Lo puede tener su compañero de trabajo, su amiga o amigo de toda la vida, un recién conocido, un pariente cercano o lejano, quien escribe estas líneas o hasta usted mismo (hombre y mujer). Sin saberlo. La Organización Panamericana de la Salud estima que el 90 % de las personas sexualmente activas serán infectadas por el virus del papiloma humano (VPH) durante su existencia.

El contagio por VPH, que se transmite en la actividad sexual, es uno de los más comunes, pudiéndose superar con el sistema inmune intacto, asegura la doctora María del Carmen Ferrufino, especialista en patología y laboratorio clínico.

Sin embargo, una infección de este virus siempre viene consigo con una alerta: detectar a tiempo que el contagio no haya sido provocado por uno de los genotipos del virus de alto riesgo. Estos serotipos son los responsables del cáncer de cuello uterino, entre otros, en la población femenina.

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“Hay más de 100 serotipos de virus del papiloma humano, de los cuales 17 son peligrosos, los que producen cáncer, y de esos los dos más frecuentes son el 16 y el 18″, explica el doctor Francisco Plaza Bohórquez, ginecólogo obstetra.

Por eso las campañas para prevenir el desarrollo de esta enfermedad no pueden dejar de recalcar incesantemente la importancia de los chequeos periódicos para las mujeres, que incluyen la prueba de papanicolaou (citología vaginal) y la prueba de ADN para el VPH, también conocida como prueba molecular, que se ordena en el caso de sospecha.

“El examen de biología molecular puede determinar si está infectada con algunos de esos 17 serotipos. Y, con base en ello, establecer un plan de vigilancia, porque hay que aclarar algo, solamente un 10 % de todo ese universo de pacientes infectadas con los serotipos peligrosos desarrolla cáncer y ese cáncer se toma diez años en desarrollarse”, ilustra Plaza, quien asegura que, detectado a tiempo, es curable 100 %.

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En ese sentido, complementa Ferrufino, vocera de laboratorios Roche, solo estos dos métodos pueden detectarlo de manera temprana y con ello facilitar un tratamiento efectivo. “Esto hace realmente que este tipo de campañas sean cada vez más importantes para poder detectar cada vez más pacientes y poder tratarlos a tiempo”.

Un asunto de hombres también

La Organización Panamericana de la Salud afirma que el 99 % de los casos de cáncer de cuello uterino (es decir, prácticamente todos) se relacionan con una infección causada por el virus del papiloma humano. Es el cáncer de mayor mortalidad para las mujeres (según las estadísticas de Globocan 2020).

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Pero el VPH también está relacionado directamente con otros cánceres, puntualiza Plaza; de recto, de ano, en hombres y mujeres, y algunos autores mencionan que podrían tener relación con cánceres de piel, en el área de la vulva y el perineo. “También produce cáncer de toda el área orofaríngea, como cáncer de cavidad bucal, de lengua, de amígdala, de faringe”, manifiesta el obstetra, refiriéndose al contacto oral-genital.

Y, a pesar de que la incidencia sea más alta en las mujeres, también puede causar lesiones en hombres, como las verrugas y, en menor frecuencia, el cáncer de pene, informa Ferrufino. Esto es porque hay variantes que, a pesar de ser de bajo riesgo (no carcinogénicos), provocan verrugas en el área del ano y genitales.

En ese sentido, aporta la ginecóloga Ligia Saltos Gutiérrez, “menos del 1 % puede desarrollar un cáncer a nivel del pene, pero ellos son portadores”. Por eso es importante el rol del hombre, dice Ferrufino, en su sensibilización y empatía hacia las mujeres que son parte de su vida, para que puedan tomar decisiones informadas, incluso si él no presenta síntomas a pesar de portar el virus.

Vacunas a la carga

Se han registrado tres tipos de vacunas disponibles para afrontar al virus. Hay un producto bivalente diseñado para mitigar los serotipos 16 y 18; la inmunización tetravalente que protege además de los tipos que producen las verrugas genitales; y la vacuna nonavalente cuyo fin es prevenir la infección por 9 tipos de VPH.

