Por Parsival Castro *

Es julio 29 de 1822 y desde la goleta, José Joaquín de Olmedo escribe una misiva llena de dignidad a Bolívar. En el camarote repasaba uno a uno los últimos acontecimientos. Su mente se poblaba de emociones.

La campaña libertadora, que encabezara el Gobierno Provisorio de la Provincia Libre de Guayaquil, se cubrió de gloria en la batalla del Pichincha el 24 de mayo, solo 65 días antes, sellando la libertad de la futura patria.

Publicidad

Es cierto que en ese combate también colaboraron las divisiones enviadas por los generales José de San Martín y Simón Bolívar, todas financiadas por el cabildo guayaquileño, es cierto.

Olmedo pensaba en un país independiente…

Es cierto también que cuando las fuerzas del general San Martín bajaban a Guayaquil, en una maniobra diplomática el general Sucre logró la incorporación de este territorio costero a la Gran Colombia.

Publicidad

En Guayaquil desembarcan tres mil soldados acompañando al general Bolívar, para “celebrar el triunfo alcanzado” y más temprano que tarde el pabellón celeste y blanco fue arriado y sustituido por el tricolor que traía Bolívar.

Cada cual sigue revuelto y confundido sin paz, sin felicidad en su interior y así no es posible la paz y la felicidad en el exterior, ya que la paz colectiva se va construyendo de la sumatoria de la paz individual".

Previamente se habían utilizado todos los medios de propaganda para desprestigiar a la Junta de Gobierno que proclamó la Aurora Gloriosa de 1820, compuesta por Olmedo, Ximena y Roca.

Publicidad

El ego del uno no podía tolerar la sencillez de los otros…

¡Cuántas veces hemos aspirado a una transformación por medio de las leyes, de revoluciones externas y sistemas políticos, pero sin transformación interior!

Cada cual sigue revuelto y confundido sin paz, sin felicidad en su interior y así no es posible la paz y la felicidad en el exterior, ya que la paz colectiva se va construyendo de la sumatoria de la paz individual.

Olmedo había sido hasta julio el jefe de Estado de la Provincia libre de Guayaquil.

Publicidad

Recordaba su misiva escrita a Bolívar y San Martín al día siguiente de la independencia de Guayaquil dos años atrás, en 1820. “Nuestros puertos y nuestros brazos están abiertos para acelerar el destino de la Libertad de América…”. Recordaba… recordaba…

Vaya que ha sido hermoso el premio de tantos desvelos porque fuese este pueblo tan feliz como el primero y más libre que ninguno…”. José Joaquín de Olmedo

La goleta avanzaba lentamente aprovechando la vaciante del río hacia el mar. En la orilla la selva estaba en paz. En la madrugada, cerca de las cinco, mirando hacia el oriente, Venus parece una estrella niña escapada por el azul del cielo.

Olmedo escribía: “Vaya que ha sido hermoso el premio de tantos desvelos porque fuese este pueblo tan feliz como el primero y más libre que ninguno…”.

Sobre los arrozales lejanos caminan lentamente las vacas con el tilín tilín de sus campanas colgadas en el cuello. Así el campesino podrá encontrarlas fácilmente entre la bruma de los inviernos tropicales.

Olmedo escribía: “Es dulce participar de una desgracia más honrosa que un triunfo…”. Él partía hacia el autoexilio en el Perú junto con Ximena, Roca y más de otros doscientos ciudadanos. En las noches de luna llena la tierra parece una isla en lo infinito de tanta inmensidad…

Dicen las leyendas marineras que cerca de la medianoche, las sirenas ensayan sus cantos para hacer dormir las aguas… ¿quién sabe?

Sobre los ojos del viajero se abren infinitos senderos. Un poquito después de la lluvia, el aire cargado de arcoíris rompe sus espejos sobre el cielo de las frondas. Todo es una fiesta de colores".

Navegando por el río Guayas, miró por última vez los astilleros y más allá la torre de la iglesia de San Alejo, que parecía una lanza hacia el infinito en la madrugada.

Sobre los ojos del viajero se abren infinitos senderos. Un poquito después de la lluvia, el aire cargado de arcoíris rompe sus espejos sobre el cielo de las frondas. Todo es una fiesta de colores.

Guayaquil permanecería en la Gran Colombia de Bolívar hasta que el Ecuador naciera en 1830. Y Olmedo ya había regresado para verlo".

La carta termina: “Yo no hago más que abandonarme a mi destino…”.

Es julio 29 de 1822… La goleta, como la vida, avanza…

Guayaquil permanecería en la Gran Colombia de Bolívar hasta que el Ecuador naciera en 1830. Y Olmedo ya había regresado para verlo.