La poesía tiene su Día Mundial cada 21 de marzo, para celebrar esta forma de expresión humana universal, y reflexionar sobre cómo este arte preserva lenguas que están por desaparecer y estimula el diálogo entre las culturas.
El tema de este año es la paz y la unidad.
Publicidad
Es seguro que las escuelas y otras instituciones harán festivales, recitales y competencias relacionadas con la poesía. ¿Nosotros, qué haremos para acercar la poesía a nuestra casa?
Publicidad
No tiene que ser algo muy premeditado. Tania Benítez, actriz y gestora cultural, directora de la Biblioteca Pública de la Sede Nacional de la Casa de la Casa de las Culturas, indica que los cantos, las nanas y los arrullos son la manera en que los adultos inician a sus niños en lo poético. “Es lenguaje metafórico, tiene un ritmo. A través de las canciones podemos introducirlos desde chiquititos en la poesía”.
¿Ya se les puede leer aunque sean bebés? Por supuesto, dice Benítez. “Pero sobre todo, cánteles, cuénteles, léales poemas”. Si no tiene un libro específico para niños, lea el que tenga. “Toda la simbología que trae la poesía permite que, después, todas esas palabras que encontrarán en su cerebro vayan haciendo conexiones y vayan entendiendo. Para mí son fundamentales las canciones y la poesía, el contar”.
Porque sí, los padres pueden tratar la poesía como un cuento, tomando, por ejemplo El romance del conde Olinos (autor anónimo), que es poesía que se puede narrar y cantar también.
Publicidad
Otros poemas que se pueden contar son los de la argentina María Elena Walsh, que combinan humor, ironía y juego.
“Había una vez una vaca / en la quebrada de Humahuaca / como era tan vieja, tan vieja / estaba sorda de una oreja”.
María Elena Walsh
Y por otro lado, la poesía se presta al juego. El abordaje de los versos como una tarea para memorizar y dar la lección tal vez no sea lo más apropiado. “Si lo contamos de otra manera, vamos enganchando a los niños y niñas. La poesía es una herramienta importantísima para introducir a las niñas y niños en el mundo del lenguaje, de los libros, de la lectura. Y otra cosa”, dice Benítez, “nos sirve para entrenar el oído”.
Publicidad
Poesía para los niños que ya leen solos
Que un niño empiece a leer por su cuenta es algo un poco más complejo, porque requiere del ejemplo de los que pasan tiempo con él. “Papá, mamá, el mediador de lectura, el bibliotecario, el maestro, las ‘profes’ de jardín”.
Benítez sugiere voces ecuatorianas, como los poemas humorísticos de los poetas Francisco Delgado Santos (Taca taca tan) y Édgar Allan García (Te quiero muuu, dijo la vaca). “Todo ocurre a través del juego, de interactuar de una manera afectiva, sin obligar”.
Pero también están clásicos con muchísima musicalidad como el español Federico García Lorca y su poema de los lagartos.
Que no sea obligatorio no debe asociarse con un rechazo a la memorización. “Antes nos hacían memorizar los poemas. Después dijimos: ‘La educación memorística está muy mal’. Y ahora los guaguas no saben poemas, porque no les hemos enseñado el proceso de memorizar, pero es importante, les ayuda un montón”, siempre que se haga en clave de juego, de repetición, de canto.
Publicidad
Benítez no descarta tampoco aquellos asociados de la poesía que son los trabalenguas, las adivinanzas y los chistes.
La poesía aprendida por la niñez nos acompaña toda la vida, aunque no supiéramos el título del libro ni nos hubiésemos enterado de la fama del autor. Algo nos hace ‘clic’ al crecer y entonces buscamos al autor, y leemos más de él.
“Hay un poema que yo aprendí cuando ni siquiera sabía leer, El renacuajo paseador, de Rafael Pombo. Lo recitaba siempre mi abuelito. Todos sus hijos saben, los nietos y las nietas. Y cuando estuve en segundo o tercer grado, en el Nacho lee (libro escolar de lectura inicial), hacia el final estaba El renacuajo. Ahí al fin me enteré que era un poema de Rafael, porque, claro, mi abuelito lo había aprendido en su escuela, como 80 años atrás”, rememora la mediadora de lectura.
Así que no se preocupe demasiado por la fama, el nombre o lo que esté de moda o tan siquiera por la etiqueta de edad recomendada. El niño primero se encuentra puramente con la poesía o el cuento y ya después descubre que hay un autor y que escribe otras cosas y que hay otros autores; es parte del crecimiento del lector. “Eso es interesante”, dice Benítez, “porque primero nos llenamos de las palabras y luego decimos: ‘Ah, alguien escribió’.
Pero si quiere nombres, para los jóvenes lectores (10-15 años) están autores que hablan de lo que les interesa a los preadolescentes y adolescentes, el amor, el descubrimiento y, a veces, los miedos, como Liset Lantigua (Ahora que somos invisibles, Sofi, tu mirada). O Jairo Aníbal Niño (Preguntario).
Y si está buscando actividades, el sábado 22, a las 11:00, la sala infantil de lectura de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Guayas tendrá una sesión de poesía para niños y padres.
Poesía en movimiento
Otro aspecto importante es que la poesía es una experiencia sensorial, al compartirla se usa el cuerpo, y esto es esencial para los más pequeños.
“Este dedito se fue al mercado / este dedito compró un huevito / este dedito lo cocinó / este le puso sal / y este pícaro se lo comió”.
Para Benítez funciona, entonces, involucrar la corporalidad para relacionarlo con lo afectivo. “No sé por qué pensamos que la poesía es difícil. Si así fuera, ¿para qué acercársela a los niños? Hay mucha poesía que se ha escrito para ellos”.
¿No está familiarizado con la poesía y no quiere tener que usar la pantalla para leérsela o hacérsela escuchar a su hijo? “Ahora puede funcionar poner todo esto en audio. Hice un regalo hace pocos meses, grabé varias canciones en una memoria y se la di con un parlante al guagua de un amigo. A los meses lo vi y me dijo: ‘Gracias, es el mejor regalo que me has dado. Ya escucha todas las canciones, lee con la mamá y después me llama a mí para escuchar la música y con eso se duerme’. Le puse música de varios poetas y grupos actuales y antiguos y está feliz con eso”. Si el niño se aficiona y repite, va por buen camino.
Entre los poetas contemporáneos está la española Mar Benegas, que acostumbra musicalizar su poesía y cuyos libros tienen un código QR para facilitar a los padres esta opción.
Sí es un inconveniente que los padres no hayan crecido rodeados de este acervo de poesía y canciones, y tengan problemas para saber qué enseñar a sus niños y niñas. “Hay que trabajar en esto. Tal vez se han olvidado o no han aprendido este tipo de lenguaje. ”Las palabras”, enfatiza Benítez, “son el legado más importante que les estamos dejando a nuestros hijos e hijas. Somos seres hechos de palabras, hechos de historias; debemos ir brindando toda esa herencia”.
La poesía, concluye la gestora cultural, es un lenguaje necesario para soñar. “Para seguir soñando cuando hay realidades tan difíciles, hay que acercarnos a lo poético. Y lo poético también está en lo sencillo de la vida”. (F)