El navegante portugués al servicio de España, capitaneando su intrépida expedición, se dio cuenta de que había dado la vuelta al mundo cuando su esclavo e intérprete malayo Enrique reconoció el dialecto que hablaban los salvajes del archipiélago de las Filipinas, al que había arribado al cabo de año y medio de travesía. Tres décadas después del descubrimiento de América, cumplía el sueño de Colón de arribar al Lejano Oriente siguiendo la ruta hacia el oeste.