El síndrome de fatiga crónica es una condición que se caracteriza por el agotamiento después de un esfuerzo, acompañado de otras molestias neurológicas, inmunológicas y gastrointestinales. La prevalencia es del 1 % de la población global.

Los síntomas y la trayectoria de la enfermedad varían de persona a persona: algunos empeoran, otros se estancan, unos mejoran y hay quienes viven ciclos de relapso y remisión. Al menos el 25 % de los pacientes tiene una forma severa del síndrome y tiene que permanecer en casa.

Y aunque el origen del EM/SFC es difícil de determinar, una gran proporción de los pacientes (alrededor del 60 %) reporta que empezó a sentirse así después de una infección, por ejemplo, con el virus de Epstein-Barr, reportan la investigadora Sonya Marshall-Gradisnik, directora del Centro Nacional de Neuroinmunología y Enfermedades Emergentes de la Universidad Griffith, en Australia, y su colega investigadora Natalie Eaton-Fitch, en un artículo liberado el mes pasado en la revista Science, de la la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia. En agosto, ellas ya habían publicado otro estudio en el que demostraban que los pacientes con COVID prolongado y los que sufren fatiga crónica tienen la misma disfunción en un receptor del sistema nervioso central.

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Las autoras observan que la reciente condición crónica conocida como long COVID o COVID prolongado se ha superpuesto con las disfunciones características del síndrome de fatiga crónica, y ha generado interés y el reconocimiento de la EM/SFC como una enfermedad, lo que podría motivar mayor investigación, el desarrollo de un test diagnóstico y de intervenciones con farmacoterapia que podrían aplicarse en ambos casos.

¿Cuáles son los malestares que tienen en común el síndrome de fatiga crónica y el COVID largo? Dificultad para la concentración y la memoria, menor autonomía, percepción alterada del dolor y de las sensaciones y trastornos del sueño. La Organización Mundial de la Salud categoriza la EM/SFC como una enfermedad del sistema nervioso. Las neuroimágenes, dicen Marshall-Gradisnik y Eaton Fitch, muestran que los pacientes tienen cambios anatómicos, neuroquímicos y funcionales en el cerebro.

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Las terapias físicas y de relajación ayudan a manejar algunos de los síntomas del síndrome de fatiga crónica. Foto: Shutterstock

Además, tanto los pacientes de EM/SFC como de long COVID reportan síntomas gastrointestinales: dolor abdominal, náusea, estreñimiento y diarrea, asociados con el daño en la actividad de nervios y músculos del tracto gastrointestinal y con disbiosis (desbalances en las bacterias del intestino), lo que apunta a una desregulación entre las señales cerebro-intestino.

Las investigadoras esperan que esto conduzca a más investigación con mayores cohortes y criterios de inclusión más consistentes (al seleccionar participantes). Esto permitiría responder a algunas preguntas, por ejemplo, si tener COVID largo predispone a tener síndrome de fatiga crónica.

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Síntomas físicos, cognitivos y emocionales del síndrome de fatiga crónica

La doctora Carolina Guarnizo, especialista en medicina interna del Hospital de los Valles, en Quito, describe el síndrome de fatiga crónica como un cansancio o agotamiento físico y mental que, para ser considerado una patología, debe presentarse durante seis meses continuos.

Entre los síntomas que pueden presentar los pacientes están dolores de cabeza, musculares y de las articulaciones, insomnio, sensación de amortiguamiento en las extremidades y problemas digestivos.

La doctora Marjorie Culbert, médico cirujano internista y representante médica para Latinoamérica del Hospital Health City Cayman Island, menciona los problemas para dormir o conciliar el sueño, dificultad con el pensamiento y la concentración, fatiga posesfuerzo que empeora ante cualquier esfuerzo físico y mental, y que no mejora con el descanso, así como dolor y mareos.

Pero no solo son cambios físicos o cognitivos. “Un 30 % de los pacientes presenta también problemas en su estado de ánimo, porque se sienten incomprendidos, ya que no pueden desarrollar sus actividades con normalidad y esto les genera depresión y ansiedad”, dice Guarnizo. Cuando un paciente acude a su médico de cabecera con estos síntomas, es necesario hacer una evaluación física y exámenes principales. “Una vez que se ve que estos no tienen alteración y la fatiga no se atribuye a una enfermedad orgánica objetiva, vamos a diagnosticar fatiga crónica”.

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Foto: Shutterstock

¿Cuáles son los sistemas afectados por la encefalomielitis miálgica? Ya que la fatiga en sí no se puede medir, hay que guiarse por los síntomas. Guarnizo explica que al realizar los exámenes se ha podido detectar que hay un desgaste en los músculos, tendones y huesos, así como del sistema nervioso central, por los dolores de cabeza y el insomnio. “El sistema hormonal también puede presentar un desbalance; una de las hormonas más afectadas puede ser el cortisol”.

