Los golpes rítmicos que se oyen entre las arcadas frente al Palacio de Justicia hacen que los visitantes europeos piensen en otra época, cuando todavía eran habituales las máquinas de escribir, unos dispositivos que en Calcuta forman parte de la vida callejera cotidiana. 

Lo primero que muchos visitantes recuerdan de Calcuta, oficialmente llamada Kolkata, es a la Madre Teresa (1910-1997), la monja que se ocupó de los pobres de la metrópoli india, visibilizando en ella la pobreza, algo que solo es una parte de la ciudad. 

Calcuta es una urbe animada y siempre viva: en todas partes se asoman las sonrisas, ya sea en los puestos del mercado o en las calles, tanto en los autobuses públicos como en el metro. Sus habitantes se muestran curiosos, dispuestos a ayudar y amistosos frente a los extraños. 

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El alfarero Bhola Paul trabaja con materias primas que recoge del río para elaborar sus piezas. Foto: DPA.

Bocinas contra el aburrimiento

La vitalidad se refleja en el ajetreo cotidiano, desde primera hora de la mañana, ya sea en el mercado de las flores o en el puente Howrah, uno de los más transitados de toda Asia. Se calcula que más de un millón de personas lo atraviesan diariamente para salvar el Hooghly, uno de los brazos de la boca del Ganges, ya sea a pie o en bicicleta, carro, coche, taxi, autobús o camión. 

Las bocinas son usadas sin parar, sin mala intención, simplemente es como un pasatiempo para muchos conductores. 

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Recuerdos de la nobel

La calle AJC Bose Road es particularmente ruidosa. A su paso frente a la sede de las Misioneras de la Caridad, donde se halla el sepulcro de la Madre Teresa, el ruido llega hasta su tumba y al interior del museo donde se puede conocer la vida de la premio nobel de la paz de 1979. 

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Los fieles pueden contemplar con reverencia diversos objetos personales en vitrinas: un pañuelo, su maleta gris, una caja con jeringas y agujas para hacer análisis de sangre, sus sandalias... 

Algunas fotos en blanco y negro muestran a una joven Agnes Gonxha, mucho antes de convertirse en la Madre Teresa. 

 

 

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Una reliquia de épocas inglesas: la iglesia de San Juan. Foto: DPA.

También hay lugares silenciosos

Calcuta no es solo una ciudad ruidosa, también hay rincones tranquilos, como el barrio de Kumartuli, donde la megalópolis muestra su lado más rural, una Calcuta de pueblo. Hay talleres pequeños y frescos, donde artistas como Shankar Paul y Bhola Paul crean esculturas en pequeño y gran formato. Se pueden encontrar piezas de uso doméstico, para festivales o incluso museos, así como representaciones de dioses hindúes o incluso del Mahatma Gandhi. 

El templo de Kali  en Dakshineswar puede resultar muy romántico en el atardecer. Foto: DPA.

El Jardín Botánico también es un lugar tranquilo, igual que la iglesia anglicana de San Juan o los parques cercanos al memorial de la reina Victoria. También lo son las orillas del río cerca del templo hindú Dakshineswar Kal, donde la gente se zambulle en las turbias aguas del Ganges, a la vez que rellena frascos y botellas para rezar en casa. Como Dhar Souvik, un joven de 25 años que trabaja como asistente en una clínica dental. Visita el templo y la orilla del río porque su padre está enfermo. “Aquí siento paz, una profunda relajación”, dice parpadeando hacia la puesta del sol, más allá del ancho curso del río.