¿Qué podemos hacer para prevenir el cáncer? La predisposición genética es un factor real, pero el resto de probabilidades están determinadas por la manera en que vivimos, el entorno y los hábitos.

El doctor Jon Ebbert, internista y director médico del Centro de Dependencia de la Nicotina de la Clínica Mayo, de Rochester, Minnesota, tiene como misión educar en la prevención y detección temprana del cáncer. Él ha estudiado la prevalencia de algunos factores de riesgo en los países latinoamericanos, como señaló durante una conversación con periodistas de esta región.

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Hay tres principales comportamientos riesgosos que pueden modificarse: el alcohol, la obesidad y el tabaquismo. El alcohol produce daño genético, cambios hormonales y deficiencias nutricionales. La obesidad produce inflamación y trastornos hormonales. El tabaquismo causa daño genético, suprime el sistema inmunitario y provoca inflamación, que lleva al cáncer.

El doctor Jon Ebbert tiene 30 años de investigación clínica en prevención del cáncer. Foto: Cortesía

¿Cómo lograr cambios de comportamiento en estas áreas? Ebbert apunta al tratamiento farmacológico y a la terapia conductual. Los cigarrillos electrónicos o vapes han sido vistos como una alternativa para quienes quieren dejar el cigarrillo convencional. Pero Ebbert observa el contenido: un líquido compuesto de nicotina, glicerina vegetal y propilenglicol.

Si bien estos dos últimos son adictivos que se usan en la industria alimentaria, la intención es que se ingieran, no que se inhalen. “Al inhalarse, pueden sufrir cambios en su química y e irritar el árbol bronquial y producir cáncer”. ¿Sirven para dejar de fumar? “En Estados Unidos, un 50 % de estos pacientes terminan fumando los dos, el tradicional y el electrónico”.

Las únicas medicaciones para dejar de fumar aprobadas por la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense son:

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  • La terapia de reemplazo de nicotina, que viene en forma de parche, tableta o chicle.
  • Los productos con nicotina, en espray e inhalador.
  • El bupropión y la vareniclina en tabletas.

Cuando el alcohol y el tabaco actúan juntos, son multiplicadores del riesgo de cáncer. El cigarrillo por sí solo contribuye, explica Ebbert, a un 20 % de todos los casos de esta enfermedad; la obesidad está relacionada con un 8 % y el alcohol con 6 %. “Quiere decir que uno de cada cinco casos de cáncer es exclusivamente atribuible al consumo de tabaco”.

Tratamiento y la detección temprana del cáncer

Mientras mayor es la exposición de la persona a este producto y al alcohol, su riesgo aumenta. Y en el tratamiento ocurre un efecto similar, dice el doctor Ebbert. “La cantidad de tratamiento que uno administra se asocia con los resultados”. Una consulta, teleconsulta o llamada no se asocia con resultados positivos. El médico tiene que ver a su paciente, prescribir fármacos y derivar a psicoterapia. Ebbert menciona que en Mayo tienen un exitoso programa de 5 días.

A los pacientes les cuesta dejar una sustancia que creen que les ayuda a salir adelante en el día. Cuando uno les habla del riesgo de cáncer, piensan que es algo que les va a pasar en 20 o 30 años, mientras que ese cigarrillo les va a ‘ayudar’ a funcionar hoy”.

Por eso hay que dar un trato personalizado al paciente, para que se abra y acepte hacerse un tamizaje, cambiar su comportamiento, su dieta, su consumo, su actividad física.

Además, no hay que pretender cambiar todo de golpe; médico y paciente deben ponerse metas inteligentes, realistas y con un tiempo definido (hacer ejercicio dos o tres veces por semana), no ambigüedades (‘quiero ejercitarme más’). “Cuando veo a un paciente que fuma, que bebe y que está luchando con su peso, y le digo que tiene que cambiar todo, para él es abrumador. Hay que simplificarlo”.

Eso no implica ocultar la verdad. Por ejemplo: no hay consumo inofensivo de alcohol, pero sí hay conductas cada vez más riesgosas. En hombres, 14 o más bebidas a la semana constituyen un trastorno con riesgo para cáncer de cabeza, cuello, esófago, hígado y colon. Esto se reduce a siete bebidas por semana en mujeres. El alcohol, altamente calórico, produce aumento de peso y eleva los niveles de estrógeno y otras hormonas asociadas con cáncer de mama.

En cuanto a la obesidad, Ebbert piensa que la terapia se ha transformado durante el último año con los agonistas del GLP-1: dulaglutida, exenatida, semaglutida, liraglutida y lixisenatida. “Estamos en los años dorados del tratamiento de la obesidad. Es algo que me entusiasma cuando pienso en prevención del cáncer”. (I)