La crianza responsable para el consumo de especies acuáticas genera una huella de carbono más baja que la ganadería. Los pescados presentan un contenido calórico más bajo que la carne de res. Por esta razón, se recomienda su consumo para prevenir, entre otras, las enfermedades cardiovasculares.

Durante esta época de cuaresma y en la Semana Santa el consumo de pescado crece. La tilapia y la trucha son las especies favoritas en la mesa de los latinoamericanos, ya que además de ser económicas cuentan con propiedades benéficas para la salud: el pescado tiene niveles de colesterol mucho más bajos que la carne de cerdo o la de res.

En el caso de Ecuador, según el Instituto de Promoción de Exportadores e Inversores, la industria pesquera atunera nacional es la segunda más grande y moderna de América. Durante el 2018, Ecuador exportó $3.000 millones solo en atún y dorado, aunque los camarones también reportaron un alto consumo, además de la corvina. 

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Juan Mauricio Ortega, gerente de la Unidad de Nutrición Humana y Animal de BASF para Colombia, Ecuador y Venezuela, sostiene que “en países como Perú que consumen unos 20 kilos de pescado al año”, en los últimos años se viene presentando un crecimiento en este sector, lo que representa una importante oportunidad para el mercado, aún más si se tiene en cuenta que la tendencia apunta a la predilección de alimentos cada vez más saludables y ambientalmente amigables. 

Es así como la industria piscícola surge una alternativa viable, sostenible y acorde con las prácticas de seguridad alimentaria que se están promoviendo en diferentes partes del mundo. La ventaja es que los animales acuáticos son más eficientes en la conversión y requieren menos kilos de comida que las otras especies, a la vez que le garantizan al ser humano una alta calidad proteica.

Sin embargo, muchas de las materias primas que se usan para alimentar a los peces en criadero siguen generando un gran impacto. “Tradicionalmente las dietas para los peces se elaboraban con harinas de origen animal de alta digestibilidad; actualmente es necesario utilizar materias primas de origen vegetal como la soya, en lugar de retención de nutrientes para el pez e incrementar la excreción de nutrientes al agua, lo aumenta la contaminación de las fuentes hídricas”, afirma  Ortega. Por lo anterior, el reto para la producción de pescado está en desarrollar soluciones para aumentar la productividad, mientras hagan un uso adecuado del agua.

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Para lograrlo, empresas como la multinacional alemana han desarrollado soluciones para incrementar la sostenibilidad en la dieta de los animales acuáticos y contribuir  a la reducción de los índices de contaminación en el agua. Se trata de la implementación de aditivos en la comida de los peces, con lo que se logra disminuir los índices de minerales que el pescado excreta y evitar que sus heces aumenten la producción de algas, que reducen el oxígeno, afectan el ecosistema y disminuyen la productividad de los cultivos.

Por ello, consumir pescado podría ser la opción más saludable de alimentarse y a la vez ayudar así al medio ambiente. (I)