Del  año 1999 ecuatoriano lo que más se recuerda quizá es el feriado bancario, la debacle económica y la inestabilidad política en que se hallaba el país. Pero en medio de ese escenario, la vida bullía. La gente apostaba por proyectos. Ese año,  EL UNIVERSO estrenó el suplemento La Revista y  la escritora Sonia Manzano dio a conocer su libro de cuentos Flujo escarlata, por el cual obtuvo el Premio Joaquín Gallegos Lara. Para entonces, ya era una reconocida escritora. Años antes había ganado el primer premio de la Bienal de Novela Ecuatoriana por la obra Y no abras la ventana todavía, y publicado varios poemarios, entre otros, el que hizo que me prendara de la poesía de esta autora: Full de reinas.

Que veinte años no es nada, dice el tango. Pero no es cierto. Es mucho. Y abundante  lo que ha pasado en dos décadas. Y así llegamos a 2019, con La   Revista como compañera indispensable de los domingos".

Otra escritora guayaquileña que destacaba era Gilda Holst, quien había publicado dos libros de cuentos (Más sin nombre que nunca, en 1989, y Turba de signos, en 1995), impartía clases de Literatura y eventualmente escribía reseñas literarias. Un año más tarde, en 2000, publicaría su novela Dar con ella. Y luego otro libro de cuentos: Bumerán (2006). Raúl Vallejo, por su parte, en 1999 publicó Acoso textual, considerada una novela  pionera en hacer uso del recurso de los correos electrónicos, por la cual obtuvo el Premio Joaquín Gallegos Lara.  Ese año,  la editorial Alfaguara editó la novela La sombra del apostador, de Javier Vásconez,  y se hablaba, asimismo, de El  síndrome de Falcón, la conferencia que Leonardo Valencia, quien residía fuera del país, había traído a Guayaquil en 1998 y que causó revuelo, pues planteaba que el problema de la novela ecuatoriana era que se creía con el peso de querer representar al país.

Fuera de las fronteras,  en 1999, la novela Detectives salvajes,  de Roberto Bolaño, ganaba en Venezuela el Premio Rómulo Gallegos, uno de los más prestigiosos galardones de la literatura en español, que en tiempos maduristas se ha perdido por falta de presupuesto. El escritor  murió en 2003 y dejó una vasta obra. Entre los jóvenes comenzaba el fenómeno Harry Potter.  En tanto, el Premio Cervantes iba a manos de Jorge Edwards. Y el Nobel de Literatura, que gozaba de reconocimiento unánime, se lo concedían a Gunter Grass.

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Que veinte años no es nada, dice el tango. Pero no es cierto. Es mucho. Y abundante  lo que ha pasado en dos décadas. Y así llegamos a 2019, con La   Revista como compañera indispensable de los domingos. El Nobel de Literatura, envuelto en escándalo. Bolaño, convertido  en uno de los autores más importantes de lo que va del siglo XXI.  El país, con crisis económica y social. Y pese a ello, la gente  trabajando, amando, creando.  Muchos de los escritores nacionales que hace veinte años brillaban, siguen fieles a las letras. Vitales en su oficio. Gilda Holst dejó de publicar y poco se ha sabido de su escritura en los últimos años. Pero ahora que se habla de la potencia de la literatura ecuatoriana escrita por mujeres y se destaca a una nueva y magnífica generación de narradoras guayaquileñas, vale tener muy presente su nombre como una de las grandes e indiscutibles cultoras de la narrativa de esta ciudad y el país. Y leer o releer su obra, tan actual. ¡Salud!  (O) claramedina5@gmail.com / @claramedinar