Fue una locura la aplicación que convierte nuestro rostro actual en uno de anciano. A pesar de que es una función que existe desde hace un par de años, en las últimas semanas se puso de moda y pudimos ver a todo el que fotografió su rostro, cómo luciría cuando el planeta ya esté inhabitable y más allá. Divertido, jocoso, sorprendente. Unos se parecían a sus padres, otros (como en algún meme que circuló por WhatsApp) a sus vecinos. 

Pero entre risa y risa, enseguida saltaron las alarmas: expertos informaron que la FaceApp es de riesgo, pues nuestra información y principalmente nuestras fotografías pueden caer en manos de terceros, quienes a su vez podrían hacer uso de ellas como quisieran. Aunque la empresa propietaria de la app aclaró, entre otras cosas, que nunca transfieren a la nube otra imagen que no sea la que el usuario empleó, hubo quienes se quedaron con la duda y otros que hicieron caso omiso del riesgo y la siguieron. 

Luego saltó otra alarma: una versión prémium “gratuita” de la misma app era falsa y podía llenar de malware la computadora. Si se preguntan cómo saber cuando una app representa algún riesgo, sugiero a los lectores recurrir a páginas como www.welivesecurity.com donde se publican investigaciones realizadas por expertos de todo el mundo dedicados a la seguridad en internet, no con la intención de alarmar sino de aconsejar y mantener a los usuarios al tanto de las amenazas informáticas que nos podrían afectar. Vale la pena recurrir a esta información para evitar caer en trampas de estafadores informáticos. 

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Expertos informaron que la FaceApp es de riesgo, pues nuestra información y principalmente nuestras fotografías pueden caer en manos de terceros, quienes a su vez podrían hacer uso de ellas como quisieran".

Es que como los adultos nos hemos vuelto más lúdicos, los celulares en nuestras manos son un juguete de ilimitadas posibilidades. La app que nos volvió ancianos no tenía la opción de volvernos sabios o por lo menos más acuciosos como para contrastar la información y detectar si hay riesgos. No lo digo para ofender, sino para hacer una reflexión de nuestro comportamiento. 

Ya a inicios de este año se publicó una investigación de la Universidad de Princeton y la Universidad de Nueva York que concluía que el grupo de usuarios de redes sociales más vulnerable a compartir noticias falsas era el mayor de 65 años. A diario seguimos viendo la divulgación en las redes sociales de noticias que no tienen fuentes, que aunque se presentan con faltas ortográficas o de redacción, las compartimos sin dudar un instante de su contenido. 

No es sencillo saber a ciencia cierta la veracidad de la noticia que nos llega por internet. Pero un detalle importantísimo para identificarlo más o menos es la transparencia del contenido. Si la noticia publica fuentes que avalan lo dicho, adjunta enlaces de otras páginas, es probable que sea real. Por eso, antes de compartirla hay que leerla más allá del titular, googlear datos que la noticia provee y, aunque suene feo y personalmente jamás antes lo hubiera dicho, dudar antes de creer. Estoy segura de que el día que exista una app que nos haga sabios, la cosa será más fácil. (O) 

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