El mundo de las drogas no es un espacio exclusivo para hombres. En Latinoamérica existió "una dura" desde 1945, y aunque solía pasar desapercibida, era señalada como la mujer más poderosa del narcotráfico en México.

María Dolores Estévez Zulueta era señalada como la “emperatriz” del hampa, y a la edad de 13 años, la “Chata” pasó de vender chicharrones a traficar y distribuir marihuana y morfina, principalmente en la zona de La Merced, en la Ciudad de México.

Según recoge el portal de Infobae, la “Chata” tenía del narcotráfico un conocimiento casi genético, pues su padre se dedicaba al tráfico de morfina y marihuana. En 1945, el entonces presidente de México, Manuel Ávila Camacho (1897-1955) promulgó un decreto para la Secretaría de Gobernación y organismos policiacos de todo México, con el fin de que aprehendieran a la “enemiga pública número uno”: “Lola, la Chata”, quien pagaba grandes sumas a empresarios y elementos de la policía para que la protegieran y la dejaran trabajar.

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En 1910, durante la Revolución mexicana decidió mudarse a la ciudad Juárez (Chihuahua), espacio geográfico referente y dominante en el narcotráfico. Fue ahí, donde dio a luz a dos de sus hijas y comenzó su desarrollo en el tráfico transnacional.

Después de algunos años, retornó a la Ciudad de México y contrajo matrimonio con Enrique Jaramillo, ex policía y un exitoso narcotraficante y vendedor de drogas con sede en Pachuca, Hidalgo.

La posición de Jaramillo benefició a la “Chata, quien recibió protección de las autoridades y así, fue ascendiendo poco a poco hasta 1957, cuando fue sentenciada a 11 años y seis meses de cárcel.

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Para la policía, María Dolores Estévez era la traficante que abastecía de drogas a los viciosos más empedernidos de la capital del país, muchos de ellos de familias acomodadas, recoge el sitio. (I)