La ciencia ha logrado revertir la mala fama de un hongo tachado, por años y años, como mortal. Ahora es considerado como un posible aliado para los tratamientos contra el cáncer.

Se trata del Aspergillus flavus. Lo llamaron el “hongo maldito”, luego de que hacia él apuntaran “como el culpable invisible detrás de la conocida ‘maldición del faraón’, tras la apertura de la tumba de Tutankamón ” hace 103 años, señalan en National Geographic.

El Aspergillus flavus, capaz de sobrevivir miles de años en ambientes cerrados y húmedos, podría haber sido el verdadero causante de aquellas muertes, agregan en Muy Interesante.

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Lo asociaron con la muerte con “la misteriosa” muerte de varios arqueólogos que estuvieron al abrir la tumba de Tutankamón.

Foto: Pexels/Abdullah Esmail

Allí inició su mala fama que se acentuó con un hecho registrado en Polonia.

En Cracovia, capital de Polonia, señalan que de 12 científicos que ingresaron a la tumba del rey Casimiro IV, diez fallecieron en pocas semanas. El culpable invisible: el hongo.

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El fin de la mala fama

La ciencia, por fortuna, avanzó y analizó al “hongo maldito”. Hoy se da como un logro el hecho de que transformaron las moléculas del hongo tóxico para investigar su poder.

Una verdad abre el camino a la esperanza “Los hongos nos dieron la penicilina”, recuerda, en ‘National’, Sherry Gao, profesora y autora principal del estudio.

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Resaltan en National Geographic que “un equipo interdisciplinario, encabezado por investigadores de la Universidad de Pensilvania descubrió y modificó moléculas de ese hongo tóxico, convirtiéndolas en compuestos capaces de destruir células cancerígenas con una eficacia comparable a medicamentos aprobados por la FDA para tratar la leucemia”.

Foto: Pixabay

Los científicos descubrieron “un tipo de compuesto llamado RiPPs”.

Esas moléculas habían sido observadas principalmente en bacterias, pero casi nunca en hongos.

En Muy Interesante detallan que ciertamente las llamadas RiPPs “(péptidos ribosomales sintetizados y modificados postraduccionalmente) habían sido identificadas en bacterias y plantas, pero apenas se habían explorado en hongos.

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Gracias a una combinación de técnicas genéticas y químicas, los científicos lograron aislar cuatro de estas moléculas a partir del hongo encontrado en las tumbas”.

La ciencia sigue estudiando con cautela y optimismo. Se sabe que las nuevas moléculas fueron nombradas “asperigimicinas”, en honor al hongo -ya no tan tóxico- del que provienen.

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Las asperigimicinas “parecen dirigirse exclusivamente a las células de ciertos tipos de cáncer, como la leucemia, bloqueando su división celular sin dañar a otras células sanas”, amplía Muy Interesante.

Quién lo hubiese dicho: se tuvo que pasar de la “maldición de Tutankamón” para llegar a este momento. Todo camino que conduzca a la cura del cáncer debe ser reconocido. Lo que sigan obteniendo del antiguo hongo y que se traduzca en beneficios será bien recibido. (I)

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