Formar una orquesta, juntando numerosas y diversas personalidades, cada una singular a la manera como solo un artista lo puede ser, corrigiendo los excesos de los egos más fuertes, y empujando a aquellos con las voluntades más débiles a rendir más, es una ardua tarea. Prepararlos para tocar una obra como la Inacabada de Schubert implica una diferencia de categoría antes que de grado.

Lo mismo se puede decir si la orquesta encima de eso está compuesta de jóvenes con poco acceso a una educación musical medianamente decente. Pero esto es lo que logró Dante Anzolini, a apenas cuatro meses de haber establecido la Orquesta Sinfónica Juvenil de la OSG, en su concierto inaugural, el pasado jueves 17 de enero, en el Teatro Centro Cívico Eloy Alfaro.

La sinfonía Inacabada de Franz Schubert (1797-1828) de cierta manera resume la naturaleza única de este compositor, más conocido por sus cientos de Lieder (canción lírica alemana) y obra para cámara antes que por sus sinfonías, la numeración de las cuales todavía es objeto de controversia debido a que la Inacabada no es la única que el compositor dejó sin terminar al morir apenas cumplidos los 31 años.

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Algunos sostienen que debería considerarse la séptima, otros la octava; de la Inacabada, Schubert dejó solo dos movimientos completos para orquesta, mientras que el tercer movimiento quedó solo en boceto para piano, sin terminar.

Por otra parte, gran parte de su obra sinfónica no fue descubierta sino hasta mediados del siglo XIX –la Inacabada fue interpretada por primera vez en 1865, 27 años después de la muerte del compositor.

Cada uno de los dos movimientos incompletos de la Inacabada, organizados en la forma tradicional sonata alegro de la música romántica, están compuestos de dos temas de gran contraste dramático que brillan por su elegancia y lirismo y desarrollo tranquilo y majestuoso. El primer tema del primer movimiento es en una sombría escala menor, pero el segundo en una alegre escala mayor; en el segundo movimiento, de tempo más lento, esto es al revés. El impacto dramático de tal contraste es similar en ambos movimientos.

Pero para que el público pueda apreciar tales cualidades se necesita de una orquesta cuyos músicos vayan mucho más allá que leer las notas de la partitura y tocar afinado, lo que es un mero logro técnico, tienen que interpretarla, considerando las intenciones del compositor, sus tiempos, y la función de cada nota en la obra.

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Para desarrollar esta capacidad interpretativa, Anzolini envió diversas tareas a los cincuenta músicos, que involucraban desde las matemáticas hasta la investigación del contexto sociohistórico del compositor y su obra.

La Inacabada fue seguida del concierto para trompeta del compositor barroco Giuseppe Torelli, y la popular Los Toreadores de la suite de Carmen de Bizet, la cual se interpretó junto con la Orquesta de Cámara y Banda Sinfónica del Colegio República de Francia. Estos dos últimos interpretaron tres piezas barrocas y contemporáneas en la primera parte del concierto, bajo la dirección de José Manuel Uzcátegui, demostrando una versatilidad comparable a la Sinfónica Juvenil de la OSG. (O)