Más que cualquier otro lugar de este país multiétnico, Salvador está empapado de cultura afrobrasileña: desde el culto a las deidades yorubas (orixás) hasta la práctica acrobática del capoeira y la cocina sazonada con el naranja intenso del aceite de palma y condimentada con una dosis de ají más picante de lo que soporta el paladar del resto del país.

La historia de la ciudad tiene mucha literatura –fue el hogar de Jorge Amado, entre otros autores– y está entrelazada con el colonialismo y el comercio de esclavos (Salvador fue la primera capital de Brasil, de 1549 a 1763).

Actualmente, su energía jovial y arraigadas tradiciones musicales conforman una vida nocturna vibrante y a menudo al aire libre, aunque no haya carnaval (este año del 28 de febrero al 5 de marzo). Pero cuando sí hay, pues, solo digamos que, en comparación, la versión de Río parece la hora del té en el palacio de Buckingham.

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Viernes

15:00. Historia en las alturas. Ubicado en lo alto de la bahía de Todos los Santos en la ciudad alta, el vecindario de Pelourinho está en el corazón del centro histórico, una maraña de calles empedradas y edificios coloniales de colores brillantes con balcones de hierro forjado.

Las bandas de tambores tocan música en las calles, pero cuando hacen demasiado ruido recomendamos escapar a las zonas culturales, como el Museu Afro-Brasileiro (entrada: 6 reales, o alrededor de 1,60 dólares).

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No te pierdas los 27 paneles de madera grabada de orixás –espíritus de candomblé, la práctica religiosa sincrética que impregna la vida aquí– realizados por Carybé, un argentino convertido en soterpolitano (el gentilicio de los lugareños en portugués).

La iglesia y el convento de São Francisco (5 reales) te dejarán con la boca abierta; no te molestes en cerrarla al salir, pues al otro lado de la calle querrás probar una bola del helado caraíba (cereza acerola, jengibre y limón) en Le Glacier Laporte.

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18:00. Café y capoeira. Dirígete a Ladeira do Carmo, pasando la iglesia de Carmo, hasta llegar al siguiente barrio: Santo Antônio Além do Carmo (San Antonio más allá del Carmo). A pesar del nombre poco original, la zona es encantadora, y está más moderna que nunca: tiene talleres, cafeterías y bares con música en vivo a lo largo de su principal –y en realidad única– calle, la Rua Direita de Santo Antônio (calle derecha de San Antonio, en serio).

La mayoría de los negocios del lado oeste tienen vistas hermosas de la bahía, así que entra a cualquiera para disfrutar el paisaje junto con un café o una cerveza al atardecer, a menos que te estés quedando en una posada a lo largo de este tramo, en cuyo caso puedes hacerlo desde tu propio balcón. Tan solo asegúrate de ir a Forte da Capoeira alrededor de las 19:00 para ver una demostración de capoeira, una tradición hipnótica similar a las artes marciales con raíces en los rituales africanos traídos a Brasil durante la época de los esclavos.

20:30. Almejas y adoquines. Mouraria es un vecindario silencioso y acogedor de calles empedradas con restaurantes y bares que no han sido remodelados para los visitantes, lo cual es glorioso. También es un lugar donde los lugareños vienen a comer lambretas, una almeja local tan jugosa y llena de sabor que cuando los meseros de Mistura Perfeita traen un plato lleno con cebolla y cilantro (19,90 reales), lo acompañan con una taza de caldo sobrante.

El platillo pueden compartirlo dos personas si comienzas con los desbordantes pasteis de carne de cangrejo, la versión brasileña de una empanada. Prueba una caipirinha, el coctel brasileño tradicional hecho con limón, azúcar y cachaça. Aquí puedes pedirlo con umbu, una fruta verde y cítrica a veces llamada ciruela de Brasil.

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22:30. Samba en el centro. Bar do Espanha era un bar tradicional dirigido por una familia española desde 1920 en Barris, el vecindario que se encuentra en el centro de Salvador. Sin embargo, en 2017, cuando el propietario de 90 años quiso cerrarlo, dos jóvenes clientes compraron el lugar. Arthur Daltro y Uiara Araújo cambiaron el nombre del lugar a Velho Espanha, conservaron los techos de madera, restauraron el piso de azulejo y mantuvieron un menú sencillo con precios razonables en el que puedes encontrar cervezas y botanas de bar. Los fines de semana hay música en vivo en el saturado interior, donde podrás encontrar bandas que tocan samba o un género local llamado samba regué (su nombre lo dice todo).

 

Sábado

12:00. Hay que comer. Irte de Salvador sin probar la moqueca sería tan absurdo como ir a Nápoles y no comer pizza. El caldo local de mariscos se cocina con leche de coco y está teñido con el color anaranjado del aceite dendê (a veces llamado aceite de palma rojo). La versión del platillo que se sirve en el restaurante Donana, un lugar de apariencia sencilla, es la más elogiada: obtuvo el primer lugar de la ciudad según los premios Comer e Beber, y el segundo lugar según uno de los meseros, pues dice que solo su mamá lo hace mejor. La versión con camarón es densa, incluye la pesca del día y también arroz, pirão (un platillo de yuca parecido a la polenta) y farofa (harina de yuca tostada) teñida con dendê por 108,90 reales (para dos personas).

