José Andrés Caballero, José Andrés Caballero, ¡José Andrés Caballero!… ¿Saben quién es este personaje? Seguramente lo vemos en la calle, lo identificamos, le pedimos fotos, decimos “¡Qué guapo el chico!”, pero sin saber su nombre. Sí, es el de la novela famosa y que ahora se lanza a las tablas con el stand-up, No eres tú, ¡soy yo!, y con motivo de salir del anonimato inicia su acto entre risas con los espectadores, allí en la sala La Bota del malecón del Salado.
Hacer un stand-up es un sueño para algunos actores, pero que encierra un trabajo importante detrás del escenario. No solamente es pararse semimprovisado a decir vulgaridades. La impresión que me llevé fue que José Andrés estuvo en el escenario muy ligero, liberado de egos, de posturas, para jugar con su texto y con el público, con sus músicos que se encontraban detrás de él (aunque aquello podría explotarse más) y lo más importante, lejos de su persona.
Aunque se trató de un stand-up, Caballero estaba en un personaje que se encontraba muy pero muy lejos de su papel en la novela de Ecuavisa. Para conducirme a concluir que el trabajo actoral de televisión no está ni un poquito cerca al que se realiza en teatro; se pierde mucho, lo daña. Alguien tenía que decirlo y se dijo.
El stand-up, que habla sobre las mujeres, lo dirige el venezolano Jorge Souki, integrante de La Nueva Compañía junto a José Ramón Barreto y Henry Gaspar Colmenares, responsables de montar la obra.
La puesta en escena fue sencilla, lo único imprescindible eran actor, su plasticidad actoral y los músicos. También en el escenario apareció a vislumbrar con su maravillosa voz la cantante Nicole Cornejo, aunque sinceramente me perdí el motivo de su intervención.
Pero no todo es de color rosa, el texto original del venezolano Luis Fernández está desgastado, descontinuado, con un infinito de lugares comunes… Desde el título No eres tú, ¡soy yo! no comprende nada sobre la mujer de hoy, ni su actualidad en lo social; se apega a los estereotipos para hacer chistes que hacían reír hace tres décadas; lo que nos indica que aún somos espectadores que viven en el antaño machista. La dirección de Souki y la plena actuación de Caballero salvan lo irremediable. Con lo que se acaba de decir ponemos el dedo en el ojo de la dramaturgia local, que hoy parece con hambre.
También encontré la ausencia de creación dramatúrgica en la presentación de fin de carrera de los estudiantes de teatro del Estudio Paulsen: De amor y otros traumas. Sin embargo, la sinergia grupal, las actuaciones de la segunda promoción que este centro gradúa, tuvieron una altísima calidad. La conexión entre los actores, de los actores con el público, su ritmo frenético y la energía que transmitían, nos avisaron que ya contamos con una nueva camada de actores.
Las muestras fueron simpáticas, unas más llamativas que otras. Pero los nombres anglosajones de los personajes y las realidades que planteaban advertían a la crítica de teatro que los guiones eran alquilados. Esto no quita que había algunos muy buenos, como La chica de los quince minutos y Amor y control, que valdría por mucho la pena que las volviesen a montar en otros teatros. Lo que es criticable es que se estén incorporando actores que no hayan generado dramaturgia propia y queden solamente para asumir textos foráneos. Aquello nos arriesga a incorporar textos caducos como el del antes mencionado stand-up.
¡Lean teatro! ¡Escriban teatro! ¡Vamos al teatro! Hasta la próxima, amigos. (O)