente: sus padres acababan de divorciarse y uno de ellos había perdido el trabajo. Fueron años duros, ya que para la escuela le daban solo $ 0,30 con los que solventaba los pasajes de ida y regreso.

Al observar a sus compañeros que en el recreo podían comprar comida o bebidas, Jorge decidió buscar la manera de tener algo de dinero. Entonces se sumergió en el mundo de los malabares de forma empírica.

En las calles empezó a captar lo que hacían los artistas en los semáforos; luego iba a casa y practicaba con lo que tenía a mano en su vivienda del suburbio. Empezó con las esferas navideñas, luego pasó a las pelotas de tenis y finalmente a las clavas (herramienta que puede ser de plástico o madera y que es usada para la práctica de esta actividad).

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Con el paso de los años, pasó de hacer trucos con tres pelotas a manipular hasta siete.

Pasó de la calle a la actividad circense y nuevamente a las calles, en donde hasta el momento se mantiene. El conseguir dinero para solventar los gastos de su hijo pequeño lo obligó a tomar la decisión de hacer su show bajo los semáforos todos los días, cuando no existen funciones en los circos. También realiza presentaciones como payaso los fines de semana.

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El semáforo de Sauces es uno de los sitios en donde se suele colocar Jorge Mera.   Foto: El Universo

Fue en el mundo del circo donde aprendió y adicionó trucos, como el de equilibrar un paraguas en su frente mientras una pelota gira y él mueve cuatro clavas. En los 40 segundos o en el minuto, que es el tiempo que dura la luz roja, Jorge muestra el trabajo y la dedicación que ha tenido por perfeccionar este arte en los últimos catorce años.

A pesar de que todos los días se levanta con buena actitud y se prepara para brindar una pequeña presentación en las avenidas del norte y del sur que recorre, el malabarista asegura que existe el prejuicio hacia los artistas urbanos.

“Nosotros nos paramos frente a ellos, en los semáforos, para hacer algo que hemos practicado por años, que es nuestro sustento y que busca sacarles una sonrisa mientras nos observan. A veces nos tiran el carro”, afirma.

Para mantener en alto el oficio, Jorge todos los días saca a las calles sus trajes con lentejuelas y un parlante para ambientar las presentaciones.

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Una problemática con la que lidia es la inseguridad y la negativa de los conductores a bajar el vidrio y entregar una retribución por el temor de los robos o asaltos en los semáforos. En zonas del sur, él también ha sido víctima de asaltos en varias ocasiones.

Pese a las adversidades, Jorge no ve cercano dejar su oficio. Ha vivido momentos altos y bajos. El malabarista mantiene la emoción de las presentaciones en circos y en los semáforos.

Todos los días aún tiene la energía de tomar sus chalecos brillantes, parlante e implementos para hacer de la calle su escenario itinerante. “Uno tiene que ser siempre optimista, levantarse y estar positivo para transmitir al público algo bonito y que ellos valoren lo que se hace”, manifiesta. (I)