14:00. ¡Autor! ¡Autor! Jorge Amado es el hijo literario favorito de la ciudad, y sus novelas a menudo se consideran retratos del Salvador del siglo XX y del estado de Bahía. La casa que compartió con Zélia Gattai, su segunda esposa —también una autora reconocida—, hasta que murió en 2001, ahora es un museo. A Casa do Rio Vermelho (20 reales), que lleva el nombre de su vecindario costero, alberga una excéntrica colección de arte, llena de ranas, así como su biblioteca, cartas dirigidas a otros autores famosos y una exposición multimedia en la que celebridades brasileñas leen fragmentos de su obra. (Doña Flor y sus dos maridos sería un buen comienzo si quieres prepararte para el viaje, ya sea en su versión impresa o la película basada en el libro y nominada a un Globo de Oro).

19:00. Cena en familia. El restaurante de la familia Guerra y el bar cercano han convertido una placita acogedora del vecindario Garcia en un destino gastronómico y de bebidas. Primero llegó Larriquerrí, donde se sirve lo que su hijo Gabriel llama “cocina de memoria afectiva”: recetas familiares que él y Guilherme, su hermano, comían de pequeños, preparaciones salidas de la cocina de su mamá, Rosa. Las trouxinhas de carpaccio son montones de res en rebanadas delgadas con crema de ricota y acompañados de pesto con parmesano que explotan en tu boca con una suntuosidad modesta.

La pasta mezzaluna, rellena de albaricoque y queso brasileño con salsa de gorgonzola, es gloriosamente explosiva, al igual que la atmósfera: un poco caótica mientras Romildo, el padre, recorre el lugar tratando de ser encantador con todos los comensales (y, además, lo logra). La cena para dos con vino cuesta alrededor de 250 reales. Larribar, cerca de ahí, es uno de los pocos lugares de la ciudad que se toma en serio la coctelería. Ve cómo el cantinero atrapa el humo salido de una vara de canela humeante en la copa que después llena de Ventura (25 reales), básicamente un “sour” de cachaça ahumado.

22:00. Noche en el río rojo. El Rio Vermelho, que puedes recorrer a pie, en el costado de la ciudad que da al océano, es uno de los centros nocturnos de Salvador. Quizá querrás empezar en Chupito, donde la especialidad, claro, son los shots. No son caballitos de tequila, sino más bien minicócteles, con alternativas al parecer infinitas que están escritas en la pared, y un DJ que se encarga de una pequeña pista de baile. Cerca de ahí, por el muelle, Teatro Sesi tiene música brasileña en vivo en el balcón (la “varanda”; entrada 20 a 30 reales). Si no, siéntate afuera con una cerveza en la festiva Praça da Dinha, o Plaza de Dinha, que lleva el nombre de la expropietaria de un local donde se vendían acarajés, bollos fritos de frijoles careta con o sin camarones (otro clásico de Salvador).

 

Domingo

09:00. Valor comercial. A diferencia del Mercado Modelo, un lugar turístico en la ciudad baja, el muelle Feira São Joaquim es un enorme mercado deslucido a medio remodelar donde, además del sinfín de frutas, carne y vísceras, también encontrarás hierbas medicinales, aceite dendê, infusiones de cachaças e incluso cordeles de tabaco del grosor de una soga. La mejor parte es la enorme variedad de artículos religiosos, como las coronas y espadas hechas a mano y otros objetos en una tienda llamada Ilê Alacorô.

12:00. Código de vestimenta: camiseta informal. A media hora subiendo por la costa enfrente del mar se encuentra el vecindario artístico de Itapuã, mejor conocido como la antigua casa de Vinicius de Moraes, al afamado poeta y letrista de bossa nova. Puedes posar sentado al lado de una amistosa y panzona estatua suya en una pequeña plaza afuera de su antigua casa (o sé el único visitante en la historia documentada que no posó con él; tú decides). Los mejores mariscos de la ciudad están en Mistura, un restaurante de lujo donde meseros elegantes atienden a los sofisticados comensales, que a menudo contrastan con la formalidad del lugar, pues van en camiseta y sandalias.

El menú de precio fijo es un festín sorprendente y una ganga: 129,90 reales. Llena tu plato en el bufé de entremeses (tartar de róbalo, gratinado de ostras), después ve cómo una serie de mariscos aparecen antes del plato principal (risotto de pulpo, ¿quizá?) y, al final, el postre. Estás a 15 minutos en auto de la atractiva Praia do Flamengo (Playa del Flamenco), en caso de que quieras holgazanear todo el día en un club frente a una playa como Lôro-Stella Maris.