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“Uno de los objetivos de la OMS (Organización Mundial de la Salud) es asegurarnos de que al menos el 90 % de las niñas adolescentes hasta los 15 años logren vacunarse, porque de esta forma podemos asegurarnos de que su sistema inmune desarrolle anticuerpos idealmente antes de que inicien relaciones sexuales”, explica Ferrufino.

Al respecto, recuerda Plaza: “El Gobierno ecuatoriano, especialmente en la década pasada, trató de implementar el programa de vacunación con las niñas con la vacuna bivalente, que el fabricante para este grupo de edad recomendaba dos dosis. Pero el programa se cumplió a medias”. De acuerdo con el especialista, no todas las pacientes cumplieron con la segunda dosis después de la primera aplicación.

En general, todas las mujeres están en capacidad de recibir la vacuna, aunque los especialistas consultados coinciden en que lo ideal es hacerlo lo más temprano posible. “En mujeres menores de 24 años que no hayan tenido todavía relaciones y también se lo puede recomendar con cierto éxito en mujeres menores de 50, pero ya la efectividad en ellas no está debidamente comprobada”, advierte Plaza.

“Si pacientes mayores de 15 años han iniciado actividad sexual, colocamos la vacuna en tres dosis: hoy, a los dos meses y a los seis meses”, sugiere Saltos, a la vez que recuerda que los pacientes con sistemas inmunodeprimidos, por alguna patología en específico, como el VIH, también deben de recibir las tres dosis.

Plan 90-70-90

La OMS tiene un plan ambicioso que podría ayudar a erradicar el cáncer de cuello uterino en cinco años a nivel mundial, sostiene Plaza. Se trata del Plan 90-70-90, que se introdujo en el 2020.

Los lineamientos de este programa buscan vacunar al menos al 90 % de la población sensible, que se considera el grupo etario entre 9 y 14 años.

El segundo pilar se refiere al 70 % de la población de mujeres sean examinadas al menos dos veces en su vida con la prueba molecular, antes de los 35 años y una vez más antes de los 45 años.

El grupo de pacientes entre los 25 a 65 años son los de principal interés en este punto, describe Saltos. “Estas pruebas las podemos realizar, si son negativas, cada cinco años, porque la sensibilidad de la citología es baja y nos va a aumentar la sensibilidad al realizar una prueba conjunta”.

Aquellas personas que presenten un historial de lesión premaligna o maligna a nivel del cérvix deben continuar realizándose las pruebas durante al menos 25 años después de dicho diagnóstico, recomienda la ginecóloga.

Finalmente, la tercera estrategia hace alusión a que el 90 % de las pacientes con cáncer de cuello uterino diagnosticado pueda tener la cobertura adecuada de los servicios de salud, independientemente del estadio de la enfermedad.

“Si es un estadio temprano puede ser atendida adecuadamente con procedimientos mínimamente invasivos. Y si es un estudio avanzado que también sea tratada con quimioterapia o radioterapia, si ya está fuera de recursos quirúrgicos, para de esa manera alargar la supervivencia de la paciente y asegurarle calidad de vida”, agrega Plaza.

Y la vacuna de la educación

Por supuesto que este plan enfrenta una gran amenaza: la falta de educación.

“La educación sobre la sexualidad desde la casa en la adolescencia, para crear la cultura de iniciar lo más tardíamente la actividad sexual, es importante. Además el promocionar el uso del preservativo en caso de actividad sexual ya nos protege un 100 % de las infecciones de transmisión sexual, como en este caso”, impulsa Saltos.

No obstante, Ferrufino lamenta que “la creencia del contagio solo ocurre a personas promiscuas, y otras creencias que no son ciertas, hace que muchas mujeres tengan temor de acercarse a su ginecólogo, a los centros de salud para pedir un chequeo general, para ver si es que tiene este virus y pueda ser tratado”. (I)