Las vacunas actúan entrenando el sistema inmunitario para que pueda defenderse mejor de agentes externos. Cuando una persona está en tratamiento oncológico a raíz de un cáncer, la respuesta inmunológica de su organismo está debilitada, Por ello, si se contagia, por ejemplo, con un virus gripal o con coronavirus las infecciones suelen tener una evolución más grave, incluso aunque no estén en ese preciso momento en tratamiento.

Por esta razón es tanto más importante que los pacientes con cáncer se vacunen, tal como recomienda, entre otras instituciones, el Centro Alemán de Investigación Oncológica (DKFZ, por sus siglas en alemán).

El momento más indicado para aplicar una vacuna depende de la sustancia a aplicar. El DKFZ señala que las vacunas conocidas como inactivadas (o muertas) también pueden aplicarse durante un tratamiento oncológico.

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La vacuna contra la gripe o la tosferina son de este tipo. Asimismo, las vacunas de tipo ARNm o de vectores contra Covid-19 también pueden ser aplicadas durante un tratamiento.

De todos modos, lo principal es definir bien el momento, ya que el efecto de la vacuna, dependiendo de cuán débil esté el sistema inmunitario, puede ser menor. El médico debe ser quien defina en qué momento hacer la aplicación.

Existe, sin embargo, un grupo de vacunas que son tabú cuando alguien está en terapia oncológica: las vacunas atenuadas (o vivas), entre las que están las que se aplican contra las paperas, el sarampión o la rubeola, indica el DKFZ. Si algún paciente quisiera refrescar esas vacunas, debería hacerlo solo una vez finalizada la terapia oncológica.

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En general, lo ideal es dejar pasar cierto tiempo una vez terminadas las sesiones de tratamiento oncológico para que el sistema inmunitario pueda recuperarse. Para las vacunas inactivadas lo mejor es dejar pasar unos tres meses, mientras que la recomendación del DKFZ para las vacunas atenuadas es de seis meses.

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