El equipo que debe participar en la atención del paciente puede estar conformado por un médico familiar, un médico internista, un psiquiatra, un neurólogo y un terapeuta físico, enumera Guarnizo. “Con el apoyo de estos especialistas también se podrían descartar otras enfermedades”.

Ya que el daño ocasionado por la EM/SFC es multisistémico, Culbert considera que es ideal tratar la enfermedad de manera multidisciplinaria, para abordar cada sintomatología. “Los proveedores de atención médica necesitan dar apoyo a las familias de los pacientes a medida que vayan entendiendo cómo vivir con esto. Tanto los proveedores como las familias deben recordar que este proceso puede ser duro para las personas”.

No hay un examen que pueda confirmar un diagnóstico, como en otras patologías, como ya mencionó el estudio de la Universidad Griffith. “Como médicos diagnosticamos este problema con base en los síntomas de los pacientes. La comunidad médica debe socializar este tipo de enfermedad, ya que generalmente el síndrome es subestimado como un problema de salud”, admite Guarnizo, y añade que se calcula que un paciente de fatiga crónica ha consultado por lo menos a tres médicos antes de llegar a un diagnóstico. “Aún no hay un conocimiento suficiente de que esta enfermedad existe, y se llega a desestimar la molestia que presentan los pacientes”.

Los sospechosos del síndrome de fatiga crónica: COVID-19 y otros virus

Guarnizo resalta que no hay una causa clara que identifique el desarrollo de la fatiga crónica, por lo que existen muchas hipótesis sobre su aparición. Una de estas es el argumento viral, es decir, que después de una infección por algún virus se puede tener esta fatiga y afectar al sistema inmunitario. “Por ejemplo, en el caso de personas que estuvieron con COVID-19, meses después de superada la enfermedad, presentan síntomas de fatiga, insomnio y tos”.

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Una corriente que cobra fuerza cree que ciertos virus, bacterias y parásitos despiertan anormalmente sustancias inflamatorias en los músculos y en las células de energía. Además del SARS-CoV-2, se estudia el virus de la hepatitis B y C, la rubéola y el sarampión: “Son los principales sospechosos de despertar esta enfermedad”.

Culbert aporta que en las personas con EM/SFC la enfermedad comienza con frecuencia de una manera que hace pensar en la influenza. “Debido a esto, los investigadores sospechan que lo que podría desencadenarla es una infección. Y, por la sintomatología respiratoria, se asocia al COVID-19″.

Asimismo, una de cada diez personas infectadas por el virus de Epstein-Barr, el virus del río Ross o la bacteria Coxiella burnetii presentará una serie de síntomas que reúne los criterios de EM/SFC. Quienes tuvieron síntomas graves con esas infecciones tienen más probabilidades de mostrar síntomas de EM/SFC más adelante que los que presentaron síntomas leves. “No obstante, no todas las personas con EM/SFC han tenido estas infecciones”, precisa Culbert.

Otras infecciones que se han estudiado en relación con la EM/SFC son las causadas por el virus del herpes humano 6, enterovirus, rubéola, Candida albicans, bornavirus, micoplasmas y el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). “Sin embargo, no se ha encontrado que estas infecciones causen EM/SFC”.

El tratamiento para mitigar los síntomas de la fatiga crónica

No hay una cura o un tratamiento aprobado para la encefalomielitis miálgica, indica Culbert. No obstante, algunos de los síntomas pueden ser tratados o manejados.

Guarnizo afirma que el tratamiento busca rehabilitar a la persona de la fatiga que no tiene cura. Hay ejercicios de relajación y yoga. Si se detecta algún trastorno del estado de ánimo, se remitirá a un psicólogo para terapia conductual. “También recetamos relajantes musculares, según el caso. La terapia física es un buen tratamiento en caso de contracturas musculares. En casos muy severos se pueden recetar antidepresivos”.

Este síndrome es mucho más común en las mujeres: tienen tres veces mayor riesgo que los hombres de desarrollar esta enfermedad. Puede ocurrir a cualquier edad, pero es más frecuente en un rango de 20 a 30 años.

Culbert señala a los pacientes que estar en terapia dará alivio a algunos de sus síntomas, pero no a todos, así que hay otras estrategias que pueden resultar útiles, como aprender nuevas formas de manejar sus actividades.

“Los pacientes, sus familias y los proveedores de atención médica necesitan trabajar juntos para decidir cuál de los síntomas causa más problemas”, dice la cirujana internista. “Ese debe tratarse primero. También deben analizar los posibles beneficios y perjuicios de cualquier plan de tratamiento, incluso de los medicamentos y otras terapias”.

¿Cuáles de los síntomas son más proclives a atenuarse con tratamiento? Los problemas para dormir, el dolor, la depresión, el estrés y la ansiedad; los mareos y el aturdimiento (la intolerancia ortostática) y los problemas con la memoria y la concentración. (E)