Médico y sobreviviente, de los dos lados del COVID-19

Al inicio de la pandemia, cuando la enfermedad empezó a propagarse en los continentes, entre enero y marzo, se pensaba que el nuevo coronavirus tenía más baja transmisibilidad y mortalidad que el de la gripe. Esto incidió en la conducta del personal sanitario y en quienes tomaban las decisiones.Hoy se sabe que el índice de transmisibilidad es de 1 a 2,5 (según estudios epidemiológicos en España). “Significa que una persona contagia a otras 2,5 a su alrededor en 15 minutos de contacto estrecho ”, explica el médico intensivista Miguel Chung Sang , mientras se recupera en su casa después de haber pasado una semana conectado a un respirador.Originalmente, continúa el especialista, se pensaba que esto ocurría únicamente a través de gotas, al estar a menos de 2 metros de distancia de la persona infectada, en un lugar cerrado, sin mascarilla. Hasta hace poco más de un mes, la Organización Mundial de la Salud sostenía que el coronavirus no se transmitía por vía aérea, es decir, que no había manera de que quedara en el ambiente. Y tal vez por esa creencia, dice el médico, se contagió.“Me desperté del respirador y me quitaron el tubo el 4 de julio de 2020. Tres o cuatro días después, la OMS publicó una declaración en la que reconoce que la transmisión del virus es posible por vía aérea en lugares cerrados con recirculación del aire (a/c), tal como el AH1N1, con una posibilidad de contagio de 10 a 20 metros entre dos personas”.Paradójicamente, Chung Sang pasó los meses de pico de la pandemia trabajando como jefe del área de cuidados intensivos del Hospital Universitario de Guayaquil, sin contagiarse. “Utilizábamos el equipo adecuado (no el antifluido): máscara, bata y guantes descartables, que eran como nuestra piel. Sobre eso nos poníamos una segunda capa al tratar con un paciente. Y si había que aspirarlo o intubarlo, debíamos utilizar gafas y protector facial, y si hubiese mayor probabilidad de contaminación (en áreas de aislamiento), el traje blanco completo”. ¿Cuándo y cómo adquirió la enfermedad, entonces? “En las dos primeras semanas de junio; empecé con síntomas el día 17”. Una coincidencia, dice. “Las clases de la universidad, por teleconferencia. Dar clase con mascarilla N95 no es fácil. Como en esa época se consideraba que la transmisión era por gotas, fui a una sala del hospital cuya central de aire acondicionado recircula el aire de esa oficina, la residencia médica y la sala de información donde se recibe a los familiares de los pacientes”, muchos de ellos asintomáticos y cubiertos con máscaras de tela, de fabricación casera. “Cero por ciento de filtración de virus”. Era el único sitio donde se quitaba la mascarilla. El equipo médico daba los informes en la otra sala en un horario diferente, pero era el mismo sistema de aire acondicionado. Se habría requerido, reflexiona el intensivista, de un equipo de presión negativa , que toma aire del exterior, diseñado para áreas hospitalarias en que se trata enfermedades de transmisión aérea.Lo siguiente fue una cadena. “Una residente y yo caímos en la misma semana. Yo iba a ver en auto a mi esposa (enfermera) todos los días a su trabajo”. Cuando empezó la fiebre, ambos se aislaron en casa. Ella fue asintomática. El cuadro de él fue rápido. Al quinto día de síntomas recibió el resultado de la PCR. “Para entonces ya no podía hablar de continuo”. Lo aislaron en un cubículo del hospital, le realizaron la tomografía, que mostró las infiltraciones pulmonares típicas de la enfermedad, y se quedó allí.Cree que fue lo que algunos llaman una desgracia con suerte, y él llama un “accidente de tránsito con airbags”. “Para cuando enfermé, ya entendíamos mucho mejor la fisiopatología, el comportamiento anormal del funcionamiento del cuerpo en COVID-19. Sabíamos que produce afección pulmonar, hipoxemia (caída del oxígeno en la sangre) asintomática, que solo se siente cuando el pulmón está completamente inflamado. Hemos visto”, comenta, “pacientes con 70 % de saturación que ni siquiera sienten ahogo, solo respiran más profundo”. Eso, junto con la inflamación por el virus, produce el daño pulmonar severo con el cual llegaban los pacientes inicialmente a la emergencia.A mediados de junio, la disponibilidad de camas era mayor, y el médico pudo internarse inmediatamente, “pero en abril”, recuerda, “las UCI se llenaban y se vaciaban, pero nadie vivía . Era…”. Es difícil describirlo con palabras. “La mitad del personal médico no iba a trabajar”.Además, dice, en junio ya se habían abandonado una serie de tratamientos que, considera, contribuían a intoxicar al paciente, como la hidroxicloroquina, la azitromicina y el lopinavir-ritonavir. “ Y más importante que todo, el personal perdió el miedo. Y estaban completos en sus funciones. Ya no eran los mismos que cuatro meses antes”.En los medios internacionales, los que pasaron la enfermedad, aunque fuera con síntomas leves, hablan del ‘long COVID’ para referirse a las secuelas. Se sienten débiles, fatigados, frágiles. No lo entienden. Son jóvenes, no tienen enfermedades crónicas, solían hacer deportes.Chung Sang, de 51 años, cree que son efectos a mediano plazo, que falta ver cómo seguirán en los próximos meses, pero no tiene dudas del síntoma más marcado: el síndrome de fatiga crónica (en más del 80 % de los pacientes). Hay también disnea (dificultad para respirar), disgeusia (pérdida del gusto), anosmia (pérdida del olfato), tos persistente y alteraciones sensitivas de origen neurológico, como hormigueo o adormecimiento sin estímulo, como en su caso. “La mitad de mi cráneo y ciertas partes de una pierna están todo el tiempo adormecidos”.¿Por qué la fatiga? Es algo que está por verse. “En mi caso, lo atribuyo al hecho de que al haber estado gravemente enfermo, el organismo utilizó el músculo para recuperarse ” (no puede usar la grasa ni los azúcares). “Perdí 15 kilos en 10 días. El día que regresé a casa, subir las escaleras (con ayuda) fue extenuante como una maratón”. Nunca hacía siestas, y ahora, algunas tardes, se queda dormido.Sin embargo, hay secuelas más preocupantes que el cansancio, como la fibrosis pulmonar . El pulmón, en los sitios donde se inflamó con severidad y luego se reparó de forma desordenada, tiene cicatrices. ¿Cuántos pacientes quedarán con fibrosis? Es una de las preocupaciones de la comunidad médica, y también del doctor Chung Sang. “Te quita capacidad vital, de hacer ejercicio, de respirar”. No es reversible y no hay tratamiento efectivo ni preventivo. Parece preocupado pero no sorprendido. “Yo tenía una constelación de factores de riesgo: varón, grupo A Rh+ y una patología cardiaca controlada, más obesidad grado 1”.Al momento está empezando su rehabilitación física, nutricional y psicológica, también. “ Estar del otro lado te deja algunas reflexiones. Una cosa es ser el que dispone y da las órdenes, y otra el que tiene que aceptar las decisiones. Pero también deja hallazgos. Te despiertas y te has convertido en una leyenda urbana”, dice con humor. “Has estado en las cadenas de oración de grupos de exalumnos, médicos, amigos. Se ha generado un alboroto en redes. Me mataron cinco veces, me revivieron otras tantas”. Aún más grato, dice, fue haber cumplido uno de sus dichos como docente universitario: “Cuando sea viejo, no quiero que me maten, sino que me salven”. La última vez que dijo eso fue justo antes de internarse. “Los médicos que dirigieron mi tratamiento fueron mis exalumnos y ahora colegas intensivistas”. Siente la confianza, dice, de haberles dado los controles. “Pusiste tu vida en las manos de los que inspiraste o enseñaste, y ver que las cosas salieron bien”.Finalmente, recuerda el adagio de que el matrimonio es una de las travesías más duras de la vida, y que debes buscar a alguien que sepa llevarla contigo. “Saber que cuento con una mujer con una resiliencia y fortaleza única, que no se dejó doblegar por las circunstancias, es muy enriquecedor”.El médico es optimista, pero termina con una nota de precaución. Hay dudas con respecto al COVID-19. Puntualmente, las recaídas y las reinfecciones, que se reportan en trabajadores de la salud. ( Una reciente investigación publicada en Lancet Public Health mostró que el personal médico tiene el triple de riesgo de contagiarse de COVID-19 que el resto de la población , inclusive si utilizan equipo de protección personal). “En la recaída tuviste la enfermedad, se negativizó, y vuelve a aparecer”. Otros piensan que se trata de una nueva infección, al disminuir la inmunidad.Por el momento, mientras se van descubriendo nuevos aspectos de este mal, quiere retomar las clases universitarias. “No tengo la capacidad de trabajar doce horas continuas, como antes”, reconoce, “pero me siento un poco enjaulado. Tengo la inspiración de mis compañeros que ya pasaron por esto, y que a los tres meses están funcionando a pleno. Pienso que por ahí va a pasar”. (I)

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